En el Islam, el rito fúnebre está marcado por su sencillez. El proceso para realizar un entierro se divide generalmente en tres pasos. En primer lugar, se encuentra el denominado ‘Al-Gushl’, el lavado de todo el cuerpo de la cabeza a los pies. Es una costumbre vinculada a la purificación del cuerpo del difunto y la persona que lo realiza también debe estar purificado. Lo debe realizar alguien del mismo sexo que el fallecido. Después el cuerpo es envuelto en mortajas, tres para los hombres y cinco para las mujeres. Los sudarios deben ser nuevos, no tienen adornos y se perfuman en incienso. También son colocados de un modo específico. Finalmente, se procede a dar sepultura, siguiendo el ‘Alquibla’, es decir, colocando el cadáver mirando en dirección a la ciudad sagrada de La Meca y apoyado sobre su lado derecho.