TEtl turismo rural, entendido, no solo como concepto paisajístico o geográfico, sino también como concepto humano, puede ser una importante fuente de desarrollo en cada una de nuestras zonas rurales. La calidad de vida que un pequeño pueblo puede ofrecer a los habitantes de una gran ciudad, no se basa solamente en el disfrute inmediato de la naturaleza, o en su contacto directo y cotidiano, o en todas esas posibilidades de bienestar que los pueblos pequeños nos ofrecen, factores todos ellos, por supuesto, muy importantes. Sin embargo, debemos también contar con el factor humano: la hospitalidad, la cercanía, el afecto, la convivencia familiar y cotidiana, el saber y sentirnos personas que compartimos diariamente nuestras experiencias y sensaciones.

Ese turismo afectivo, ese turismo humano que solo pueden ofrecer los valores que todavía permanecen en nuestras zonas rurales, unido a ese turismo de contacto directo e inmediato con la naturaleza, son factores suficientemente atractivos para ese habitante cansado de la gran ciudad y que necesita tiempo para disfrutar de la naturaleza y de los afectos.

Sí, es verdad, somos humildes y somos sencillos y solo tenemos cosas sencillas y humildes, pero, quizá, en esa sencillez y en esa humildad esté el tesoro de nuestro futuro, porque, tal vez, sea eso lo que el mundo moderno esté buscando, sencillez y humildad. Si el primer paso para un proyecto colectivo de futuro está en la educación social, pues empecemos a hacer la casa por los cimientos, vamos a usar las fuentes de comunicación que más a mano tenemos para educar a nuestros vecinos sobre la importancia del turismo rural y sobre la importancia de que, cada uno de nosotros, dentro de nuestras posibilidades, nos involucremos, creando infraestructuras y posibilidades colectivas dentro de nuestro ámbito vecinal. Todo ello con el objetivo de que este turismo de afectos, de cultura rural, este turismo de cercanía, de paisajes naturales y humanos, pueda ser una realidad en nuestro pequeños pueblos.