Baloncesto. LEB Oro

Suicidio del Cáceres en el tercer cuarto

El conjunto de Roberto Blanco aguanta bien hasta el descanso ante el líder y luego se hunde en la miseria

Gael Bonilla se duele en el suelo de un golpe.

Gael Bonilla se duele en el suelo de un golpe. / JORGE VALIENTE

Javier Ortiz

Javier Ortiz

60 - Cáceres Patrimonio de la Humanidad: Hansel Atencia (12), Greg Gantt (7), Gael Bonilla (5), Remu Raitanen (4), Dikembe Andre (13) -cinco inicial- Dani Rodríguez (6), Lucas Sigismonti (0), Juanjo Santana (6), Vaidas Cepukaitis (7), Dani García Casarrubios (0).

81 - Longevida San Pablo Burgos: Longevida San Pablo Burgos: Gonzalo Corbalán (7), Arnaud Adala (5), Miha Lapornik (4), Siim-Sander Vene (10), Luke Fischer (12) -cinco inicial- Micah Speight (5), Joona Heinonen (0), Alex Barrera (2), Jonathan Kasibabu (7), Ignacio Rosa (18), Prince Ali (11).

Marcador por cuartos: 15-21, 34-38 (descanso), 40-60 y 60-81 (final).

Árbitros: Daniel Checa, Rodrigo Palanca y Sergio Acevedo. Sin eliminados.

Incidencias: Undécima jornada de la LEB Oro. 1.456 espectadores en el Multiusos Ciudad de Cáceres (cifra oficial). En el descanso se presentó la cantera del San Antonio Cáceres.

Cuarta derrota consecutiva de un Cáceres Patrimonio de la Humanidad que tiró su aceptable trabajo de la primera parte en un tercer cuarto terrible. El Longevida San Pablo Burgos, líder y uno de los grandes favoritos para el ascenso directo, acabó cumpliendo el pronóstico (60-81) con enorme facilidad, aprovechándose de las crecientes dudas de un equipo que cada vez está más claro que necesita algún tipo de ayuda. De momento, los extremeños siguen fuera de la zona de descenso, pero en su momento actual, con tres bajas de jugadores complementarios, tienen demasiado poco como para poder ser sólidos en una LEB Oro tan exigente.

Fue una tarde de contrastes, en la que se pasó de la esperanza al desánimo muy bruscamente. Ofreció el Cáceres un primer cuarto bastante competitivo. O al menos así fueron los nueve primeros minutos, intentando sacudirse cuanto antes el ridículo de unos días antes en Fuenlabrada. Mirando a los ojos a su rival, pese a una rotación muy reducida debido a que Pau Carreño se confirmó como baja aparte de las remanentes de Pablo Sánchez y Pablo Rodrigo.

Dikembe André se mostraba especialmente activo, lo mismo que Hansel Atencia. Ellos y un buen tono defensivo en general permitieron mantener la igualdad hasta el ‘minuto tonto’ final del cuarto, en el que el San Pablo dio un pequeño tirón que le valió para coger una pequeña ventaja (15-21). Nada significativo, sobre todo porque las señales locales eran buenas, al menos en cuanto a intensidad.

Siguiendo esa línea, hubo un amago de acercamiento que terminó en todo lo contrario. Y es lo que pasa cuando no metes los triples (1 de 8, mediado el segundo cuarto) y, lo que es más grave, los tiros libres (1 de 7, algo realmente lamentable, sobre todo cuando los burgaleses entraron muy pronto en ‘bonus’). San Pablo, encontrando la excelsa calidad de Ignacio Rosa, amenazaba con el ‘break’: 22-32 (min. 16).

El Cáceres tiró entonces del carácter que le suele faltar fuera de casa y achicó muy bien el agua, llegando muy vivo al descanso (34-38), otra vez con Atencia y André produciendo. Se echaban de menos los puntos de Greg Gantt, Remu Raitanen y Gael Bonilla, pero hasta eso tenía una cierta lectura positiva: si estos tres acertaban un poco podía haber reedición de la gran victoria ante el Leyma Coruña.

LLEGA EL CAOS

Nada más lejos, la verdad. La vuelta de vestuarios fue aterradora, sobre todo para un Cáceres de tiros precipitados y pérdidas absurdas de balón. Meter solo una canasta en los primeros siete minutos otorgó al oponente la tranquilidad que necesitaba y, al contrario, los nervios empezaron a dispararse en el conjunto local. De repente, 36-53 (min. 26) y algunos silbidos en la grada, la banda sonora de toda crisis deportiva. 

Juanjo Santana, con el balón.

Juanjo Santana, con el balón. / JORGE VALIENTE

El invierno estaba llegando y el de Roberto Blanco volvió a parecer el mismo equipo que ya se deshilachó con irritante facilidad en el pabellón Fernando Martín cuatro días atrás. Había que sacar que paraguas sí o sí porque el partido ya estaba casi sentenciado al final del tercer cuarto (40-60). Un ‘visto y no visto’ dolorosísimo porque hasta entonces la imagen había sido aceptable.

Si el último cuarto no se hubiese jugado no hubiese pasado nada. Casi habría que darle las gracias al San Pablo por no haberse ensañado demasiado con un grupo de jugadores desmoralizado y que siguió fallando y fallando y fallando sin límite. Roberto Blanco alineó a los dos vinculados, Lucas Sigismonti y Dani García Casarrubios, en los minutos finales.

Toca reconstruirse enseguida. El próximo partido es en la pista de un Cantabria que este domingo también fue vapuleado, en su caso por Movistar Estudiantes (101-61) y que sí puede ser mucho más asequible. Nadie puede prever qué pasaría si se produce otro revés con sensaciones similares.

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