El Periódico Extremadura

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LOS MOTIVOS POR LOS QUE HA DE CUIDARSE EL PARAÍSO NATURAL CACEREÑO

Las 10 razones por las que hay que salvar la Ribera de Cáceres

Los hortelanos claman un plan de acción municipal inmediato que limpie el río de Cáceres, preso del abandono

Hortelanos limpiando el cauce de la Ribera del Marco. CarlaGraw

Los hortelanos claman por un plan de acción inmediato para adecentar la Ribera del Marco, que aún espera la inversión municipal, estatal y europea, que sigue alargándose en el tiempo. Es evidente la importancia que este paraje natural tiene para Cáceres. Estas son las 10 razones para salvarlo:

Cambio climático

La Ribera destaca por su singularidad, no solo de su pasado, o de su presente discutible por la desaparición de huertas y molinos, sino por su futuro debido a la escasez de agua que azota el planeta y que encontraría en el Marco una tabla de salvación si el cambio climático pusiera las cosas más feas todavía. Solo un dato: en siglos pasados tuvo un caudal extraordinario, de 95 litros por segundo; ahora se sitúa entre los 8 y los 10.

Agua

Salta a la vista que si Cáceres está donde está es gracias a la Ribera. Ubicada en un promontorio defensivo, la ciudad se alimentaba del Marco. De hecho, cuando comenzó la construcción de la urbanización Ribera del Marco apareció un acueducto que según el estudioso Juan Gil Montes era de época romana y que literalmente procedía de la charca del Marco. Así cualquiera puede explicarse que fuera el suministro de la capital y que a su alrededor brotara toda una ingeniería hidráulica con 25 molinos harineros, de los que 7 conservan las estructuras de sus acequias y cubos, muchos de ellos situados entre el Puente Nuevo (a la altura de la Facultad de Turismo) y la desembocadura del Guadiloba.

Huertas

Otro elemento básico a potenciar son las huertas. La evolución social tiene que mirar obligatoriamente hacia ellas. Es verdad que el ayuntamiento cede parcelas de 50 metros para el cultivo, pero habría que potenciar más este recurso, no solo a través de la iniciativa pública con la creación de una granja escuela, por ejemplo, sino con inversión privada. El empresario que ponga el ojo en ellas más tarde que temprano habrá hecho un buen negocio.

La flora

Sería de obligado cumplimiento recuperar la flora autóctona. De ella, la más singular es el olmo negro. El suelo alcalino y calizo del Marco es ideal para su desarrollo y convierte a los olmos en su emblema más singular. Por desgracia, muchas de las olmedas fueron destruidas por la acción humana o por la grafiosis. En Fuente Fría, en la margen derecha del cauce, se conserva un grupo de alrededor de una decena, con más de 50 años. En la Huerta del Conde están volviendo a brotar. Como es un árbol que debe estar situado a lo largo del río, la Asociación Amigos de la Ribera del Marco ha promovido dos plantaciones, una se realizó el 12 de diciembre con 30 olmos y otra el 20 de marzo, entre Cáceres el Viejo y San Francisco, con 60. Ahora, el objetivo es que la Confederación Hidrográfica del Tajo permita plantarlos en las orillas respetando zonas de paso y propiedades privadas. Ocurre del mismo modo con los lirios, que habían desaparecido de la Charca del Marco después de una limpieza radical con maquinaria pesada en 2012. Ahora, otro de los retos es que la Confederación haga cumplir la norma de libertad de paso a 5 metros de una parte y otra de los cauces porque hay zonas de la Ribera que no se pueden recorrer si no es dentro del agua.

La historia

La Ribera es la historia de Cáceres, que comienza en Maltravieso, continúa en el campamento romano y discurre entre molinos, tenerías y batanes, cruzando las minas de Aldea Moret, que simbolizaron el esplendor industrial cacereño del siglo XIX, o ese permeable Calerizo de cuyas profundidades brotan manantiales del agua de lluvia acumulada durante centenares de años. Llama la atención que siendo Cáceres una ciudad patrimonio de la humanidad no se haya cuidado su río. La Ribera dio de comer a Cáceres, lo hicieron sus huertas, el agua de las pozas, las cañas que se utilizaban para construir tejados, su madera, la arcilla que se sacaba de su lecho.

Sin embargo, el Marco es el cuarto trasero de Cáceres, el lugar donde van a parar las aguas residuales de toda la ciudad. Por eso es prioritario realizar una obra que no hormigone la Ribera, pero que limpie y mantenga el cauce, construir un paseo que recorra Aldea Moret, El Conejar, los restos romanos...

Las aves

Aquí hay aves invernantes, estivales, estacionarias... todas ellas al lado del casco urbano, pero habitando un entorno privilegiado porque para ellas esto es un vergel: currucas rabilargas, carrasqueñas, oropéndolas (espectaculares, llamativas, coloridas, como venidas del trópico, de dorados amarillos que dibujan una fulgurante nota de color en las arboledas ribereñas de Cáceres). La lavandera, el martín pescador, las tarabillas, el gorrión, el verderón, los jilgueros, los zorzales, los picos de coral... Las garcetas, el colirrojo, el agateador y el estornino. Juguetean la paloma torcaz y la tórtola mientras el alimoche sobrevuela el azul del cielo.

Siete kilómetros

Siete kilómetros que dieron vida a Cáceres. Su caudal brotó bajo las placas del Calerizo, a los pies de la Fuente del Rey, en el barrio del Espíritu Santo, y de allí corrió con presura hacia el noroeste hasta desembocar en el Guadiloba. Las dos claves para que los primeros habitantes formaran comunidad eran la leña y el agua, milagros de la naturaleza que facilitaron el asentamiento de la villa. La Ribera del Marco es el río de Cáceres. Alrededor de su ladera creció una ciudad que durante los últimos años le ha dado la espalda, pero cuyos habitantes acaban de redescubrirla gracias al reciente temporal de lluvia que ha aumentado su corriente y que ha inundado las redes sociales con imágenes inéditas de esta joya cacereña, oculta por los matorrales y que debería recuperarse en su totalidad.

Los hortelanos

El Marco ha dado de comer a la ciudad, un gran hipermercado a cielo descubierto donde se vendían frutas y verduras a las puertas del mercado del Foro de los Balbos gracias a célebres como María la Pájara, Petete, La Palacina, Pelayo, que era jardinero de Cánovas y acomodador del cine de verano Capitol, y cuya cuñada, Pepa Carrasco, tenía una huerta en la parte baja de la Ribera. Todos luchaban ‘pa ganarse el capitalito’ y lograr ese propósito que solo entendía de sudar la gota gorda y peinar la tierra sin tregua para el canto. Famosas son sus ciruelas claudias, que se vendían hasta en Bilbao. Deliciosas, de pulpa fina y jugosa mientras el hueso se desprendía de nuestro paladar en mitad de ese jardín botánico de Cáceres que sigue siendo el río de la vida.

La limpieza

El pasado 2 de julio, un incendio declarado a la altura de la Facultad de Empresariales afectó a cinco fincas del Marco. Fue la gota que colmó el vaso y que ha hecho estallar a los hortelanos. Antonio Leal es el presidente de la Comunidad de Regantes La Concordia, la segunda más antigua de España después de la de Valencia, que depende del Tribunal de Aguas valenciano. La comunidad representa a 80 parcelas actualmente en regadío, y a otras 200 sin regar (100 hortelanos en activo). Por eso los hortelanos quieren un plan de choque inmediato, más allá de las previsiones de fondos europeos y del Ministerio de Transición Ecológica que el ayuntamiento espera para invertir de la Ribera, pero que se demorarán en el tiempo por los trámites administrativos.

El patrimonio

La Ribera nace en el Calerizo y a lo largo de sus siete kilómetros acumula piedras con fósiles vegetales que merecerían su respeto, conservación y catalogación. Desde su caudal originario en la Fuente del Rey (frente al Palacio de Justicia) hasta su desembocadura en el Guadiloba, siempre fue hermana de Cáceres. Las cosas cambiaron primero en los 60 cuando se proyectaron tres pozos en la cerca de San Jorge (en las inmediaciones del actual Espacio para la Creación Joven) que taladraron el Marco, y luego en los 70 tras la aparición de los supermercados, que siempre dieron la espalda al potencial de los productos autóctonos que cultivaban nuestros hortelanos. Esos tres pozos, interconectados, dieron de beber a Cáceres hasta que en 1971 se inauguró el pantano del Guadiloba. Hoy continúan en activo y de ellos se toma el agua para regar el parque del Rodeo o las vías públicas de la capital. Se puede lograr para la Ribera del Marco el título de Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco siempre y cuando la Ribera se embellezca y se libere de contaminación. Un primer paso es el proyecto de ampliación de la depuradora que afrontará la Confederación Hidrográfica del Tajo, responsable del cauce. Pero es necesario avanzar. La iniciativa tiene de su lado una aliada imprescindible: el agua. Y mientras siga habiendo agua este lugar es un paraíso.

Las olmedas

En la Ribera pueden levantarse olmedas junto al arroyo, a las que los cacereños acudirían sin dudarlo con su almuerzo los domingos, o recuperar la piscina natural que hubo en Concejo o en la Fuente del Marco y en cuyas aguas limpias y cristalinas los vecinos de los años 50 se bañaban en los días calurosos de verano. Para ello no habría que quitar esos pozos sino trabajar en la limpieza de un área castigada por el abandono. De hecho, la Asociación de Amigos de la Ribera presentó a los presupuestos participativos del ayuntamiento una propuesta para que la Fuente del Rey se recupere como lugar emblemático al ser el nacimiento exacto del Marco. Eso implicaría su adecentamiento, la instalación de un mecanismo automático a modo de surtidor para que el agua discurriera sin las barreras que hoy provocan los juncos, especie autóctona aunque invasiva que está chupando el manantial.

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