Adiós por jubilación

La vida detrás de un mostrador

Fermín Paredes deja huérfanos a sus vecinos de Madrigalejo y, después de 55 años, baja la persiana de su droguería. Este pequeño empresario reconoce lo sacrificado de contar con un negocio en un pueblo

Fermín y su mujer a las puertas de su  negocio.

Fermín y su mujer a las puertas de su negocio. / EL PERIÓDICO

Con 15 años abandonó la escuela y se colocó detrás de un mostrador. 55 años después pone punto final a su exitosa carrera profesional dejando huérfano a un pueblo de casi 1.800 habitantes. Fermín Paredes, el droguero de Madrigalejo, bajó la persiana a finales de febrero, justo el día después de cumplir 65 años. Siente pena. Se ha dejado la vida atendiendo a sus vecinos. Ni un solo día de la semana cerraba y su espíritu emprendedor le permitió innovar en un negocio en el que empezó vendiendo pinturas, papel pintado y frisos, y porque su padre, albañil de profesión, se animó.

«Tengo un vacío muy grande. Son muchos años. Aquí metido, me pasaba las mañanas, las tardes y las noches. Solo cerraba el domingo por la tarde. Claro, ahora, me siento raro». Así describe sus emociones Fermín mientras limpia la tienda, desmonta estanterías y hace balance, al tiempo que rememora sus inicios. «Tenía 15 años y mi padre me sacó de la escuela y me puso de cara al público. Los comienzos fueron bonitos, pero había pocos medios y me refiero en cuento a la distribución. Había pocos proveedores. Traíamos de Cáceres el papel pintado y los frisos, el temple, la cal, que comprábamos en un horno de Cáceres, y usábamos el autobús». Recuerda que pedía el material por la mañana y se lo servían por la tarde.

Poco a poco, las condiciones de trabajo mejoraron y Fermín contaba con las grandes cadenas de droguería de Madrid, Sevilla y Valencia que le proporcionaban material. «Al principio solo vendía productos de droguería, pero llegó la moda de tener otros productos y los introduje. Me acuerdo en los 90 con los artículos a cien pesetas. Yo puse una línea y me fue muy bien. Fue una revolución». Pero llegaron las tiendas de todo a cien y los bazares chinos, y con esta competencia resultó difícil mantener estos géneros. Mas Fermín, rápidamente, dio un giro y completó sus existencias con artículos de pesca: «En Madrigalejo tenemos el pantano de Sierra Brava y me di cuenta que venía mucha gente a pescar y ahí encontré otra salida».

Ayer y hoy: Fermín en los años 70 y ahora.

Ayer y hoy: Fermín en los años 70 y ahora. / EL PERIÓDICO

De hecho, desde que comenzó con su negocio, Fermín lo tenía claro: que ningún vecino se fuera de su tienda sin el producto que buscaba. Por ello, no dudo en diversificar su negocio: «Era un negocio en el que había de todo y se encontraba de todo. Mi filosofía era tener de todo para que cuando viniera el cliente, lo encontrara. Si quería un tapón de corcho, lo tenía; una aguja para coser, también, etcétera».

Fermín atendiendo a sus clientes.

Fermín atendiendo a sus clientes. / EL PERIÓDICO

Ahora, con el cierre de Droguería Paredes, Madrigalejo se queda un poquito más desasistida y los madrigaleños necesitarán viajar (o comprar por internet) para conseguir determinadas existencias. «A los vecinos le da pena y me lo dicen porque yo era un comercio de toda la vida. Los pueblos se quedan solos. No se invierte aquí. Tenemos cerca Villanueva y Don Benito, y van al Carrefour o al Mercadona, o compran a través de la web. El comercio local se acaba. Por ejemplo, ahora solo queda otra droguería y un par de supermercados». Por todo ello, reconoce que mantenerse en los pueblos resulta muy difícil «en estos tiempos y una tienda como la mía supone una gran inversión; bastante dinero para llenar las estanterías». Eso sí. Ha colgado el cartel de Se alquila, por si alguien se anima a continuar su trayectoria profesional. Porque lamenta la falta de relevo, aunque afirma con orgullo que sus hijas ha optado por otros caminos profesionales, menos abnegados y, tal vez, más exitosos: «Una de mis hijas es ginecóloga y trabaja en el Hospital Materno Infantil de Badajoz. La otra está en Cristian Lay en Jerez de los Caballeros. Tienen buenos puestos de trabajo y no van a dejarlos. Yo me sacrifique para que tuvieran un buen futuro y, gracias a Dios, están muy bien colocadas».

No obstante, para Fermín se acabó el tiempo de sacrificio; el subir la persiana a las 8.30 de la mañana y cerrar a las 20.00 horas, siete días a la semana, 12 meses años. Ahora, su objetivo, además de dedicarle tiempo a la familia, se centra en disfrutar y en hacer deportes: «Todos los días salgo a correr y monto en bicicleta, que antes solo lo podía hacer los domingos por la tarde».

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