De las series de culto a las series de cultos. Las sectas destructivas -que por desgracia solo aparecen en las teles en casos de suicidios o abusos de menores- se cuelan en las pantallas a través de las series, con El cuento de la criada (cuya tercera temporada se estrenó el jueves en HBO) como mascarón de proa.

Basada en una novela de Margaret Atwood, El cuento de la criada se ha convertido en un fenómeno global, con la túnica roja y cofia blanca de las criadas como símbolo del movimiento feminista. Inspirada en la cruzada de Ronald Reagan a favor de los valores familiares, la autora creó un futuro distópico en el que un gobierno ultrarreligioso, los Hijos de Jacob, se hace con el control de Estados Unidos tras acabar con la vida del presidente y de buena parte de los congresistas. A partir de ese momento establecen un nuevo régimen, la República de Gilead, construido a partir de una interpretación extremista de la Biblia. En un contexto en el que la tasa de natalidad se desploma en todo el mundo, convierten a las pocas mujeres fértiles en criadas. Les arrebatan a sus hijos y los dan en adopción a familias ricas y a ellas las ponen a servir en otras casas para que sean fecundadas por los señores de la familia.

Existen muchos paralelismos entre la ficticia Gilead y sectas fundamentalistas reales. Lilia Tawara, nieta del fundador de Gloriavale (condenado varias veces por abusos sexuales), logró escapar de ese mundo opresivo y relatar el infierno que vivió. En esa comunidad neozelandesa, las mujeres no solo vestían atuendos muy similares a los de la serie, sino que sufrían un control, sumisión y abusos inquietantemente parecidos.

Elisabeth Moss, la sufrida protagonista de El cuento de la criada, se crió precisamente en una secta, la Cienciología, seguramente la más presente en la industria audiovisual actual. Desde South Park hasta Nip/tuck le han dedicado capítulos al culto que profesan John Travolta y Tom Cruise. Paul Thomas Anderson se adentró en los orígenes de esta secta con The master, con la que ganó el premio al mejor director de la Mostra de Venecia, rebautizando al grupo como La Causa para ahorrarse problemas legales. Lo mismo hicieron los creadores de El mentalista en la relación de Patrick Jane con Visualize, parodia del grupo creado por L. Ron Hubbard. O también los de The path, seguramente la serie que ha hecho un acercamiento más ambicioso a cómo funciona una secta. Con Aaron Paul (el eterno Jesse Pinkman de Breaking bad) como protagonista, aborda aspectos como la manipulación, luchas de poder, dudas y tensiones que surgen en el seno de estos grupos.

La mejor manera de conocer los entresijos de la Cienciología es Going clear, documental en el que exmiembros como Paul Haggis (el director y guionista, que ganó sendos Oscar por Crash, fue adepto durante 35 años) desvelan cómo funciona esta multinacional del engaño creada por un escritor de ciencia-ficción que un día proclamó: «Voy a crear una religión porque ahí es donde está el dinero».

La marea roja

En el ámbito del documental, la gran sensación del año pasado fue Wild wild country. Esta magnífica docuserie de seis capítulos es el vibrante relato del desembarco en un pequeño pueblo de Oregón (EEUU), a principios de los 80, de los adeptos de Osho, uno de los gurús más influyentes del boom orientalista y que pregonaba el amor libre. La marea roja (el color que vestían los seguidores de Baghwan Shree Rajneesh) creó su propia ciudad, Rajneeshpuram, e intentó conquistar el gobierno del condado empadronando a sintecho de todo el país. Un plan orquestado por Sheela, secretaria personal del gurú y portavoz de la secta, que se convierte en la gran protagonista de la serie. Esa mujer enjuta dejó el grupo tras intentar envenenar a toda la ciudad de The Dalles, provocar un incendio y tratar de asesinar a un fiscal y a un miembro del grupo.

Sheela se marchó acusando a Osho de haber «engañado» a sus fieles «explotado a la gente aprovechándose de su fragilidad y emociones». Ese es el único reproche que se le puede hacer a este documental colosal. Que, para no importunar a la estrella de la serie, no expliquen cómo engañaron a los fieles.

Con el mismo formato que Wild wild country (miniserie de seis capítulos), pero adaptando los hechos a la ficción, Paramount se adentró en otra comunidad que sacudió con todavía más fuerza EEUU: los davidianos. Veinticinco años después, Waco intenta reconstruir lo ocurrido en aquella comuna tejana guiada por el polígamo mesías David Koresh. El FBI detectó en 1993 que aquel grupo escindido de la Iglesia Adventista del Séptimo Día estaba acumulando un arsenal de armas y se presentó a las puertas del rancho Monte Carmelo acusando a los davidianos de abusos sexuales a menores y tenencia ilícita de armas. Intentaron entrar en el templo davidiano pero, ante la negativa del líder -que estaba dispuesto a «hacer frente a los ejércitos de Babilonia»-, empezaron un sitio que duró 51 días y terminó con 76 muertos. La pregunta, que la serie intenta responder con un reparto capitaneado por Taylor Kitsch (John Carter y X-Men), sigue siendo quién disparó primero.

El trayecto audiovisual de las sectas en las series no se puede cerrar sin ver en Netflix el hipnótico Holly hell. Un documental único porque está basado en más de 20 años de grabaciones de Will Allen, director del filme y exadepto de The Buddhafield, que registraba sin parar al megalomaníaco líder de nombre cambiante. Adicto al maquillaje y a la cirugía estética, el gurú que decía ser un canal para llegar a dios era un manipulador que vivía como dios a costa de sus devotos. «Un actor frustrado que realizó el papel de su vida», sentencia una adepta sobre un hombre cuyo mayor logro cinematográfico fue aparecer un segundo en La semilla del diablo, que abriría la veda de las sectas en el mundo audiovisual.

Magnetismo de Manson

El asesinato de la actriz Sharon Tate y la figura de su verdugo, Charles Manson, siguen generando una magnética atracción. Damon Herriman, que encarna al célebre asesino en el último filme de Quentin Tarantino, hace doblete en la segunda temporada de la inquietante Mindhunter, de David Fincher. Aquarius, con David Duchovny al frente y Gethin Anthony en la piel del magnético líder, se adentraba en el auge de la secta de La Familia y en sus crímenes. En The following, Joe Carroll es un Manson moderno que crea una red de asesinos con ayuda de las redes sociales, señalando cómo internet ha expandido los tentáculos de las sectas.