A las siete de la tarde de ayer cayó un breve chaparrón en la Puerta del Sol, pero no fue lo suficientemente fuerte como para desmovilizar a los miles de personas que ya se congregaban a esas horas en la céntrica plaza madrileña. A las ocho, el recinto aún estaba más atestado que en las anteriores jornadas. El aviso de la Junta Electoral Provincial no disuadió al colectivo, que al llamamiento a comportarse de forma pacífica añadió otro: que no se nombraran las siglas de partidos políticos para no contravenir reglamento alguno.

"No, no, no nos representan", "A bancos salváis, a pobres robáis" y "La revolución ha empezado" fueron algunas de las proclamas más coreadas por un colectivo heterogéneo del que formaba parte José Ignacio, un parado de 62 años. "La situación es intolerable. No sé qué, pero algo tiene que pasar", decía sentado en un sofá habilitado por la organización para los mayores de 50 años. Otro veterano, Fernando, se sonreía: "Me da mucha alegría verlos. Es como volver 35 años atrás".

A pocos metros, Ismael, de 33 años, se estrenó en la protesta, que calificó "de muy necesaria porque da igual que salga rojo o azul". "Puede que llueva, pero desalojarnos no creo que lo hagan si nos comportamos civilizadamente. Sería enterrarse ellos mismos", añadió.

SOLIDARIDAD En este sentido, varios miembros de la organización se mostraban optimistas con que no se produjeran desalojos después de haber hablado con la policía, que controlaba las bolsas y pedía los DNI a muchas de las personas que intentaban acceder a la plaza. Algunas tenían que alejarse de allí porque la red de datos estaba saturada, no podían tuitear y la cobertura de los móviles fallaba.

Informadas al instante de cuanto sucedía en la capital española, las más de 700 personas concentradas en la plaza de Cataluña de Barcelona coincidían mayoritariamente con mensajes como el de Jordi: "La mejor solidaridad con Madrid es seguir aquí, quedarnos". ¿Hasta cuándo? Como mínimo, hasta el domingo, advertían muchos.

Mejor organizados que el martes, varios miembros del movimiento recogían firmas para determinar cuánta gente apoyaba su causa. Otros navegaban por Twitter para solicitar comida y sacos de dormir. Algunos oían por la radio noticias de la protesta. Decisiones más trascendentes, cómo no, se decidían por asamblea.