86 - Cáceres Patrimonio de la Humanidad: Jorge Sanz (0), Devin Schmidt (13), Carlos Toledo (14), Duje Dukan (18), Julen Olaizola (12) -cinco inicial- Mateo Díaz (6), Jaume Lobo (13), Lassena Fofana (5), Romaric Belemene (5).

80 - UEMC Real Valladolid Baloncesto: Alec Wintering (27), Juan García-Abril (0), Jaan Puidet (5), Jordy Kuiper (10), Kavion Pippen (14) -cinco inicial- Sylvester Berg (7), Davis Geks (13), Melwin Pantzar (2), Justin Raffington (0), Sergio de la Fuente (2).

Marcador por cuartos: 26-22, 47-37 (descanso), 63-63 y 86-80 (final).

Árbitros: Bravo, Hurtado y Benavente. Descalificado: Díaz (min. 25). Eliminados: Sanz (min. 37) y Pippen (min. 38).

Incidencias: Decimosexta jornada de la LEB Oro. 800 espectadores en el Multiusos.

Más mérito no pudo tener la victoria del Cáceres Patrimonio de la Humanidad ante el Real Valladolid (86-80), un equipo llamado a estar arriba en la LEB Oro. Las bajas por covid-19 de dos titulares, Ben Mbala y Manu Rodríguez, y distintas circunstancias en el propio partido no fueron suficientes para tumbar a un equipo lleno de orgullo, fuerza, fe y, por descontado, baloncesto.

Ante la ausencia de dos piezas tan importantes, el Cáceres decidió ponerle desinhibición y mucho ritmo. Resultó impactante que completase uno de los mejores cuartos de la temporada a nivel ofensivo en el primero, aunque obligatoriamente la intensidad defensiva no podía ser la misma para preservarse del desgaste y las faltas.

El hueco de Mbala fue especialmente bien ocupado. Un jugador catalogado de forma habitual como limitado en ataque como Julen Olaizola se soltó con varias acciones de mérito que sorprendieron al Valladolid. Y cuando se sentó, apareció Lassena Fofana, el crío gigante que vino desde Mali y que, con 16 años, se atrevió con todo ante las torres rivales. Nada más entrar resolvió un 2+1 tras rebote ofensivo y le dio tiempo a meter otra canasta para cerrar el cuarto (26-22).

Lassena Fofana intenta anotar ante varios jugadores del Valladolid. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

El partido tenía muy buena pinta porque todos aportaban. A veces parece que los jugadores, más allá de la teoría imperante ahora de las rotaciones constantes, juegan con más confianza cuando saben que van a estar más minutos en la pista de forma continuada.

La entrada de Mateo Díaz, aunque demasiado acelerado en la otra canasta, ofreció un ‘plus’ defensivo en primera línea que permitió ir ampliando la ventaja hasta el 47-37 del descanso. También reseñable Romaric Belemene, al que el parón competitivo le ha venido bien para recuperarse del codo.

Segunda parte

Devin Schmidt había cerrado la primera mitad con un canastón y abrió la segunda con cinco puntos consecutivos. La diferencia empezaba a ser muy seria (56-39, min. 23) ante cierta estupefacción general porque se esperaba más de una plantilla que, no hay que olvidarlo, contiene dos jugadores que el Cáceres lanzó y que luego no pudo retener, Sylvester Berg y Jordy Kuiper. No iba a ser tan fácil.

El peligro se asomó mediado el tercer cuarto, cuando Mateo Díaz (y ya van dos esta temporada) fue descalificado por acumular una falta antideportiva y una técnica (56-44). El chico es buenísimo, pero se tiene que mirar lo del carácter. A ello se unía que el otro base, Jorge Sanz, acumulaba tres personales, y eso obligó a situar a Jaume Lobo dirigiendo el cotarro.

Lanzamiento de un tiro libre por parte de Julen Olaizola. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

Los nervios se apoderaron del Multiusos y la diferencia se redujo muy rápidamente (56-53, min. 28). Por si fuera poco, Carlos Toledo se lesionó --aunque luego pudo volver-- y todo se inundó de bastos, en medio de las protestas por las decisiones arbitrales.

En el minuto final del cuarto el Valladolid, liderado por Alec Wintering, llegó al empate y el último tramo se afrontó con lo que los americanos llaman «partido nuevo» (63-63). La exhibición de remar, remar y remar que había protagonizado el conjunto local no había servido más que para eso.

El desenlace fue brutal. Meter canasta se convirtió en toda una hazaña para los dos equipos, ahogados entre la tensión y el cansancio. A los últimos cinco minutos se llegó con ventaja cacereña mínima (69-67), triplicada de repente en cuatro puntos por un 3+1 de un Toledo que acababa de regresar. Quizás fue la jugada del partido (72-67, a 4:39).

Dukan cogió el relevo con dos o tres acciones de auténtico superclase y Schmidt remató el trabajo reponiendo los 10 de ventaja con un triple desde su Tennessee natal (80-70 a 2:40). Otra vez el Cáceres solo podía perderlo.

Y no lo perdió, aunque hubo cierto suspense en plan parto de la burra, pero este equipo no sabe hacer las cosas sin sufrimiento. Y está bien que sea así. Menuda maravilla de cuarta victoria consecutiva: mereció la pena esperar.