A media tarde de un día laborable, por la carretera que atraviesa Valverde del Fresno, un precioso pueblo ubicado cerca de Portugal, cruza un camión de ganado y una furgoneta de materiales de construcción, mientras un grupo de mayores pasea por la calle. La llegada de la primavera tiñe de verde los campos y la Sierra de Gata descansa a los pies de la terraza del Bar El Retiro donde charlan tres jóvenes que decidieron quedarse a vivir en la localidad que les vio nacer.

No hizo caso de aquellos que lo animaron a abandonar. Alexander Luis Cristina, 22 años, después de terminar el grado medio de Mecánico en Coria, trabaja en el taller Neumático Valverde. «Desde pequeño me gusta el mundo del motor. No entiendo la gente que dice que el pueblo es aburrido. ¡Si no hay tiempo para aburrirse! La calidad de vida no tiene comparación con una ciudad. Todo son ventajas, la tranquilidad, el paisaje, los amigos, la vida social... », responde con una sonrisa.

Después de cursar un módulo de Estética y Belleza, Laura Carrasco cambió León para residir en el municipio valverdeño. Se dedica a la hostelería. «Con el paso del tiempo te das cuenta de lo bien que se vive en el pueblo. Tenemos de todo, hasta ‘A Fala’ (nuestra propia lengua). Estoy contenta de quedarme aquí. Me encanta porque puedes saludar a todo el mundo y nos llevamos genial», explica con amabilidad.

Miguel Piñero no cambiaría su vida en Valverde por ninguna otra. Él se dedica a la apicultura en la empresa Miel Val de Xálima. «Es un trabajo que requiere estar muchas horas en el campo y yo lo estoy, cuidando las colmenas. Me apasionan los animales y la naturaleza. Disponemos de un excelente producto, además se puede comprar por internet», dice.

Todos ellos conservan en su vocabulario y con orgullo la lengua romance del subgrupo galaico-portugués. Así que al despedirse de este periódico lanzan un ‘hasta luego’ que en ‘A fala’ suena así: ‘Hasta logu’.