Si todo va según lo previsto, la carne de vaca extremeña podrá estar comercializándose con sello de calidad propio en poco más de tres meses. La región cuenta ya con un marchamo de productos cárnicos bovinos, la Indicación Geográfica Protegida (IGP) Ternera de Extremadura, pero que ampara solo a terneros (de 7 a 12 meses), añojos (de 12 a 16), y novillos (de 16 a 36 meses). A partir de ahora, también podrán quedar bajo este paraguas de protección los animales que ya hayan superado los 48 meses.

El pasado 3 de octubre la Asociación Unión de Productores Ternera de Extremadura presentó una solicitud de inscripción como IGP del nombre Vaca de Extremadura en el registro de denominaciones de origen e indicaciones geográficas protegidas de la UE. Una vez que la Dirección General de Agricultura y Ganadería de la Junta comprobó que la petición está justificada y cumple con los requisitos para continuar su tramitación, recientemente se ha abierto el plazo legal de dos meses para que cualquier persona física o jurídica pueda oponerse a la solicitud y al pliego de condiciones que se ha presentado para esta nueva IGP. Pasado este, «esperemos que en marzo se pueda solicitar el reconocimiento transitorio, que lo otorga la Junta, y con él ya podríamos empezar a operar», precisa Miguel Morillo-Velarde, director técnico de la IGP Ternera de Extremadura. «Nuestro deseo es que en mayo ya comencemos a certificar las primeras vacas», agrega, con lo que desde ese momento podría encontrarse en el mercado carne con esta etiqueta.

La futura indicación protegerá la carne fresca y sus despojos comercializados en canal, media canal, cuartos, piezas, fileteados o al corte. El reglamento contempla las principales razas autóctonas de ganado vacuno existentes en Extremadura: avileña-negra ibérica, retinta, morucha, blanca cacereña, y berrendas en negro y colorado, ya sea en pureza o cruzadas entre sí. También los cruces con razas incluidas en el Catálogo Oficial de Razas de Ganado de España en la categoría de integradas: charolesa, limusina, y blonda o rubia de Aquitania» —la única que, de momento, no está contemplada para Ternera de Extremadura—. «Los reproductores que tenemos son autóctonos en su mayoría, que se cruzan con razas cárnicas como el limusín, el charolés o la rubia de Aquitania, aclara el director técnico de esta IGP extremeña.

El ámbito geográfico de producción y elaboración de la carne abarca la totalidad de la comunidad autónoma, lo que supone que los animales deben nacer, criarse, engordarse, sacrificarse y faenarse en Extremadura. Solo excepcionalmente y bajo supervisión del órgano de control y certificación correspondiente, el despiece se podrá realizar fuera del territorio extremeño. «Nosotros tenemos un producto criado en extensivo, con una calidad diferenciada pero por el que se está pagando muy poco. Se está devaluando porque no tiene ese sello de calidad», arguye Morillo-Velarde. En este punto, aduce que piezas como el «lomo o el solomillo» de vaca mayor tienen una importante demanda en la restauración. «Nuestras vacas están 365 días al año el campo, comiendo de los recursos naturales que genera la dehesa. Esta IGP no se basa en una sola raza, sino en un sistema productivo», remarca.

En cualquier caso, la referencia de calidad Ternera de Extremadura no desaparecerá, pero lo que sí se hará es que comparta consejo regulador con el futuro sello, donde los ganaderos que ya están amparados podrán inscribirse «sin coste adicional».

Como primer objetivo, está el de duplicar el ritmo de certificación actual (que es de entre cinco y seis mil animales por año). Más a medio plazo, la idea es llegar a moverse entre las 15.000 y las 20.000 cabezas.

Morillo-Velarde confía en que la iniciativa —similar a la que se ha puesto en marcha en Galicia con su vaca y su buey— ayude a dar mayor rentabilidad a las explotaciones, porque los ganaderos «ya tendrán otra figura de calidad que puede defenderse en el mercado y para la que hay mucha demanda». Por un lado, representa un «estímulo» para que los profesionales vayan cebando paulatinamente mayor número de reses. «De 300.000 terneros al año, en Extremadura se ceban unos 30.000 o 40.000, prácticamente nada», alega. Lo más habitual es que el animal se venda con cinco o seis meses —terneros pasteros— con lo que los ganaderos evitan el riesgo y la inversión en piensos que supone el periodo de cebo. Sin embargo, eso supone también que se le da salida «sin revalorizarlo». En ocasiones el animal va a parar fuera de la región, lo que lo deja sin posibilidad de quedar dentro de la IGP.

Por otro, a los profesionales que sigan sin cebar, ampliar el marchamo les permitirá vender otro tipo de ganado, «que son las vacas de renuevo [las que van saliendo de la explotación]». «Tenemos muchos ganaderos que aunque están en Ternera de Extremadura, no han comercializado nunca. Ahora van a tener facilidad para hacerlo, porque esas vacas tienen que salir sí o sí».