Toda cumbre da lugar a interpretaciones (quién sube, quién baja, quién gana, quién pierde). La esperada cumbre del sábado en Washington no es una excepción, sobre todo porque fue el principio del camino y no el final, y porque el comunicado final toca muchos palos.

Los europeos, por ejemplo, se declaran satisfechos porque las ideas a partir de las cuales va a trabajarse hasta el próximo encuentro son en gran medida suyas. Los estadounidenses, con George Bush a la cabeza, porque los principios del libre mercado permanecen inalterados. Pero si hay unos ganadores indiscutibles, estos son los países emergentes, que ganan un gran peso internacional y dejan Washington como agentes económicos (y políticos) de primer orden. "Estamos hablando del G-20 porque el G-8 ya no tiene razón de ser. En otras palabras, los países emergentes deben ser tenidos en cuenta en este mundo globalizado", resumió el presidente brasileño, Luiz Inácio, Lula , da Silva.

NUEVA SITUACION En el camino a esta cumbre, las comparaciones con Bretton Woods (la conferencia que construyó tras la segunda guerra mundial la arquitectura del actual sistema económico) han sido recurrentes. Más allá de si se trata de un símil apropiado, es indiscutible que la foto de familia es muy diferente. Entonces (julio de 1944) se dieron cita los 44 países aliados en la segunda guerra mundial, pero una vez el bloque soviético no adoptó las decisiones tomadas, en realidad, fue un sistema parido y concebido por EEUU y sus aliados europeos occidentales. Con el tiempo, se añadirían dos enemigos (Alemania y Japón) y, tras la caída del muro, Rusia en la esfera política.

El sábado, en Washington, se sentaron en la mesa países como Brasil, la India, México, Argentina y Arabia Saudí. Y, por supuesto, China, cuyo presidente, Hu Jintao, dijo que hay que construir un "nuevo orden financiero internacional que sea justo, global y ordenado". Su presencia fue defendida por George Bush, en parte como una forma de encontrar aliados para frenar las tentaciones intervencionistas de socios como Francia. Pero también obedece a una realidad económica incuestionable: en el 2009, las economías de los países desarrollados se contraerán el 0,1%, mientras que las de las naciones emergentes crecerán el 4,5%, según previsiones del Banco Mundial (BM).

Es en los países emergentes donde está el crecimiento económico, el consumo y las reservas de capital esenciales para remontar la crisis económica y ahuyentar los fantasmas de la recesión. China es el principal acreedor de la astronómica deuda pública estadounidense. Arabia Saudí es el principal representante de los productores de petróleo de Oriente Medio. Y Brasil, México y Argentina son las cabezas de león de los países latinoamericanos, que, tras años de cumplir, con grandes sacrificios, las exigencias de ortodoxia, ahora se encuentran con una crisis que amenaza su desarrollo.

Por eso, en el texto final de la cumbre no hay ambigüedad a la hora de culpar de la crisis a la falta de control, regulación y supervisión de los mercados financieros del primer mundo, una de las exigencias de los emergentes. También es un triunfo la postura contra el proteccionismo, el llamamiento a culminar este año la Ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio y la reforma del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Foro de Estabilidad Financiera, donde estos países tendrán más peso.

INYECCION DEL 2% DEL PIB El director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, aseguró tras la cumbre que el mundo necesita un estímulo fiscal de 1,2 billones de dólares para combatir la crisis. El FMI promoverá una expansión presupuestaria coordinada. El presidente indonesio, Susilo Bambang Yudhoyono, concedió ayer gran importancia a las reformas del FMI y al aumento de la presencia de las economías emergentes para que "refleje la realidad del siglo XXI".