Un clásico no es exactamente lo mismo que una obra que fue escrita hace cien, doscientos o trescientos años. Goldoni escribió malas obras, y Calderón de la Barca y Lope de Vega, así que no todo lo antiguo se puede hacer pasar como oro en paño. ¿Qué es, pues, un clásico? El argentino Hernán Gené (que dirige el montaje de Tartufo el domingo en el Festival de Teatro Clásico de Cáceres) da una respuesta: "Es la obra de arte cuyos valores permanecen vigentes a través del tiempo y que nos permite reflexionar sobre ello". Al tiempo alude también David Boceta, director de otro de los espectáculos del fin de semana, Otelo, el extranjero : "Son las obras que nos han acompañado desde que nacieron y que seguirán haciéndolo cuando nosotros no estemos". Aquí van algunas de las claves de los cuatro montajes que ha programado el festival cacereño hasta el domingo.

Donde hay agravios no hay celos . Un criado que se hace pasar por señor, un señor que actúa como criado, una aristócrata que se enamora de quien ella cree criado, un turbio pasado familiar... Enredos para una de las exitosas comedias de Rojas Zorrilla. Un nuevo montaje de esta comedia se estrena hoy en la plaza de San Jorge (22.30). Es una versión llena de sonidos cubanos: los de las voces de casi todo el elenco de la compañía Mefisto, que se nutre mayoritariamente de intérpretes de la isla caribeña. "Sentíamos la necesidad de pasar de un drama a una comedia", señala Leonardo Buenaventura, productor de Donde hay agravios no hay celos . Este trabajo, dirigido por Liuba Cid, se ajusta a las pautas clásicas del verso español, a diferencia del de Fuenteovejuna , con el que debutó el grup y que utilizaba elementos de la cultura afrocubana. Su novedad es estética: todo el vestuario de época está confeccionado en Cuba con papel y cartón, desde las pelucas hasta los zapatos.

La escuela de la desobediencia . Una joven se dispone a entrar en el convento. Pero antes de que lo haga una prima suya de mayor edad le advierte que hay "un territorio único que debería explorar para poder elegir sobre su vida". Lo dice Luis Luque, director de esta obra, segundo estreno del festival (mañana, Gran Teatro, 22.00). El texto lo ha escrito Paco Bezerra a partir de dos novelas dialogadas del siglo XVII (La escuela de las jóvenes o la filosofía de las mujeres , anónimo atribuido a Michel Millot, y Los razonamientos , de Pietro Aretino).

¿Cuál es ese territorio único? El del sexo, y por extensión el de la libertad de la mujer. En escena, los personajes interpretados por Cristina Marcos y María Adánez representan dos mujeres atípicas de aquel tiempo, que ponen en tela de juicio la educación y reivindican "un espacio de libertad" en mitad de los destinos que les estaban reservados (estar al servicio del marido, de la Iglesia o ejercer de cortesana o prostituta). Ese espacio es el del placer íntimo, el del sexo entendido "como búsqueda de la belleza y el amor, no como algo oculto o turbio". Aún hoy, señala Luque, ha habido mujeres que han muerto "sin saber qué es un orgasmo o cuáles son las teclas del placer que hay que tocar".

Tartufo ¿Cómo es posible que las gentes sigan dejándose engañar por los tartufos (estafadores, desalmados, falsos devotos) de hoy? "Es increíble, sí", responde el director argentino Hernán Gené, responsable de la versión de Tartufo , de Molière (mañana en la plaza de San Jorge (22.30). La obra, estrenada en 1664, fue prohibida porque retrataba unos comportamientos reconocibles en determinadas gentes. Esos comportamientos no han desaparecido de nuestras costumbres. "Cuánta gente prefiere quedar como ignorante antes que reconocer que está siendo víctima de un engaño", señala Gené, que recuerda cómo los políticos de hoy engañan y a pesar de ellos se les sigue votando. "Podría aplicarse ese refrán sobre preferir lo malo conocido que lo bueno por conocer", añade.

Gené vino hace quince años de Argentina, donde nació, y sucesivas ofertas laborales le hicieron establecerse en España, donde interpreta, dirige y da clases en su propia escuela de teatro en Madrid. "No me han dejado volver. Me dan premios, trabajo... este es un país generoso conmigo", afirma. Su Tartufo está ambientado en la década de los años 20, como subraya la banda sonora de música de jazz y los códigos de interpretación expresionista y melodramática propios del cine mudo. Desde luego, el escándalo que se produjo en el estreno de la comedia no se ha repetido con esta versión. "Vivimos en un mundo --explica Gené-- en el que los artistas gozamos de una gran libertad y puedes hablar sin causar grandes molestias. Y es de agradecer esta libertad porque conozco actores que en otros países tienen que trabajar con chaleco antibalas".

Otelo, el extranjero . De las cuatro obras relacionadas con Shakespeare que pueden verse en el festival, dos de ellas del propio autor y otras construidas con textos del bardo inglés, Otelo, el extranjero (domingo, plaza de San Jorge, 22.30) es la única estrictamente escrita para el teatro. En su versión, La Chanza le da la vuelta al argumento de más reconocible: el de un hombre carcomido por los celos, para acentuar su condición de "extranjero de sí mismo", lo que lo vincula a un aspecto determinante de la sociedad actual: la falta de raíces de una parte de los ciudadanos. Casi se puede decir que esta visión es una consecuencia de los creadores del montaje (Diego Toucedo, Raúl Prieto y David Boceta): fueron extranjeros que llegaron a Madrid de otras regiones españolas, y viven en una ciudad que es un "crisol de culturas y gentes", afirma Boceta, director del montaje. En sus trabajos anteriores (Los emigrados , De noche junto a los bosques ) ya se encontraba esa fijación con las consecuencias de ser extranjero. A partir de ahí, han incorporado al texto de Shakespeare guiños y frases de El extranjero , la novela de Albert Camus. "En Otelo --explica Boceta--, todos los personajes ven que sus vidas, lo que han forjado en ellas, se ha desmoronado y se encuentran sin asideros". Con este montaje, los fundadores de La Chanza volvían a reunirse después de desarrollar trabajos individuales (Boceta y Toucedo forman parte de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y Prieto, del Teatro de la Abadía). No querían dejar un proyecto personal como el de este grupo, en el que plasman su idea del teatro: llevar a escena clásicos para darles una visión actual desde un estilo que "prescinde del artificio y se centra en el actor y la palabra".