Dos meses. Ese es el tiempo que la raqueta de Alberto Barroso ha descansado en la bolsa de deporte. Durante esos 60 días las ganas de volver a empuñarla eran muchas, pero no se podía. Ese castigo terminó el día 11, cuando Extremadura entró en la fase 1 y el tenis estaba entre las actividades deportivas permitidas. Pero Montijo amaneció cubierto de nubarrones y una continúa lluvia. Pero al final, entre las nubes apareció el sol y no lo desaprovechó...

Las sensaciones, confiesa Alberto Barroso (Montijo, 1996), «fueron muy raras». Al menos pudo calmar el ‘mono’ de tenis, aunque la lluvia no le dio demasiado margen la semana pasada. Ahora ya está de nuevo en Alicante, en la Academia de Tenis de David Ferrer, donde se entrena desde que volvió de Estados Unidos. Al otro lado del charco, en Tampa (Florida), ha pasado cuatro años estudiando (Comunicación y Marketing) y jugando al tenis, «algo que no hubiese podido hacer en España», dice él, feliz por volver a poner en marcha la búsqueda de su sueño. «Ha sido una experiencia que tanto a nivel personal como deportivo me ha hecho mejor. Y eso que tenía muchas dudas al principio. Me habían comentado que no se entrenaba tan bien allí, pero cuando llegué acabé encantado».

UN AÑO PARA CRECER / El 2020 estaba siendo un gran año para Barroso. «Era el primero que por fin podía jugar toda la temporada y tenía muchas ganas». Había hecho una gran pretemporada y el inicio estaba siendo «muy bueno»: unas ‘semis’, tres cuartos de final y, en dobles, campeón en un torneo y finalista en otro. Estaba siendo un años «súper positivo» hasta que tuvo que volverse a toda prisa de Faro (Portugal), donde estaba jugando un torneo, cuando se decretó el estado de alarma.

Esa dinámica se ha cortado y tocará volver a empezar de cero. «Estoy un poco decepcionado porque no será fácil que juguemos más este año; un poco triste porque esto se vaya a acabar de esta manera», insiste. Oficialmente no está suspendida la temporada de tenis, aunque su futuro, como el del resto de deportes, es muy incierto.

El 2020 le debía servir a Alberto para da un paso al frente en el ranking ATP (actualmente es el 847 en individual y el 471 en dobles) y así el próximo curso disputar todo el circuito Challenger, el paso previo a los torneos ATP. «Mi objetivo para este año era acabar en el top-400». Ahora, con la temporada en el aire, asume que tendrá que aplazar un año los retos que se ha marcado ir superando. No le inquieta demasiado, es joven (23 años), «y ahora la carrera de los tenistas se alarga hasta los 35-36».

Por supuesto, al final del camino, está codearse con los grandes y participar en uno de los Grand Slam del circuito. «Ójala dentro de tres o cuatro años me vuelvas a entrevistar para preguntarme cómo me ha ido en mi primer Grand Slam». Ya sabe lo que es estar en uno de los torneos grandes del tenis. Lo hizo en la competición júnior, en Roland Garros en el 2014. «¡Uf!, fue una experiencia inolvidable. Claro que me gustaría volver, para eso trabajo, es mi sueño».

Los dos meses sin tenis se han hecho largos -«han sido duros»-, pero han permitido al tenista montijano pasar mucho tiempo con la familia, algo que llevaba varios años sin hacer. «Lo máximo, una semana o semana y media, la típica que vas de vacaciones. La verdad es que, por esa parte, se agradece, pero no ha sido fácil, sobre todo cuando escuchas las noticias con la gran cantidad de muertos y contagiados».

Aunque hasta el lunes no pudo volver a jugar al tenis, no ha descuidado en ningún momento el aspecto físico, con entrenamientos personales y siguiendo las instrucciones que le llegaban desde la academia, a la que ahora ha vuelto. Lo hace con dudas, pero feliz. Vuelve a iniciar el camino hacia su sueño, para el que este año cuenta, remarca, con la ayuda de tres empresas montijana, Fuensana Bio, Construcciones Joaquín Pérez Arroyo y Green Spirit. «Sin ellos sería imposible, el tenis es un deporte caro», concluye Alberto, con muchas ganas de de trabajar para recorrer el largo camino hacia el éxito.