Festival de Teatro Clásico de Cáceres 2024

Cáceres, el gran escenario del mundo

Imagen de una representación del Festival de Teatro Clásico de Cáceres.

Imagen de una representación del Festival de Teatro Clásico de Cáceres. / EL PERIÓDICO

Almudena Villar Novillo

Almudena Villar Novillo

Un ya muy lejano 31 de mayo de 1989, Jaime Naranjo, consejero de Cultura, anunció en rueda de prensa que la ciudad monumental cacereña se convertiría durante diez días en un escenario teatral, en el que la vida y costumbres de los siglos XVI y XVII se forjaban en rincones pintorescos de un entorno declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Así, las recreaciones medievales de años anteriores daban paso a piezas teatrales del Siglo de Oro diseminando la simiente que germinaría entre las piedras milenarias.

Aquella primavera de 1989, los vecinos y transeúntes de plazas como San Jorge, Las Veletas o Santa María vieron crecer gradas metálicas con asientos y, en cada esquina y recodo, figuras de cartón simulando personajes ataviados con vestimentas del Renacimiento y del Barroco que les acompañaban en su deambular por el recinto monumental.

Tan solo la ambientación trasladaba a los cacereños a tiempos pretéritos, pero el cielo estrellado y el silencio roto por las voces quebradas de los actores y por el crotorar de las cigüeñas subyugaban a los espectadores que ni el frío nocturno les despojaba de su embeleso. Y así, una noche y otra y otra más, hasta dos semanas, con declamaciones de textos de Lope de Vega, de Calderón de la Barca, de Shakespeare, de Tirso de Molina, de Cervantes…, con el frufrú de los ropajes y el leve sonido de la fricción de los pies sobre el pavimento medieval, Cáceres se transformaba en el gran escenario del mundo.

Pero la propuesta no solo simbolizaba que Cáceres se incorporaba a los circuitos nacionales del teatro del Siglo de Oro, sino que para los cacereños significaba conocer mejor su ciudad, quererla «e integrarse más en los problemas tanto del presente como del pasado y del futuro de su localidad», apostaba el propio Jaime Naranjo.

Además, Cáceres se preparaba para ser el epicentro cultural de los fastos de 1992 en su condición de Capital Cultural de Extremadura. Y el mismo José Higuero, director general de Acción Cultural y uno de los padres del certamen, vaticinó la consolidación del Clásico y el brillo de Cáceres a través de textos de los siglos XVI y XVII, y de una escenografía camuflada en un escenario único y emblemático que el tiempo mejora, embellece y realza.

Con todo ello, un festival joven, con pretensiones y ambiciones, pero desde la modestia de la mocedad se consolidó, se apuntaló y se hizo un hueco en los circuitos nacionales e internacionales conviviendo con certámenes con el de Almagro (Ciudad Real) o Grec barcelonés con los que comparten programación de grandes compañías que eligen la cita cacereña para sus estrenos.

El festival se vive, se siente, se disfruta y te enamora. Al principio, a los locales, pero después de 35 ediciones, los turistas se apuntan a vivir, a sentir, a disfrutar y a enamorarse con piezas extraordinarias de la literatura universal en un entorno singular, increíble y excepcional, y bajo un cielo extenso, atildado y estrellado logrando una simbiosis irrepetible.

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