"La justicia se ha pasado tres pueblos". Quien habla es Francisco López González, un guardia civil cacereño ya jubilado que en 1978 resultó herido en un atentado en Pamplona en el que murió, con solo 24 años, su hermano Manuel. Patrullaban de madrugada cuando los terroristas accionaron los explosivos al paso del Land Rover en el que viajaban. "Aunque han pasado muchos años, lo recuerdo todo perfectamente", afirma esta víctima de ETA que, como muchas otras, están indignadas tras la sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo que tumba la llamada doctrina Parot , que permite que los asesinos salgan a la calle aprovechando el antiguo Código Penal.

Con ese dolor para siempre de quien sabe lo que es perder a un ser querido por la barbarie terrorista, Dolores Bella, profesora en un colegio de la localidad pacense de Granja de Torrehermosa, mantiene intacta la imagen de su único hermano, Carmelo, un domingo de 1986 camino de Madrid, donde se preparaba para ser guardia civil de tráfico con 22 años. Un brutal atentado acabó en la mañana del 14 de julio con su vida y la de once compañeros en la plaza de la República Dominicana en una de las páginas más negras y sangrientas que escribió ETA. Por eso, ahora que Antton Troitiño, que participó en el atentado y ya está en libertad gracias a la derogación de la doctrina Parot , la indignación de Dolores Bella crece. "Los terroristas tienen que cumplir las penas íntegras", defiende esta mujer, que tenía 27 años cuando viajó con sus padres a Madrid para que les entregaran el cuerpo de su hermano asesinado. Ahora, con 54 años, aún guarda en la memoria como un recuerdo fresco las ganas de vivir y las ilusiones que Carmelo quería cumplir, cercenadas por un coche bomba. Apenas llevaba dos meses en el cuartel de Arganda y cada día atravesaban Madrid camino de la finca La Rubia, donde hacían prácticas de moto.

A José María González, otro guardia civil cacereño víctima de un atentado, esta vez en el País Vasco, la vida también le cambió el 20 de enero de 1986. Tenía 22 años y perdió una pierna. Volvía del puerto de Pasajes y los etarras esperaban al convoy en el que viajaba con tres compañeros --todos sobrevivieron-- para ametrallarles y lanzarles granadas. Ahora vive en Cáceres, donde ha formado una familia con dos hijas. Paula, la mayor, ha cumplido 17 años. Hace poco tuvo la valentía de sentarse con ella para mostrarle los recortes de los periódicos en los que se informaba del atentado. "Me dijo que aquello había sido un desastre", afirma. Su indignación por la excarcelación de etarras tiene nombre y apellidos: Ignacio Erro Zazu, condenado a 947 años de cárcel y miembro de varios comandos, intentó matarle. Ha cumplido solo veinticinco en prisión. Será uno de los asesinos que se aprovechará del fin de la doctrina Parot . "Sabía que la iban a derogar. Se veía venir en cuanto los etarras reclamaran a

altas instituciones", sostiene González, que culpa a los políticos de no haber legislado a tiempo para impedir que salgan en libertad. "No se puede hacer nada. El problema que tenemos en España son los políticos incompetentes desde generaciones y generaciones que, con tantas mayorías absolutas, tenían que haberse puesto de acuerdo para aprobar un Código Penal decente con el que la sociedad española nos sintiéramos arropados", subraya esta víctima de ETA que rehizo su vida, aunque no pudiera cumplir su sueño de niño de hacer carrera en la Benemérita. "A las víctimas nos utilizan cuando quieren y como quieren. Nos manejan a su antojo. Cuando han querido negociar con ETA, por ejemplo, crearon una ley para darnos un poco más de dinero a ver si así nos callábamos. Tanto el PSOE como el PP han usado la misma técnica", concluye.

Esa misma sensación de impotencia sacude a Dolores Bella cuando ve que la ley se pone de parte de los etarras y permite que algunos, como Inés del Río, condenada a 3.828 años de cárcel, ya disfruten de libertad. "Parece que solo ellos tienen derechos. No puedo soportar ver la sonrisa de esta asesina", afirma con la voz entrecortada. "Perdimos a nuestros seres queridos, pero también destrozaron nuestras vidas", subraya. Su madre, de 81 años y que aún vive, perdió la audición el día que supo que su hijo había muerto. Dolores Bella ha hecho lo imposible esta semana para que no viera la televisión. "Ningún terrorista sabe lo que es este dolor. Que no salgan nunca de la cárcel. Quienes están en el cementerio también tiene privada la libertad", asegura la mujer, que "no perdona ni olvida" lo que hicieron con su hermano.

Jubilado hace diez años y con 33 de carrera, diez de ellos en Pamplona en la década de los 70, al guardia civil Francisco López, respetuoso con el tribunal de Estrasburgo, sí le parece que "los terroristas se están riendo de los ciudadanos". Y pone un ejemplo: "¿Cómo es posible que a una señora que ha matado a 24 personas la pongan en la calle por una ley que han tumbado? No lo puede entender", se pregunta.

Aunque él se salvó de milagro, no olvidará nunca cómo vio morir a su hermano Manuel entre sus brazos. Estremece escuchar su relato porque lo recuerdo com si hubiera ocurrido ayer. "¿Que cómo me siento? Indignado. Si lo han hecho, que cumplan las condenas. Me da igual que sean diez, quince o mil años", subraya. "Ni siquiera tienen la poca vergüenza de pedir perdón, como mínimo", insiste. Escéptico con la rendición de los terroristas, cree que "ETA tardará en entregar las armas". Asegura que aquella madrugada del atentado en Pamplona ha marcado su vida, igual que las de sus familiares. "Dicen que el paso del tiempo lo borra todo pero, en mi caso, no. No les perdono", concluye, reviviendo una pesadilla. El, como muchos otros que sufren en silencio, ya están viendo a los asesinos en las noticias, que mataron a sus seres queridos, disfrutando con los suyos. Eso que ellos no podrán hacer jamás.