José María (Chema) Escribano Fernández, ‘transeúnte’ artista polifacético de la arquitectura, el teatro y la fotografía, inauguró esta semana una interesante exposición fotográfica sobre la transformación de su visión de la imagen -que reúne la complicidad entre el autor y la obra que lo acompaña- durante 50 años de trabajo, en la que amplía su campo de observación para conseguir transmitir sus emociones frente a cada momento, mostrándonos el placer de la comunicación con el motivo, paisaje o instante que le ha impresionado en su recorrido cultural por los diferentes lugares -Madrid, Cáceres, Alicante, Trujillo, Sevilla, París, La Habana…-, siempre a través del objetivo.

Pero en Escribano -nacido en Cáceres hace 75 años-, además de esta exposición, organizada por la Consejería de Cultura en la Sala Europa de Badajoz, que celebra el medio siglo de trabajo fotográfico hay que destacar también, aprovechando la efeméride de esos años, los importantes trabajos culturales que durante este tiempo ha realizado -armonizados en su trayectoria artística- desde su profesión de arquitecto y de su gran vocación por el teatro (uno y otro reflejados también en las fotografías).

Como arquitecto, desde su trabajo en la Diputación cacereña emprendió una importante labor en el diseño y la construcción -con espacios muy aptos para las actividades artísticas- de numerosas casas de cultura en esta provincia. Entre ellas, la esmerada versión del Corral de Comedias de Garrovillas de Alconétar, que fue un hito en su carrera. Porque el singular teatro diseñado por Escribano, a imagen de los del siglo de Oro, es el único en su forma integral de los pocos que existen hoy en España, ya que está concebido con los tres niveles de altura en los que -generalmente- funcionaban los corrales originales. Al famoso Corral de Comedias de Almagro, que solo cuenta con dos niveles, le falta el espacio alto donde se celebraban las tertulias. Sin embargo, esta joya de teatro en Garrovillas, ubicada en una las más bonitas plazas porticadas de Extremadura, es bastante desconocida todavía. Penosamente, está muy desaprovechada en la realización de prestigiosas actividades teatrales desde 1989 que se inauguró.

Como hombre de teatro, Escribano, desde 1968 estuvo vinculado al mundo de la escena universitaria e independiente madrileña, participando como actor y director en sus certámenes y en los Ciclos de Cámara y Ensayo, organizados en el Teatro Español y el Teatro Marquina. En el Certamen Universitario de 1971 obtuvo el premio a la mejor dirección con la obra ‘El amor de don Perlimplin’, de Lorca. Durante la década de los 70, colaboró en la compañía del Real Coliseo Carlos III del Escorial, codirigiendo junto a su titular Álvaro Custodio. Y ya en Extremadura, a partir de los 80, fundó un Centro Dramático Universitario en Cáceres, montando obras de Cervantes y García Lorca. En esos años, colaboró con el Centro Dramático de Badajoz en su Festival Nacional de Teatro Contemporáneo, haciéndose cargo de su extensión a Cáceres, en un momento de gran auge teatral extremeño (la edición de 1985 se realizó descentralizada por 30 poblaciones, con la asistencia de más de 36.000 espectadores). A partir del 2000 sus creaciones teatrales han sido ocasionales. La última en el Festival de Badajoz 2010, con ‘Medea material’ de Müller (donde destaca su escenografía).

Como fotógrafo, Escribano desarrolló su primera actividad en el Madrid de los 70, donde coincidió con fotógrafos de la ‘Escuela de Madrid’ en la Real Sociedad Fotográfica y donde obtuvo premios. En 1975, presentó la primera colección individual en la galería Forma2. A partir de entonces, sus colecciones recogieron temas iconográficos, conceptuales y documentales, altamente sugerentes, con una rígida carga compositiva y de gran plasticidad, desde el muñeco, la máscara, el rostro humano, la naturaleza muerta y el desnudo. Este material será después utilizado en sus Arquitecturas Clonadas y en sus ArquiTexturas, series que se repetirán hasta la actualidad.

En la evolución de su obra se aprecia que, si bien en los primeros años hubo un compromiso con temas sociales reivindicativos, en las etapas sucesivas sustituyó dicha necesidad por la libertad de experimentar en otras temáticas (sin abandonar los reportajes sobre escenas teatrales y de cine). Así, avanzó en lo figurativo, pasando por la búsqueda de la anécdota en el paisaje urbano, en el análisis de las formas y la particular concepción de la belleza. Su capacidad para elegir y aislar el fragmento es, quizás, la constante que le hizo encontrar el equilibrio de su reflexión entre el concepto y la forma, su visión seriada en la lectura personal de los elementos que configuran y alteran los diferentes ambientes y paisajes visitados. La catedrática de Historia del Arte María del Mar Lozano ha escrito en el catálogo de la exposición que Escribano es un personaje «versátil» que ha sabido «construir y palpar con la fotografía el sueño utópico de un arquitecto»