Espero y también creo que te llegarán estas letras que escribo desde mi humilde escritorio a tan ilustre espacio que a buen seguro, ocuparás. También espero, como no, que habrás festejados estas fiestas con tu padre, el mío, y primo Manuel Ángel y Diego. Menuda mesa, de máximo nivel.

Es de difícil comprensión que en apenas dos años, personas que tanto necesitamos pasasen a otra vida. También para vosotros ha debido ser harto difícil asistir desde vuestro privilegiado lugar a acontecimientos tan desagradables y de mala fe como han sucedido. Sorprendido estoy, tanto como vosotros. Aquí siguen arreglando las cosas con rezos dominicales aún a sabiendas que practican el mal. «A Dios rogando y con el mazo dando». Como bien decía uno de vosotros:«critica el cuervo lo negro». 

Nuestra navidad ha sido alegre, con una mesa donde mis chicos han sido felices. Esa es la lotería. No más. Con la emoción de los pequeños y no tan pequeños ante la llegada de Papá Noel. Pero es cierto que os recordé y os eché de menos. 

Por aquí abajo ya te digo, a mi bola y sorteando obstáculos que ponen en el camino sin encontrar explicación. Pero… eso sí. Me pediste una promesa el día que nos despedimos y aunque me cuesta la estoy cumpliendo como prometí. 

Desde nuestro nuevo lugar de residencia, un fuerte abrazo y cuida de nosotros.

«La muerte es el comienzo de la inmortalidad». (Maximilian Robespierre).