Música

Sôber: "Si en TikTok no hay nada de rock, cómo van a saber los jóvenes que existimos"

El grupo liderado por Carlos Escobedo celebra 30 años de carrera regrabando su álbum debut: este viernes, lo presentan en Live Las Ventas de Madrid

Uno de los primeros conciertos que Sôber dio aún bajo el nombre Sôber Stoned.

Uno de los primeros conciertos que Sôber dio aún bajo el nombre Sôber Stoned. / soberband.com

Pedro del Corral

Rock de masas. Rock por necesidad. Rock para respirar. Rock a gritos. Rock sin dudas. Sôber lleva 30 años haciendo del arte una tabla salvavidas. En su música no hay dobleces ni titubeos. Por ello, precisamente, no han dejado de sonar auténticos. La banda encabezada por Carlos Escobedo ha sabido proteger su esqueleto frente a los vaivenes del mercado y las exigencias de la industria. Han evolucionado, claro. Pero sin poner en jaque los cimientos que levantaron en 1994. Siguen siendo crudos, voraces, eclécticos… Para celebrar su trigésimo aniversario, han regrabado su primer cancionero. Aquel que, pese a los embistes que sufrió, les bautizó como uno de los 'pelotazos' más deseados del rock patrio. Este viernes, lo presentan en Live Las Ventas de Madrid como antesala de una gira en la que también tocarán Savia y Skizoo, las formaciones que nacieron durante un parón circunstancial.

La banda se formó en 1994, pero su primer elepé no vio la luz hasta 1997. En parte, por culpa de una estafa.

Sí, de tres personas: el productor, el director de PolyGram y el dueño de un estudio. Sacaron en nuestro nombre un adelanto de SGAE en concepto de autoría equivalente a 1.600.000 pelas, un movimiento que hoy está prohibidísimo. Hasta que realizaron la triquiñuela, estuvieron dándonos largas para grabar el disco. Al final, lo hicimos en un fin de semana. Corriendo, de prisa. De ahí que, en realidad, suene más a una maqueta que a un álbum. El sonido, por ejemplo, dejaba que desear. Fue un momento oscuro porque abusaron de nuestra inocencia.

Este 'Retorcidos', por tanto, es una manera de hacerle justicia.

Exacto. Nuestro debut no terminó de reflejar la realidad que vivíamos. Había peña que, incluso, nos decía que sonábamos mejor en directo que en estudio. Estos comentarios nos daban subidón y, a la par, nos hacían reflexionar. Ahora, hemos conseguido quitarnos aquella espinita.

Sôber, en una imagen promocional de 'Retorcidos'.

Sôber, en una imagen promocional de 'Retorcidos'. / Cedida

Por aquel entonces, ¿ya tenían claro el sonido que buscaban?

Queríamos mucha batería y mucha guitarra. Sin olvidar la parte melódica vocal. Por lo que, sí, supimos hacia dónde dirigirnos. Si bien empezamos cantando en inglés, no me sentía demasiado realizado. Así que, al poco, decidimos pasar al castellano. Un salto que me permitió sacar lo que llevaba dentro. Ese fue el instante en el que todo cuadró.

¿Hay alguna canción que les haya sorprendido al revisitarla?

'Brazos altos, caras bajas'. Creo que no se la trató debidamente. Tenemos temas muy cañeros, pero también nos gustan los medios tiempos. 'Náufrago' es un buen ejemplo. En este caso, faltaba la atmósfera que tanto nos caracteriza: matiz épico, estribillo claro, apunte de cuerdas… Es uno de los que más ha rejuvenecido.

30 años de éxitos, carreteras, retos, bajadas… ¿Cuál es la fórmula para resistir?

No la hay. Un grupo es como un matrimonio: firmas los papeles al principio, pero luego hay que regarlo a diario. Nos gustan los desafíos y, cada equis tiempo, nos marcamos uno. Por ejemplo, hace cuatro años, decidimos hacer una gira sinfónica. Con este disco, hemos echado la vista atrás y, por suerte, hemos cambiado más física que filosóficamente. La pasión sigue intacta y, para mí, es lo que nos ha mantenido vivos.

El parón que dio lugar al nacimiento de Savia y Skizoo les vino bien.

Si no lo hubiésemos hecho, tal vez hoy no estaríamos aquí. Qué vital fue esta decisión. Nos permitió coger aire y poner los pies en la tierra. Cuanto más éxito comercial teníamos, peor estaba. Me agoté emocionalmente. No parábamos y me preocupaba la voz.

¿Se sigue haciendo en 2024 el rock de 1994?

En aquella época, vivimos una eclosión de bandas y la variedad era enorme. Cosa que, en la actualidad, no. No hay tantas salidas para proyectos noveles. Cada vez cuesta más que surja uno nuevo, grabe, toque y tenga constancia. He visto algunos que, al no haber llegado al objetivo marcado en seis meses, se han disuelto. No hay duda de que las redes sociales dan proyección, pero te diluyen entre una oferta inmensa. Para mí, es más complicado hacer rock hoy que antes.

Es prácticamente imposible encontrarlo en las disputadísimas listas de reproducción. Si éstas son un reflejo de consumo, ¿quiere decir que ya no interesa?

No lo creo, público hay. Nosotros dimos el salto al 'mainstream' porque hubo radiofórmulas que, al ver la ola que estaba despuntando en Estados Unidos, decidieron apoyarnos. Una vez el rock se posiciona, se vuelve tan viable como cualquier otro género. Sôber, por ejemplo, tiene 100.000 mensuales en Spotify y está llenando aforos de 3.000 personas. Lo curioso es que haya artistas con 500.000 que, a la hora de la verdad, no vendan 100 tickets. Entonces, me pregunto: ¿no será ésta una estrategia de las plataformas para llevar a su terreno música que consideran reciclable? Antes se hacían himnos que perduran… Por eso, precisamente, estamos aquí.

Hace 20 años, era habitual oír en Los 40 Principales a Dover, Linkin Park, Evanescence… ¿Por qué ya no?

El próximo 7 de junio estaremos junto a Evanescence en el festival Alma Occidental de Madrid. Cómo molan los 'remember'… pero, en serio, ¿no ha pasado nada en el rock en estas dos décadas? Estaría genial una renovación generacional que se enganchase a otro Sôber y les siguiera la pista. Dicho esto, creo que esta etapa ya pasó. Llegó un punto en que las radios, que eran las que mandaban antes, decidieron no poner más guitarras distorsionadas y se acabó.

Hay quien se ha atrevido a decir que el rock murió hace tiempo. ¿Alguna vez lo ha estado?

No. Es cierto que tuvo un pico, pero siempre ha tenido su poso. Hay bandas como Iron Maiden que he visto en Las Ventas con 7.000 personas y, de repente, ahora reúnen a 50.000 en el Wanda. Se trata de un género tan auténtico que ya le llegará su turno. A pesar del que funciona muy bien en vivo, me falta un repunte de nuevos nombres.

¿Cree que, de algún modo, ha perdido su proyección social y política?

Si echamos un vistazo a la lista 'Novedades del rock', el 80% no lo es. No tienen la filosofía y la reivindicación de antaño. Esto ha desaparecido.

¿Puede ser apolítico?

Claro. En Sôber, aunque tenemos ideas diferentes, utilizamos la música para expresar nuestras emociones. Por supuesto, me encantan los grupos que sí están más posicionados.

¿Cómo lleva que cada vez más padres vayan a sus conciertos acompañados por sus hijos?

Flipante… y el número no para de aumentar. Una vez, mi hija se trajo a sus amigas a un bolo nuestro y les encantó. Con 20 años no tienen posibilidad alguna de escuchar rock... Ese es el gran hándicap. Si en Tiktok no hay nada de rock, cómo van a saber los jóvenes que existimos.

¿Qué le sigue inspirando?

Sobre todo, me gusta mirar dentro de mí. Aunque, de vez en cuando, me dirijo a la sociedad desde un prisma más pragmático. Hace poco, por ejemplo, escribí mi primera canción para un videojuego: 'Oxide Room 208'. Cuando el creador me contactó, le pedí que me contase toda la historia detrás de él para ponerme en la piel de la protagonista. En dos semanas, estaba lista.

¿Qué le pide a la vida?

Virgencita, déjame como estoy. Sigo viviendo de lo que me hace feliz, ¿a qué más puedo aspirar?