Con la entrada en vigor a finales de septiembre pasado del nuevo Código Técnico de la Edificación (CTE) las mediciones de radón han pasado a ser obligatorias para las obras nuevas y en reformas que requieran de proyecto en aquellos municipios considerados de riesgo. El objetivo, reducir las concentraciones de este gas cuando sean excesivas.

Con todo, es una exigencia que de momento se está cumpliendo «más bien poco, en parte por el desconocimiento que existe, también en la propia Administración. El radón sigue siendo un gran desconocido y poca gente sabe lo que es, muchas veces ni los propios arquitectos», lamenta José Antonio Verde, director de la empresa extremeña Radex, «la primera» en la región y una de las primeras en España en inscribirse como laboratorio y entidad de control en el Registro General del CTE para la medición de los niveles de radón en el aire y en el suelo. Lo hace tanto en viviendas como en centros de trabajo.

«Son los colegios de arquitectos los que deberían exigir esta medida para dar un certificado final de obra o los ayuntamientos para conceder una licencia de primera ocupación. Si no hecha ya, por los menos los detectores instalados midiendo, pero eso no se hace», apunta.  En las viviendas ya en uso la normativa no prescribe por ahora que haya mediciones de radón. «Nosotros las estamos haciendo porque hay gente que quiere saber si lo hay o no en sus casas. Son muchos pueblos en Extremadura los que tienen unos niveles de cáncer muy altos que no son normales», argumenta. Tampoco son preceptivas en los centros de trabajo aunque, puntualiza Verde, «si los empleados lo solicitan, sí debería hacerse».

Toma de datos

Cuando se efectúa la medición, también se toman una serie de datos acerca de la vivienda, ya sean de tipo constructivo o sobre cuáles son sus cerramientos, entre otros. De esta forma, una vez que se tengan los resultados sobre la concentración de radón, si son excesivos, es posible plantearle propuestas al cliente para reducirlos. «No puedes decirle a alguien que tiene unos niveles altos y luego no darle una solución», defiende este geólogo geoquímico y supervisor de instalaciones nucleares. «Por ejemplo, si se quiere hacer una reforma y se va a levantar y cambiar el suelo, una alternativa es poner una lámina impermeable o si la casa está recién reformada, está la opción de colocar un sistema de ventilación», aclara.

Un detector pasivo, el que se coloca habitualmente en las casas.

La medición en sí tiene un coste de unos quinientos euros, un proceso que incluye «enviar un técnico que haga toda la toma de datos, la colocación de detectores, la recogida de estos y la emisión del informe».

«El radón no lo puedes evitar. El 50% de la radiactividad natural que está en el ambiente procede de él. De hecho, bajar niveles altos es relativamente fácil, hacerlo con niveles bajos, casi imposible», matiza el gerente de esta empresa extremeña, pero que también acomete proyectos en otras comunidades autónomas. Considera que el mapa de riesgo existente es solo una mera «referencia» y poco «fiable». «Villanueva de la Serena está en zona 2 [la de mayor riesgo] y Don Benito en zona cero [no lo tiene]», aduce como ejemplo de ello.

«Algún caso se nos ha dado con picos brutales, de casi los 1.400 Bq(bequerelios)/m³, cuando el límite ahora mismo son 300, que es lo que marca Europa, y según la OMS deberían ser 100». Este máximo se contabilizó en una medición en Trujillo. «Se han tomado una serie de medidas y se ha bajado a unos niveles razonables», recalca.