Mis dos últimas palabras, mis dos últimas balas. Media vida cotizando mis sueños, para perderlos en un segundo.

Añorar los besos de mi chica, las sonrisas de mis pequeños y diluirme en oscuridad.

Dejar atrás el despertar abrazado, para sentir frío.

El calor de las cuatro paredes que formaban mi hogar. El orgullo de mis padres sobre su hijo, que después de tantos años de estudio, había encontrado su posición en una de las mayores empresas mundiales. La gota de agua que nos hacía vivir y la luz con la que pude ver a mis hijos nacer, incrementando su precio cada mes.

Cada una de estas anteriores enumeraciones, perdían valor con el transcurso del tiempo afectado por un simple ERE.

A ellos, les daría igual. Seguirían cobrando por muy negro que sea el fajo de billetes. Mis verdades y mis intereses están minúsculamente dibujadas en el canto de las monedas que poseen y que tanto nos faltan a nosotros, porque cuantos menos seamos, por muy cruel que sea la despedida, el mundo sigue girando y más si son éstos quienes tienen el eje del giro.

¿El coste de una vida? Hacienda.

En esta oscuridad encontraré a muchos más como yo, muchos más que dicen adiós para encontrar la calma, aún sin saber que la tormenta es mucho más violenta cuanto más te alejas de sentir latir.

Ya no puedo mirar atrás, ni desatar la soga que envuelve mi cuello después de ahogarme de facturas sin sentido y disparar a mi conciencia. Cualquiera de las tres formas, hubiera sido más fácil que lo que cometí.

Si tuviese una oportunidad más, odiaría al destino y escribiría sobre él. No volvería a esperar a mi familia sentado con un escrito de dos llanas y tristes palabras como eran: "Oscuro frío", mientras por ellos corrían lágrimas y gritos.

Pero ya no vale lamentarse. He pasado de una media de conexiones neuronales y de 75 latidos por minuto, a no sentir ni siquiera los besos de mis pequeños, ni el roce de la piel de mi alma gemela.

Y todo, por no querer ver a éstos sin el lugar donde se habían cosido todos nuestros recuerdos. No quería de ningún modo que fuesen tachados como "desahuciados".

No era la solución. Si estás pasando por esto, o si conoces la actualidad, hazlo por mí. No hagas como yo, no dejes desvanecer sueños, metas y sentimientos por la pérdida del hogar. Es duro, pero siempre habrá otro camino.

Haz, que no haya frío, ni oscuridad.

Atentamente, "Otro más convertido en menos".

* El autor de este escrito es Elías Denche Guerra.