Los tres meses que han cambiado el mundo se han vivido con inquietud en todos los rincones de Extremadura, especialmente en aquellas zonas donde se concentra más población mayor, la más frágil frente al covid. Cinco de los pueblos extremeños más envejecidos, cuya población supera los 60 años de media, cuentan cómo han sobrevivido a lo peor de la crisis y cómo empieza a retomar la vida el mundo rural. Han sentido temor, algunos han tenido contagios y también fallecidos, pero destacan el alivio de vivir confinados con espacio, naturaleza y sin aglomeraciones. Ahora miran algo preocupados la llegada de visitantes, a los que reciben con los brazos abiertos y piden prudencia.

Pescueza: «Con tantos mayores ha sido una preocupación»

«Nosotros hemos estado con mucha preocupación por la cantidad de mayores que hay en el pueblo, pero hemos salido para adelante, aunque todavía no se ha terminado; si tengo que destacar algo de estos tres meses de crisis sanitaria destacaría que ha habido un comportamiento excepcional de toda la gente de Pescueza», señala el alcalde, Andrés Rodríguez.

Este pequeño municipio cacereño, que cuenta con 176 habitantes censados y una edad media de su población que supera ligeramente los 60 años, destaca por el mimo con el que atienden a su mayoría de ancianos y eso no se ha descuidado durante esta crisis que se ha cebado especialmente con los más mayores. «El centro residencial tuvo las puertas cerradas a cal y canto y los usuarios del centro de día, que son 37, fueron atendidos en sus casas. Las trabajadoras les llevaban la comida, les hacían labores de higiene,... todas las actividades del centro de día, pero en casa. También se les ha apoyado con un móvil para hablar con ellos. Se han portado todos como campeones», señala el mandatario. Con estos cuidados permanentes y los entretenimiento que ofrece el mundo rural el confinamiento se ha hecho más llevadero. «En pueblos así tan pequeños como el nuestro todo el mundo tiene un huerto, gallinas o animales con los que entretenerse y eso ha sido la vía de escapa de la gente para no estar todo el día encerrado en casa».

Tras dejar atrás lo peor de la pandemia, hasta el momento, con la llegada de la nueva normalidad el centro ha vuelto a abrir y se retoma la actividad. Lo han podido hacer porque afortunadamente en este pueblo con tantos mayores no se ha registrado ningún contagio. «Es una alegría. Hemos estado muy preocupados porque un solo caso lo habría cambiado todo», reconoce Rodríguez. Así que el municipio intenta retomar su pulso habitual con sus servicios municipales ya abiertos pero sin perder de vista que el virus todavía no se ha ido, que la pandemia sigue sin estar superada.

«Nos preocupa que llegue gente de fuera, pero de momento todo está bien, cuando vaya llegando más gente ya no lo sé». Y para evitar correr riesgos han cambiado el sentido de sus fiestas de verano que concentra a más población y servían de reclamo para visitar el municipio. «Hemos decidido cambiar el sentido de las fiestas y vamos a hacer solo actividades culturales, actuaciones, teatro..., que podamos controlar el aforo en la plaza. Pondremos sillas y dejaremos espacios para cumplir con las medidas de distancia social».

La Garganta: «La palabra clave de la crisis es solidaridad»

Con mucha preocupación se ha vivido la crisis sanitaria en La Garganta, donde sus habitantes (378 según el padrón) rondan de media los 62 años. «Hemos tenido algún contagio, pero afortunadamente no hemos tenido que lamentar ninguna pérdida», señala el alcalde, Juan González. Dice que la gente se ha portado muy bien y ha estado concienciada desde el primer momento, aunque siempre hay excepciones y «ese es el verdadero peligro». González reconoce que ha habido temor: «tenemos mucha gente mayor y el riesgo es terrible, claro».

Por esto la vuelta a la nueva normalidad se está haciendo con prudencia. «La gente sigue entrando de una en una en la tienda, en el consultorio médico...» Y de momento los festejos que concentraban a más población están suspendidos. Echando la vista atrás González se alegra de haber tomado la decisión de cerrar sus centros públicos antes de que llegara el estado de alarma. «El 12 de marzo cerramos todo. Seguían viniendo visitantes al Centro de Interpretación del Lobo, abuelos con nietos, y viendo que Madrid ya había suspendido las clases, decidimos cerrar y evitar problemas». Ahora reconoce que sigue habiendo cierta preocupación por los rebrotes y ante la llegada de los emigrantes que vienen en verano al pueblo. «Es un tema delicado, pero la gente que viene aquí son los nuestros. Creo que la palabra clave es solidaridad, tenemos que ser solidarios y si alguien tiene síntomas o ha estado con alguien que los tenía debe quedarse en casa».

Campillo de Deleitosa: «Ahora nos preocupan más los que vienen»

Sin contagios, con responsabilidad y con las ventajas que supone estar confinado en grandes casas de pueblo, el confinamiento se ha pasado en Campillo de Deleitosa «bastante bien dentro de lo que ha habido en general», cuenta su alcalde, Fermín Sánchez. «La gente ha cumplido bien, aunque siempre hay alguno que se salta las medidas, pero ha sido mínimo. Fumigábamos las calles cada tres días, también limpiábamos con más frecuencia los espacios comunes como la tienda y el consultorio médico, cerramos la fuente de la plaza donde se coge agua para beber y pusimos un servicio para hacer las comprar a los mayores. Gracias a Dios no hemos tenido ningún caso positivo». Y así quieren seguir en este municipio cacereño con cerca de un centenar de habitantes censados que, de media, suman más de 65 años.

Esa es una de las preocupaciones ahora que la vida quiere volver a la normalidad postcovid. «El miedo es la gente que pueda venir de fuera, quizás ahora haya más preocupación que había antes. Quieras que no la gente se junta más y nos vamos olvidando de que hay que guardar las distancias y usar mascarillas. También hay gente que se cree que por venir a un pueblo pequeño ya se puede hacer lo que se quiera y eso tampoco. Bienvenidos sean los que nos visitan pero hay que cumplir las normas». Por eso, desde el consistorio han decidido insistir en la necesidad de cumplir las medidas. «Lo que vamos es recordar diariamente por megafonía que hay que guardar las distancias y llevar mascarilla. Porque queremos seguir así, sin contagios».

Gargüera: «Pensaba ‘como entre nos quedamos sin pueblo’»

«Gargüera es un pueblo muy pequeño, tenemos mucha gente mayor y ha habido miedo pero también mucha precaución. Los vecinos han sido muy responsables y los mayores se han encerrado en casa a cal y canto», resume Feliciana Muñoz, la alcaldesa de esta localidad. Aquí la edad media de la población (127 habitantes censados) supera los 66 años. «Hay muchas personas con 80 y 90 años y eso nos ha preocupado mucho. Yo pensaba: ‘como entre el virus aquí nos quedamos sin pueblo’». Pero por suerte, el covid ha pasado de largo. «No hemos tenido ningún contagio. No ha sido un confinamiento muy duro, se ha llevado más o menos bien, aquí las casas son grandes y siempre te puedes asomar a tu puerta, no es lo mismo que vivir en una ciudad», cuenta Muñoz, que además se encarga de que a sus vecinos no les falte el pan cada día desde que cerró la panadería. «Desde antes traía el pan de fuera y lo despachaba y durante el estado de alarma lo he seguido haciendo con más precaución».

La alcaldesa destaca el buen comportamiento de sus vecinos que se mantiene en la nueva normalidad. «Se está saliendo ya, pero prácticamente todo el mundo va con mascarillas. Hay mucha responsabilidad. Todavía no se ha podido retomar la partida, el aliciente de muchos mayores, pero sí están empezando por lo menos a ir al bar». Por eso la alcaldesa duda aún sobre qué hacer con la piscina del municipio. «Hay miedo miedo todavía y nos preocupan las visitas. Estamos expectantes a ver cómo responde la gente».

Carrascalejo: «Hemos tenido que lamentar 18 fallecidos»

«Hemos vivido esta crisis con miedo, preocupación, incertidumbre, pero también con gran responsabilidad y solidaridad por parte de todos los vecinos, precisamente pensando en esta parte de población mas vulnerable», cuenta Sonia Cid, la alcaldesa de Carrascalejo. Este municipio cuenta con 230 vecinos (según el padrón del 2019) que superan, de media, los 64 años de edad y han sufrido de forma directa los estragos del covid-19. «Hemos tenido un total de 18 fallecidos entre los residentes de la Residencia de Mayores y del municipio. Y también hemos tenido que lamentar algunas muertes de vecinos del pueblo que vivían en otras provincias».

Por eso han sido también muy rigurosos con las medidas de prevención y seguridad «que difícilmente estaban a nuestro alcance y las que no, las buscábamos como fuera». La alcaldesa señala que desde el primer momento la prioridad fue la salud, la seguridad y evitar contagios. «Los mayores siempre han sido la debilidad para este ayuntamiento y en esos meses nos centramos principalmente en su protección y pusimos en marcha algunas medidas para todos, pero reforzándolas en ellos, como la entrega a domicilio de compra, medicinas o cualquier cosa que necesitasen extremando las medidas de seguridad. Se habilitó un teléfono de emergencia 24 horas para todos los vecinos y se ha tratado de mantener contacto telefónico casi a diario, para paliar la situación complicada y de soledad que pudieran estar viviendo especialmente nuestros mayores. Pese a las circunstancias, esto ha servido para estrechar aún más la relación con los vecinos, conocernos y sentirnos como una familia».

A pesar de los fallecimientos, el municipio intenta volver a la normalidad. «Somos conscientes de que el virus sigue entre nosotros, pero también hay que seguir adelante, con prudencia y responsabilidad, pero avanzando». Desde el consistorio han empezado a reactivar distintas actuaciones para mejorar los servicios. «Vamos a seguir trabajando con más ilusión si cabe por hacer de nuestro pueblo un lugar seguro y bonito para visitar y quedarse. Esta situación ha tenido su parte positiva, visualizar carencias básicas en pueblos pequeños por las que hay que seguir luchando a niveles supramunicipales».

Mientras continúa la nueva normalidad, Carrascalejo abre los brazos a los visitantes que llenan el pueblo cada periodo vacacional. «La preocupación existe en todos los sitios y creo que es bueno que esté ahí, porque te hace estar alerta, no relajarse. Los carrascalejanos se han comportado como una familia estos meses y ahora, esta familia se amplía y estamos seguros de que la responsabilidad individual de cada uno hará que las vacaciones, aunque distintas, sean agradables y seguras».