«Cada año, la conversación con él es la misma. Yo le digo que tendría que aguantar, que se quede una temporada más. Él me responde siempre que si se ve para jugar 38-40 partidos los 90 minutos sigue». Así habla Antonio Jesús Cobos, entrenador del Azuaga, sobre el eterno Neftalí Suescum Luna, 'Neftalí', recién cumplidos los 42 años, todos de fútbol. Todos al lado de una pelota, su inseparable e imprescindible aliada.

Ocho temporadas en el equipo de la Campiña Sur acumula este futbolista de exquisita pierna zurda que volvía a una convocatoria en el derbi ante el Llerenense tras sufrir una hernia discal que le ha mantenido fuera de juego unos meses y que precipitará su retirada, excepto sorpresa final. «Pensábamos que no podría volver más, pero no podíamos dejar que este tío se retire en una camilla, no», agrega con dialéctica contundente y entendible Cobos, admirador absoluto del espíritu de Neftalí.

El testimonio del técnico lo ratifica el protagonista, un tipo extraordinariamente generoso en todos los órdenes («dije a los directivos que no me pagasen mientras estuviese de baja», afirma) que pudo dar el último servicio al Azuaga en su vuelta a los campos, el pasado domingo, en el que hizo un tanto que supuso el empate ante el Llerenense que equivalía a que el club rojiblanco evitaría la fase de permanencia.

Pero Neftalí arrastra una historia detrás difícilmente condensable en unas líneas. «Le estaré eternamente agradecido», dice sobre Gregorio Manzano, con el que debutó en Segunda División hace 25 años en el Toledo. Tenia 17 años. Antes, gustó a Vicente del Bosque en el Madrid en cadetes, pero no llegó a quedarse.

A Toledo había llegado desde Barcelona, donde fue destinado su padre, de profesión policía, «que siempre quería acercarse al pueblo lo más posible. Su localidad natal es Peñarroya (Córdoba), en donde queda con Cobos para ir a entrenar o jugar en un ejercicio de autoexigencia que él no necesita por motivos económicos, sino por puro amor al fútbol. Los sábados, junto a varios jugadores de la Tercera División extremeña, realiza el curso de entrenador en Llerena este veterano que viste en el campo con un frac y que continúa en activo animado por su familia y especialmente por su mujer, que es química, con la que montó una escuela de formación en su pueblo.

Para más inri, él mismo trabaja en el matadero de Azuaga, un pueblo al que estará «siempre agradecido» por evidentes y muy variadas razones. Y es que, aparte de futbolista, en su actual ocupación profesional su jornada puede iniciarse levantándose a las cinco de la mañana y alargarse hasta la tarde. Entre medias, deprisa y corriendo muchas veces, familia y fútbol. Y carretera, claro, en los 44 kilómetros que separan Peñarroya y Azuaga.

Neftalí se irá sin haber jugado en el Córdoba, lo que le hubiera encantado, dice, ni tampoco en Primera. «Cuando estaba en el Levante con Schuster de entrenador no me dio la oportunidad». Allí estuvo con Joffre Mateu, Duda o Mijatovic. Palabras mayores. Futbolista eterno que en los últimos meses ha trabajado firme con el fisio para hacer lo que más le gusta. Y puede haber dicho adiós a lo grande, como su trayectoria.