Cuando el dinero no llega para cubrir los gastos, como le pasa al Estado, solo se pueden hacer tres cosas: pedir prestado, recortar gastos o subir impuestos. Una cuarta opción, dar a la máquina de imprimir dinero, es una potestad reservada al Banco Central Europeo (BCE), con la que el Estado no puede contar. Las otras tres fórmulas, tarde o temprano, recaen sobre los contribuyentes, que habrán de pagar más intereses por la deuda, recibir menos prestaciones o pagar más impuestos.

Con las tres recetas clásicas sobre la mesa, el Gobierno español debe dar una respuesta al reto de financiar la mayor eclosión de déficit público conocida. La primera opción es jugar a tope la baza de la deuda pública, cuyo nivel casi se duplicará en tres años. Además, ya se han adoptado dos recortes de gasto público (por un total de 2.500 millones de euros). En cuanto a la subida de impuestos, en el debate del estado de la nación se anunció el recorte de la desgravación por compra de vivienda a partir del 2011 y está abierto el debate sobre una supresión o limitación de la deducción de los 400 euros.

En tres años, las cuentas públicas pasarán de un superávit equivalente al 2,2% del PIB en el 2007 a un déficit que en el 2010 puede rondar el 10%, según la Comisión Europea (CE), o llegar al 11,5%, según la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas). El salto, de entre 12 y 14 puntos del PIB, en tan poco tiempo, es inédito en la historia española. El deterioro solo será peor en Irlanda, según prevé la CE.

La debacle de las cuentas se explica por la crisis. Hay gastos, como el del desempleo, que están aumentado exponencialmente (2.200 millones en el 2008, que podrían superar los 33.500 en el 2009), al tiempo que los ingresos caen en picado. Hasta abril, los gastos del Estado han aumentado el 10%, mientras que los ingresos han caído el 20%.

Además, para hacer frente a la crisis, el Gobierno ha desplegado un paquete de medidas fiscales (con más gasto y menos impuestos), el más generoso de Europa, según el BCE. Tal "paquetote" --en expresión del secretario general de la OCDE, Angel Gurría-- acentúa el desequilibrio de las cuentas, pero es algo que el Gobierno da por bien empleado si ayuda a salir cuanto antes de la recesión económica.

VENTAJA RELATIVA El reto es enorme. Para encajarlo, el Gobierno está dispuesto a jugar a tope la carta del endeudamiento. No en vano, España parte de la deuda pública más baja entre los principales países de la UE --gracias al ahorro acumulado en los 10 últimos años-- y eso supone una ventaja respecto de los demás países que el Gobierno quiere aprovechar.

Según Funcas, la deuda pública del conjunto de las administraciones se situará en el 66,2% del PIB en el 2010. Esto supone 30 puntos más que el mínimo del 36,2% del 2007. En euros, este salto implica pasar de unos 380.000 millones hasta una cifra que puede superar los 670.000.

Habrá que salir al mercado a pedir mucho dinero prestado para cubrir este desnivel y para, además, renovar los títulos que vayan venciendo.

El problema es que habrá que competir con los demás países. El nivel de deuda en el conjunto de la zona euro crecerá en 1,2 billones en dos años, entre el 2009 y el 2010. El 20% de este incremento (unos 241.400 millones) corresponde a España. La competencia va a ser feroz. El comisario de Asuntos Económicos, Joaquín Almunia, ya ha advertido: "Habrá fuertes tensiones dentro de un tiempo por las necesidades de refinanciación de las emisiones actuales con vencimientos muy cortos".

Financiar el déficit en el 2009 y el 2010 con la emisión de deuda puede resultar fácil. Otra cosa será después del 2010. El Gobierno se ha comprometido a reconducir el déficit para situarlo en el 3% del PIB en el 2012, según lo exigido por Bruselas. En dos años, tendrá que bajarlo desde el 9,8% del PIB, según la CE (el 11,5%, según Funcas), al 3% en el 2012. Tal ajuste difícilmente podrá lograrse sin una subida de impuestos.