El escritor Felipe Trigo, natural de Villanueva de la Serena, es una de las figuras más reconocidas de la literatura extremeña. Su nombre salta cada año a las páginas de la prensa no solo regional, sino nacional e internacional con ocasión del premio literario que lleva su nombre desde hace 36 años.

Este pasado 2 de septiembre se han cumplido cien años de la muerte de este polifacético villanovense. El ayuntamiento de su ciudad natal, que cada año se vuelca con el certamen literario, ha querido esta vez dar un paso más. De sobra conocido en los ámbitos culturales, Felipe Trigo es quizá un gran desconocido para el gran público. De ahí que el consistorio, en todo un gesto de cintura cultural, haya llevado los primeros actos de este centenario a la calle.

Las concejalías de Cultura y Comercio, bajo la batuta de Mónica Calurano, y con la colaboración del sector local de comerciantes, se han volcado en ello; desde un 'fotocall' alusivo a Felipe Trigo hasta un concurso de preguntas y respuestas sobre cultura de Villanueva y de Extremadura bajo la denominación de 'La ruleta de la cultura' han contribuido a un mejor conocimiento de Trigo entre sus propios paisanos. Las actividades van a continuar hasta finalizar en el fallo del premio de novela y relatos cortos, que tendrá lugar en noviembre. La importante dotación económica (20.000 euros para la novela ganadora y 6.500 euros para el relato corto) y el prestigio hacen de este premio un referente en España y el resto del mundo de habla hispana. En diversas ocasiones el certamen se ha ido a América Latina.

Al empuje local se ha sumado esta semana una noticia que hacía pública la administración regional: la decisión de la familia de Felipe Trigo de donar su archivo fotográfico a la Junta de Extremadura para que sea depositado en el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC), donde podrá exponerse y conservarse.

La donación está compuesta por 278 piezas entre las que se incluyen fotografías, en blanco y negro y en color, placas de cristal y placas estereoscópicas, además de algunos cuadernos manuscritos.

Felipe Trigo (1864-1916), además de ser médico y un gran escritor de novelas, cultivó otras actividades intelectuales menos conocidas, pero a las que también dedicó tiempo y pasión, como el teatro, el periodismo, el pensamiento filosófico, la música, la pintura, o la fotografía, una afición que era prácticamente desconocida por desarrollarla en la intimidad, durante muchos años.

El primero en llamar la atención, en 1917, sobre esta faceta de fotógrafo de Felipe Trigo fue el crítico de arte Manuel Abril, su primer biógrafo. El escritor extremeño tomaba instantáneas pertrechado con sus propias cámaras o, lo que es aún más interesante, se encerraba en su propio laboratorio y preparaba sus propios revelados. Pero Trigo fue algo más que un simple fotógrafo aficionado, dedicado en la mayor parte de las ocasiones a captar imágenes de su familia o sus amigos. Sus autorretratos son realmente extraordinarios. Su inquietud y su interés por el medio fotográfico fue de tal naturaleza que, con sus propios medios, intentó y consiguió sorprendentes resultados ensayando la fotografía en color, todo un reto en aquellos tiempos.