Lo importante es que, a su edad, y habiendo cambiado varias veces de ciudad a sus 9 años, Aimar Úriz se divierta jugando al baloncesto y haga amigos. Es el hijo de Ricardo Úriz, el base del Cáceres Patrimonio de la Humanidad, que se ha incorporado a la cantera del club, radicada en el colegio San Antonio.

Padre e hijo pasaron ayer un rato extra juntos. El jugador fue invitado a dirigir un entrenamiento en el equipo alevín en el que milita Aimar, nacido en San Sebastián. Los parecidos entre ambos resultan evidentes, aparte de en la mera fisonomía. El chico entra a canasta, bota y se pasa el balón por debajo de las piernas con enorme naturalidad. Es todavía benjamín, pero juega con chicos un año mayores que él y no desentona.

«Se nota que ha visto mucho baloncesto desde niño. Se fija en muchos detalles de su padre, está claro», cuenta el habitual entrenador de Aimar, Javier Salas, que es también ayudante en el Cáceres Patrimonio.

«Lo que tienen que hacer a su edad es disfrutar», zanja Úriz padre, que estuvo un rato largo intentando transmitir a los asombrados chavales sus enseñanzas a través de pequeños juegos. Tanto él como su compañero Niko Rakocevic pasaron parte de la tarde entre las pistas del colegio antes de ir a entrenar a las órdenes de Roberto. También andaba por allí Izan, el niño mediano de Úriz y que está en la escuela Babybasket, donde también acudieron los dos profesionales para chocar manos e invitar a todos al próximo partido en casa. Hay un tercero de la saga, pero es demasiado pronto para el baloncesto para Julen, que todavía no ha cumplido los dos años.