Alguien me alcanza un papel entre las sombras. Me tiembla el pulso al pensar que es el único medio que tengo de hablarte. Los superiores nos han asegurado que esta vez no habrá complicaciones y la correspondencia llegará a su destino. La última entrega no pasó la frontera y el enemigo se apropió de nuestras cartas. También, algunas veces, nos apropiamos de las suyas. Ellos, como nosotros, tienen miedo y escriben a sus novias, a sus madres, a sus mujeres hablándoles del sufrimiento de los meses vividos en lucha. Lo expresan en distinto idioma pero con las mismas palabras.

Amor mío, sigo vivo. Cada día comprendo menos los motivos de esta guerra y las causas que me han llevado a estar aquí, combatiendo. En este tiempo de miseria y muertes nada ha cambiado. Dicen que pronto recibiremos buenas noticias, que llegará la orden de tregua, pero nadie lo cree. Nos mantenemos en nuestra posición a costa de haber perdido a muchos hombres. Los días impares hago guardia en una de las cuatro trincheras principales. Estamos más de doscientos soldados por trinchera, pero me siento solo. En todos los rostros amigos hay desesperanza, cansancio, miedo. Sólo tu recuerdo evita que abandone. La guerra es una condena no sólo por sí misma, sino también por tu ausencia, por la gran falta que de ti siento.

La semana pasada arranqué una flor en mitad de esta nada, pero se ha marchitado antes de poder enviártela. Temo que tú también te hayas marchitado antes de que yo regrese, que pierdas la esperanza en mi vuelta, que me olvides con el paso de los días, las semanas, los meses. No sufras, resiste. No permitas que la distancia te destruya o te quite lo más necesario: la memoria. Sé fuerte, como yo intento serlo. Tu recuerdo es lo único que me da valor, lo único que tengo contra esta dura prueba del destino.

TE ESCRIBO a la luz de una vela. Y, como la vela, en ocasiones siento que me consumo. Lo peor son las noches. El bombardeo del odio suena a lo lejos. En los compartimientos hace un frío mortecino. Nadie puede dormir en mitad de este infierno congelado. Algunos compañeros salen de sus pesadillas dando gritos, temblando. Otros fuman un cigarrillo tras otro, pensativos, en silencio. Otros beben con gran desesperación el poco alcohol que nos llega. Yo canto en voz baja. Sólo así logro conciliar el sueño.

Mi compañero de litera besa todas las noches la fotografía de su madre, llora y reza entre dientes. Mi forma de rezar es cantar, cantar para ti, cantar imaginando que me escuchas. Cuando tengo miedo, cuando creo volverme loco. Algunas noches amanece y yo aún sigo cantando nuestra canción en voz muy baja, para mis adentros. Las horas se repiten y ya no distingo en qué día vivo. Hay barro, llueve sin parar afuera y salgo a por los heridos, a por los muertos, arrastrándome, sorteando barricadas, aguijones de acero, la metralla que silba. Ese silbido es el comienzo de todo esto, de la misma manera que puede ser el final. No lo pienso. No quiero pensarlo. Yo puedo ser el siguiente, pero canto para ti. Voy a por ellos con una canción en los labios, nuestra canción.

AHORA comprendo lo afortunados que éramos. La dicha que poseíamos al poder compartir nuestras vidas sin nada que nos apartara al uno del otro. Resiste, amor mío. Esta separación es sólo física. Más allá de nuestros cuerpos hay una fe en el reencuentro posible, debe haberla. No olvides el futuro común que hemos planeado juntos. No olvides que te amo. Nos casaremos en la vieja Ermita y reconstruiremos la casa de mis padres. Tendremos una hija con tus ojos y tu alegría.

Todo ha quedado en silencio por unos instantes. Hay cambio de turno en la guardia de primera línea y nuestra compañía es una de las que debe avanzar. Tengo poco tiempo. La luz de la vela cada vez es más tenue. La compañía que nos precede ya se ha puesto en marcha. Vuelven a sonar los disparos, hace frío. En mi cabeza se mezcla tu recuerdo con el sonido de las explosiones. Tengo miedo. Tengo miedo de no poder volver a verte. Eres tan hermosa.

Si no regreso, vive. Y no olvides que te quise hasta el último momento de mi lucha, que soñé día y noche con regresar a tus brazos, que caí con nuestra canción en mis labios. Bésalos, y besarás las últimas notas que imaginé para ti en mitad del campo de batalla. Te amo tanto.