El 2020 no lo pudo empezar peor el Villanovense. Encajó una dura goleada en Cáceres ante el Diocesano, 5-1 en la peor tarde para los serones de toda la temporada. Dos goles de Javi Bernal en los minutos finales convirtieron una derrota posible en un batacazo incomprensible viendo ambas plantillas. Ese varapalo -que impidió a los serones ser campeones de invierno- precipitó el adiós de Pepe Masegosa, el entrenador que había comenzado como un tiro la liga pero que tras la derrota en casa ante el Cacereño no supo levantar el ánimo y darle mejor fútbol a los suyos. Pudo faltarle mano dura a un técnico que fue todo un señor dentro y fuera del campo, pero al que este Villanovense se le pudo quedar grande.

Llegó entonces Javier Álvarez de los Mozos, con el partido intermedio ante el Valdivia, que sirvió para presentar a otro de los que cambiaría la cara al Villanovense, Casi. Después llegaron hombres determinantes, Cristo, Ruano, Mamau… Calidad, galones y saber hacer.

El equipo pinchó en Olivenza por 2-0 con el técnico burgalés recién presentado, pero ya no volvió a perder más. Es más, ya no volvió a encajar más de un gol y no dejó de marcar en los nueve encuentros siguientes.

PLUS DE INTENSIDAD

De los Mozos, con fama de exigente, le dio al equipo un plus de intensidad, supo sacar esas energías terminales que suelen tener los lobos heridos para convertirlo en la mejor arma del Villanovense. Nadie dejó de correr, de presionar, de querer más.

Llegó el momento clave, el mes contra los cuatro primeros. Belencoso dio tres puntos de oro contra el Extremadura B en un duelo a vida o muerte; después, el accidentado partido de Miajadas con el capitán con la cara partida, literalmente, y a continuación el duelo en el Príncipe Felipe, con un Ruano justificando su llegada. El culmen fue en casa contra el Moralo, con goleada, exhibición de Cristo y dejando unas sensaciones de máquina engrasada en el momento importante. En la siguiente final, en La Isla de Coria, Bonaque devolvió el liderato casi en el último suspiro. La goleada siguiente ante el Calamonte confirmó que la máquina serona estaba en su mejor momento.

Pero llegó el parón, la incertidumbre, la desinformación y la chapuza que destapó las vergüenzas y las carencias de los que deciden sobre el fútbol modesto. Meses sin saber qué iba a pasar, en un ambiente enrarecido y con situaciones casi obscenas viendo lo que ocurría en el mundo que va más allá del deporte.

Al final, después de idas y venidas, se decidió volver y los equipos asumieron el riesgo de intentarlo, de dar algo de normalidad a base de fútbol a una sociedad tocada. En esas, el Villanovense de Álvarez de los Mozos volvió siendo el más fuerte, el más práctico y el que mejor supo competir. En el fútbol, el resultado es un cruel dictador y en un partido que no fue el mejor del Villanovense, el resultado les acompañó, fruto del saber competir. De esa intensidad que ha dado Álvarez de los Mozos y que posiblemente continuará en Segunda B.