El estudio de la estrategia electoral requiere de un capítulo especial para el sistema que tiene de actuar el líder del PP. Ni al ataque ni a la defensiva, la inacción de Mariano se ha convertido en ciclón electoral por el cansancio o el miedo que provocan los demás adversarios. Así de simple. Rajoy no es lo que se entiende en los cánones políticos como un líder. No es Aznar, es aún peor. Y queda tan lejos de Felipe o de Suárez que opta por apartarse a un lado y dejar a los demás adversarios actuar esperando su error. En definitiva, un superviviente que lleva en política toda su vida y que, de repente, ha llevado ahora al PP a una victoria contundente no prevista por el más optimista de los analistas.

Evidentemente no ha obtenido el resultado de 2011 cuando alcanzó la mayoría absoluta. Pero comparado con los anteriores comicios del 20D, con un actor como Podemos totalmente convencido del ‘sorpasso’ y de su asalto al cielo, ha subido 14 escaños, dejando entrever que no hay más alternativa que él mismo para ocupar el cargo de presidente. Las declaraciones de Guillermo Fernández Vara esta mañana y de Susana Díaz también, dejan más o menos claro este deseo que, por el momento, parece no compartir Pedro Sánchez, pero acabará por hacerlo si quiere seguir teniendo una oportunidad en política en este país y alejarse de Podemos, fuerza política contra la que parece haber votado buena parte de los españoles.

Pedro Sánchez ha sacado el peor resultado de la historia de su partido, pero así y todo ha resistido el ascenso de la formación morada. Basta saber si eso va a contentar a sus bases y, por ende, a los barones regionales, ahora debilitados por perder también en sus feudos.

Los ciudadanos, en parte, han vuelto a apostar por el bipartidismo. El ‘brexit’ de Gran Bretaña del jueves pasado ha puesto la guinda definitiva al dicho de “virgencita, que me quede como estoy”. Los electores han resuelto que el experimento de diciembre salió mal y que Podemos, aliado con Izquierda Unida, resultaba una melodía distinta y, en consecuencia, demasiado arriesgada para andar enredando con las lentejas. Pablo Iglesias quiso seguir jugando en marzo pasado cuando le dijo ‘no’ al PSOE, en lugar de plantarse con la mano que le habían dado las urnas en diciembre. Encima, Ciudadanos, tan de centro-derechas que se alía con el PSOE, ha acabado por perder buena parte de sus apoyos desde el momento en que el votante cabreado con el PP ha entendido que para apoyar a la copia, mejor quedarse con el original.

En Extremadura ha ganado Rajoy por el mismo motivo. Los ciudadanos han votado en clave nacional en todos lados, incluso en los feudos por antonomasia del PSOE como Villafranca de los Barros o Villanueva de la Serena, y el PP ha llenado su talega de votos hasta los topes. Monago y los suyos pueden rentabilizarlo porque, del mismo modo que cuando perdieron en diciembre se lo echaron en cara, ahora pueden sacar pecho; la victoria les da un balón de oxigeno con el que transitar por el difícil camino de la oposición al menos unos meses, sobre todo si como parece Rajoy logra formar gobierno. Toda contestación interna en el PP, si la hubiera, ha pasado a segundo orden.

Vara, por su parte, puede excusarse en la clave nacional. No ha ganado Monago, lo ha hecho Rajoy que ha desbancado hasta al PSOE andaluz. Al fin y al cabo el PSOE extremeño ha obtenido el mejor porcentaje de toda España. No obstante, tendrá que aguantar la presión, hacer de su capa un sayo y envolverse en ella tratando de convencerse de que los extremeños no le han puesto su cara ni la de Monago a las papeletas, sino la de Pedro Sánchez y Mariano Rajoy. En cualquier caso, la caída requiere de una reflexión, saber qué ha pasado. No parece evidente que tenga contestación, casi ningún líder local tiene fuerza para echarle en cara habiendo perdido en su pueblo. Sin embargo, los años que vienen pueden ser duros para él, con el PP en Madrid gobernando y el PP en Extremadura con una oposición fuerte y, encima, unida, dirigir las cosas aquí puede ser harto complicado.