«Si por Godot hubiera querido decir Dios, habría dicho Dios y no Godot». Quién sabe qué esperan estos dos, Vladimir y Estragon, Estragon y Vladimir en esta obra en la que nada ocurre dos veces, como dijo, en una crítica famosísima, Vivien Mercier: «[’Esperando a Godot’] ha logrado una imposibilidad teórica: una obra en la que no pasa nada, que sin embargo mantiene al público pegado a sus asientos. Es más, dado que el segundo acto es una repetición sutilmente diferente del primero, ha escrito una obra en la que no pasa nada, dos veces»!.

Vladimir: ¡Qué! ¿Nos vamos?

Estragon: Sí, vámonos.

No se mueven.

Tardé mucho en amar a Beckett. 

Y tardé aún más en darme cuenta de que una obra que leí por obligación en la carrera de Periodismo (y que me pareció desesperante y angustiosa) me ha ido acompañando toda la vida. Me ocurrió lo mismo con ‘Stalker’, de Tarkovski: la primera vez despotricas y, sorpresa, te descubres meses después pensando en ella. Y más meses después. Y otros días.

No esperamos a Dios ya en este 2021. Esperamos una vacuna universal (la del coronavirus) mientras vemos titulares referidos a otras vacunas que también esperamos: «Una vacuna contra el VIH mejora el control del virus cuando se retiran los antirretrovirales» y sigue: «El candidato a vacuna HTI, de AELIX Therapeutics, consigue en un ensayo clínico que un 40 % de los participantes que han recibido el fármaco controle mejor el virus cuando se les retira temporalmente el tratamiento antirretroviral. En cambio, solo un 8 % de los que han recibido placebo lo consigue».

Por eso, Juan Díaz ve a su personaje, a Lucky, como una especie de científico. A Lucky lo lleva su amo atado por una soga. Lucky solo dice dos frases: «Además, respecto a…» y luego comienza (en traducción de Ana María Moix): « Dada la existencia tal como demuestran los recientes trabajos públicos de Poinçon y Wattmann de un Dios personal cuacuacuacuacuacua de barba blanca cuacua fuera del tiempo del espacio que desde lo alto de su divina apatía su divina atambía su divina afasía nos ama mucho con algunas excepciones…». 

Y sigue, no se crean. Lucky es un misterio.

ESTRAGON: ¿Y qué hacemos ahora?

VLADIMIR: No sé.

ESTRAGON: Vayámonos.

VLADIMIR: No podemos.

ESTRAGON: ¿Por qué?

VLADIMIR: Esperamos a Godot.

ESTRAGON: Es cierto.

Con bombines, con sogas, en las tierras de Pozzo, esperan a Godot, al que no conocen, o solo un poco y del que no sabemos nada. Somos los espectadores los que esperamos a Godot, decía Beckett. Y Pepe Viyuela dice que, aunque sea el clásico más representativo de lo que se dio en llamar «teatro del absurdo», «es menos absurda que la propia vida y que la propia encuentra. Uno encuentra dentro de la lógica de los personajes toda la coherencia que podemos tener los seres humanos, que no es demasiada. Está hablando de hechos absolutamente cotidianos, de cosas que nos pasan todos los días y, bueno: hay efectos muy extraños producidos por la desmemoria de los personajes, pero quién no es desmemoriado y quién no olvida, quién no pierde de pronto la noción de lo que está viviendo».

Repito, para que se detengan: Quién no pierde, de pronto, la noción de lo que está viviendo.

La discusión académica en torno a ‘Esperando a Godot’ ha venido girando en los últimos treinta años para hablar de los límites de la modernidad y su pérdida de poder, de la posmodernidad y el desamparo del hombre posmoderno, de cómo mostrar, en 1952, lo descarnado de la condición humana, la permutación, la designificación, la destotalización, la destemporalización, la duda.

Porque Vladimir duda de manera sistemática, vital y comprometida. Y Estragon… Estragon no hace nada: solo dormir y comer tubérculos. No en vano es un poeta.

«VIadimiro y Estragón, ¿qué son en realidad, bajo su inmediata apariencia de payasos circenses? Yo los veo como un subproducto grotesco de la pareja Don Quijote-Sancho: la complementaria oposición entre la conducta según la inteligencia y el ideal y la conducta según los sentidos y la realidad. Entre Pozzo y Lucky hay una relación de utilización y dominio; entre VIadimiro y Estragón, una relación de complemento y educación. Un VIadimiro educador y un Estragón vIadimirizado son los que esperan a Godot. Juntas las dos parejas, la humanidad entera. Estragón inventa el truco de ir llamando a Pozzo con distintos nombres. ‘¡Abel! ¡Abel!’, y Pozzo responde: ‘¡Aquí estoy!’. Y luego: ‘¡Caín! ¡Caín!’. La misma respuesta: ‘¡Aquí estoy!’. Comenta Estragón: ‘La humanidad entera’». Lo escribió Pedro Laín Entralgo cuando en los periódicos había bombines y se hablaba de Godot. 

Godot no es Dios, o Beckett no quiso que fuera Dios y se ha dicho que es Dios o la esperanza o el sentido de la vida, pero quizá quien puede lo más, puede lo menos y lo más prudente es esperar a ver qué nos dice Godot, que es un conocido al que tampoco es que conozcamos mucho y al que, si vemos por la calle, no reconoceríamos y que tiene unas ovejas y al muchacho que apacienta las ovejas no le pega, pero a su hermano sí, y al final nos habla de los amigos.