Recibe a El Periódico Extremadura en su finca de Olivenza. Dehesa y campo de labor se abren a un cortijo bien plantado sobre un alto a espaldas al Guadiana, casi en la raya con Portugal. En frente, un tentadero; y al fondo, toros bravos de su incipiente ganadería. Llega de Badajoz, donde acude a entrenar a un gimnasio, y se muestra noble, cercano, honesto y hospitalario en una jornada todavía de preparación para el gran reto que está a punto de afrontar. El viernes próximo empieza su primer festejo de San Isidro, en Madrid, donde este año debuta en lo más alto del escalafón, asumiendo con tres tardes el peso específico de una fiesta que coronó en 2014 y que durante treinta días se convierte en capital mundial del toreo. Extremeño de pura cepa como él mismo se define, también es persona y tiene miedo, pero Miguel Angel Perera --madurez, corazón, pasión, raza y tronío en estado puro-- sabe que el valor lo contrapone todo y, al final, gana.

--¿Cómo está el mundo del toro ahora mismo?

--Soy optimista. Hemos pasado años complicados que nos ha pasado factura a todos, pero veo otro aire, otra alegría. El mundo del toro no es un oasis en medio del desierto en todos estos años de dificultad que ha pasado nuestro país. Pero este año, los escasos meses que aún llevamos de temporada, he notado otro tono. Por eso pienso que mientras haya gente interesada en la fiesta, haya toreros y ganaderos, seguirá vivo todo esto.

--¿Alguna vez pensó que iba a estar ahí arriba, en lo más alto del escalafón?

--Como sueño, cuando uno no conoce la profesión, y no han dado como quien dice los primeros pasos, tiene una imagen de los toreros que le gustan, que casi siempre son los que están más arriba, y quieres trasladarte ahí. Pero eso es antes de empezar a tener contacto con el mundo del toro, conocer sus dificultades y comprobar lo largo que es el camino.

--¿Y ahora considera que ha merecido la pena?

--Totalmente. No les podría decir otra cosa. No ya por las personas que haya podido conocer, las cosas materiales que haya podido conseguir o los sueños que haya podido alcanzar, sino porque gracias a mi profesión me siento a día de hoy un hombre plenamente realizado. Y el mayor temor que siempre he tenido ha sido el fracaso o la frustración. O sea, vivir el resto de mi vida con el sentimiento de no haber podido conseguir o hacer o sentir lo que realmente tengo dentro. Eso sería muy doloroso.

--¿En quién se inspiró cuando era niño?

--Al principio, quien más me llamó la atención, y puede decirse que me enganchó, fue Jesulín de Ubrique. Yo tenía apenas 11 o 12 años y era casi su boom. A casi todas horas se veía en televisión toreando, era muy accesible. Con el paso del tiempo, me gustaron mucho en los comienzos Finito de Córdoba y José Tomás, y luego ya de otra época, que me han marcado mucho, Paco Ojeda y Dámaso González.

--¿Cómo se hace un torero?

--Un torero nace. En mi familia no hay precedentes ni lazos con el mundo del toro, ni siquiera ese aficionado que me hubiera llevado de pequeño a los toros. Hay un gen, el gen taurino le llamo yo, que se nace con él.

--¿Cuándo supo que lo llevaba?

--Desde muy chiquitito, desde que jugaba al toro con mis hermanos en el patio de casa.

--¿Y a un aficionado cómo se le hace?

--Tiene que haber algo que le enganche. Bien un familiar, la televisión, un libro, una revista...

--¿Usted ve bien que los niños vayan a los toros?

--Sí.

--¿Considera que es un espectáculo apto para un niño?

--Totalmente. Considero que hay espectáculos mucho menos admisibles. Sólo hay que poner la televisión después de comer para ver las cosas que se dicen entre seres humanos y donde la educación brilla por su ausencia. ¿Qué es mejor, que un niño de la mano de su padre, de su abuelo, de un familiar, vaya a un espectáculo y le diga que le gusta o que no quiere volver más, o ver que dos personas adultas se insultan a la cara y no pasa nada, sino que encima el público aplaude?

--Usted acaba de ser padre. ¿Querría que su hija se dedicara al mundo del toro?

--No me gustaría que fuera matador de toros. Mi hija se va a criar en un ambiente natural, va a mamar el mundo del toro porque lo lleva en la sangre por los cuatro costados y si quiere que lleve la tradición ganadera de su abuelo y de su madre. Pero en el ruedo no me gustaría.

--¿Me imagino que no será porque es mujer?

--Por supuesto que no. Si fuera un niño tampoco. Yo no quiero que una hija o un hijo tenga que sentir las cosas que siento yo. No ya el miedo y el dolor físico, sino la incertidumbre, la injusticia, la impotencia, la espera...

--¿Tiene miedo?

--Sí.

--¿Y en la plaza, cuando se abre la puerta y sale el toro?

--Más miedo aún.

--Pues sorprende viéndole a usted recibiendo el toro...

--El miedo existe y si les dijera lo contrario mentiría. Yo no he conocido a ningún torero sin miedo. El miedo es real, está y además es necesario para no perderle el respeto al toro en ningún momento.

--¿Cómo lo domina?

--El miedo te hace sacar fuera el amor propio, la superación, el valor en definitiva. Muchas veces hay que luchar más contra el miedo escénico que contra el miedo físico. Uno ya sabe el riesgo que asume poniéndose delante de un animal bravo, pero a mí el miedo a hacer el ridículo, a no estar a la altura, al fracaso, me impone mucho más.

--¿El momento de mayor tensión cuál es?

--Ese corto espacio de tiempo que hay entre que sale el animal y tomas contacto con él con el capote para iniciar la faena. Un subidón de adrenalina.

--¿Se puede decir que el valor se contrapone al miedo?

--Sin duda. Y también el orgullo. He visto a compañeros que no me han llamado la atención por su valor, pero sí por su raza y su amor propio. La rabia a no perder una pelea es lo que hace que te sobrepongas a casi todo.

--¿Es verdad que le tiene miedo a las tormentas?

--Pánico. Les tengo mucho miedo. Cuando hay tormenta y me coge en el campo me cago vivo. Me creo que va a llegar un rayo por mí. No tengo ningún trauma, pero la tormenta me desequilibra totalmente.

--¿Los toros son cultura, negocio o espectáculo?

--Todo eso. Cultura dirán algunos que no, pero entonces ¿por qué hay grandes intelectuales o grandes obras inspiradas en el mundo del toro? Negocio también, los toros son el segundo espectáculo de masas de este país después del fútbol y el impacto socioeconómico que generan en cualquier pueblo o ciudad no tiene parangón. Y espectáculo es evidente, es el mayor reclamo. Ver a un hombre enfrentarse a un animal es eso, con el añadido de que aquí no es una película o un teatro donde caben los ensayos o los efectos especiales, aquí es de verdad y está latente mientras dura la faena.

--¿Cuál es su plaza talismán, tiene alguna favorita?

--Olivenza. Es donde más me han pasado cosas importantes. Debuté como novillero, me despedí como novillero sin picadores. Aquí me vinieron a ver los primeros apoderados que tuve, donde me han herido, donde he estado prácticamente todos los años.