A las siete de la mañana Ernesto Santano estaba listo para comenzar la primera jornada de churros en un mes en su negocio de la calle Londres de Cáceres. Un par de horas después hay dos clientes sentados en dos mesas de la decena del local, otros dos esperan a cierta distancia los pedidos para llevar. «Hemos reducido el aforo más de lo que requeriría el local porque es fundamental que el cliente se sienta cómodo», apuntaba. Habían abierto, pero con mucha cautela. De hecho el horario de tarde lo descartan por el momento y se ceñirán al de mañana, hasta las 12.00 horas. «Vamos a ir poco a poco. Es un comienzo y no podremos hacer gran cosa hasta ver cómo evoluciona todo», decía con cierta resignación.

Las churrerías, como los cafés, bares, restaurantes y demás negocios de hostelería que se ciñan a la franja horaria permitida (de 7.00 a 18.00 horas) podían abrir ayer con un límite de aforo del 40% en el interior de los locales y del 50% en las terrazas. Muchos clientes habituales estaban deseando recuperar su rutina del desayuno de camino al trabajo y eso animó el ambiente de los establecimientos desde primera hora de la mañana. Norma saboreaba su primer café con bizcocho en una cafetería en el último mes. «Lo de la mascarilla es cuestión de acostumbrarse. No queda otra», decía en alusión a la obligación de retirarla solo en el momento de beber o comer. Pero ayer había podido recuperar una rutina que se había visto obligada a perder en las últimas semanas y que ayer suponía para ella un paso más a la normalidad.

Poco a poco

«Ha sido una jornada tranquila, habrá que ir muy poco a poco porque habrá que vencer la pandemia del covid y del miedo», decía al final de la tarde Eduardo Álvarez, del Gran Café, que agradecía las muestras de apoyo de los clientes que habían pasado. «Todo es muy extraño pero esperamos que la incertidumbre vaya pasando en las próximas semanas», insistía.

En general desde el sector hostelero hacen un balance positivo de la primera jornada. «Algunos compañeros nos dicen que al subir hoy la persiana se sentían como en el día de la inauguración, con esa mezcla de ilusión, nervios e incertidumbre», explicó José Parodi, presidente del colectivo Fexbares, que ha editado un cartel recordando el uso obligatorio de la mascarilla que ayer estaba ya en la puerta de muchos locales. Otros habían improvisado también los suyos con idéntica advertencia. En general había un celo especial en el control y los clientes lo asumían con buena disposición.

En el balance positivo los empresarios suman tanto una climatología favorable que ha permitido sacar partido a las terrazas, como una clientela que ha respondido a la vuelta a la actividad de buena parte del sector. «Había un público esperando este mes para salir», recordó Parodi.

Reservas

A mediodía las principales zonas de terrazas de las grandes ciudades tuvieron mucho ambiente y también a lo largo de la jornada comenzaron a llegar reservas para salir a comer durante el fin de semana.

«Tenemos el domingo lleno y para el sábado hay muchas reservas tanto para la sala como para la terraza», explicaba Juan Miguel Palacios, responsable del restaurante Albalat. Algunos restaurantes han optado por no abrir aún, pero ellos decidieron reanudar ayer la actividad con los 18 empleados de la plantilla, aunque de momento a media jornada puesto que no cuentan con el servicio de cena. «El simple hecho de abrir es una felicidad», subrayó.

Una parte de la hostelería piensa ya en todo caso en los próximos pasos y en Plasencia prevén solicitar el lunes que se amplíe la apertura de los locales hasta las 20.00 horas, informa Raquel Rodríguez.

«Al menos podemos trabajar»

Víctor Solana. Bar Jona

Lleva en una mano el paño y en la otra el bote de desinfectante. «Esto es lo que nos toca. Tener todo el cuidado del mundo como hemos hecho desde el principio», afirma Víctor Solana, responsable del bar Jona en la barriada del Perú. Acaba de acomodar a tres clientes en la última mesa disponible y al siguiente le invita a sentarse en la terraza. Pero hace frío y declina. «Vamos a perder clientes, pero es lo que hay, con el límite de aforo me quedo con cuatro mesas dentro», cuenta. Ayer se reencontró con su clientela habitual, principalmente trabajadores de la zona, personal de un colegio próximo y gente de paso. «Podía haber puesto cafés para llevar en este mes de cierre, pero tenía que venir de Casar de Cáceres, donde vivo y para 10 cafés no me salían las cuentas», explica. Así que confía en poder recuperar algo de lo perdido en el último año: «hemos tenido cuatro meses de cierre y los demás con aforos limitados», recuerda. Por eso poder abrir es para él un logro: «al menos podemos trabajar», informa Rocío Cantero.

«Vivimos la reapertura con ganas, pero mucho miedo»

Ani Simonyan. Café Joplin de Mérida

«Vivimos la reapertura con ganas, pero también mucho miedo». Así se expresaba ayer Ani Simonyan, la dueña del café Joplin de Mérida, quien espera que el fin de semana de los carnavales se desarrolle con normalidad «para no volver atrás». La hostelera es una de las que durante el cierre ofreció desayunos y comida para llevar, pero reconoce que las ventas no fueron suficientes para pagar los gastos mensuales.

«Si pudiera traspasaba el bar ahora mismo, porque nos trae muchos problemas y tampoco venimos a trabajar con las ganas de antes», afirma. Ha tenido que despedir a todos sus empleados y ahora solo están en el negocio ella, su madre y su hermano. «Ahora lo veo todo muy negro y no espero nada bueno del futuro. No creo que levantemos cabeza hasta al menos dos años», lamenta. Informa Carmen Hidalgo.

«Un tercer cierre sería el estoque final para el sector»

Carlos Durán. Bar Pepe Jerez de Badajoz

Carlos Durán, dueño del bar Pepe Jerez, volvió a abrir ayer su establecimiento, en la plaza de España de Badajoz, después de mes y medio cerrado a cal y canto. Lo hizo mirando al futuro con reservas y consciente de que «un tercer cierre sería el estoque final para el 100% del sector, porque solo nos quedaría endeudarnos ante una situación incierta». Antes de la pandemia contaba con una plantilla de 10 trabajadores y algunos extras, tras el confinamiento, el personal eventual no volvió a trabajar y ayer reabrió con 8 empleados «y midiendo muy bien la jornada» para que salgan las cuentas. Las restricciones de horario y aforo se reflejan en una caja a la baja. «Este negocio está concebido para muchísima barra, mi salvación es que cuento con una gran terraza, pero aún así, como mucho los ingresos serán del 50%», apuntó Duran, que puso en valor el «esfuerzo» de los hosteleros para mantener «vivos» su negocios, pese a la falta de ayuda de las administraciones. Lo mejor del primer día fue la respuesta de los clientes: «Ha sido maravillosa, desde el miércoles por la tarde teníamos el sábado completo de reservas. La necesitamos».

«La ilusión la mantengo»

Carolina Fragua. Restaurante Macadamia de Plasencia

En el restaurante Macadamia de Plasencia tenían ayer una reserva y algunos clientes pasaron por la mañana a tomar café, un ejemplo de lo que cuesta volver a empezar, más aún para un espacio que Carolina Fragua abrió en el 2018.

Cuando llegó la pandemia, llevaba poco más de un año en funcionamiento, por lo que el golpe para este establecimiento ha sido mayor. Confiesa que la obligación de cerrar, reabrir después y vuelta a cerrar la ha llevado «mal porque, cuando te dicen que puedes abrir, pones todo de tu parte y luego te vuelven a cerrar y regresan los problemas, las dudas, las noches sin dormir».

No obstante, asegura: «La ilusión la sigo manteniendo» y, ahora, tiene claro que mantenerse abiertos es «una cuestión de responsabilidad de toda la ciudadanía. Esto es cosa de todos y, si todos arrimamos el hombro, se puede».