Jarosław, una ciudad del sureste de Polonia de unos 40.000 habitantes y muy cercana a Ucrania, fue el destino en el que Marina León disfrutó de su beca Erasmus en el curso 2019-20. «Es una ciudad pequeñita pero que tenía de todo», resume esta cacereña de 23 años, que está en el quinto curso del doble grado de Administración y Dirección de Empresas y Turismo. Además, a media hora de camino queda Rzeszów, con 190.000 habitantes y con «más ambiente universitario». «Era algo que siempre había tenido en mente. No estaba muy convencida porque entre mis amigas ninguna quería ir de Erasmus y tenía que hacerlo sola, pero al final vivir un año fuera era algo que me apetecía mucho. Quería viajar, conocer gente y aprender de otras culturas», sostiene. Se decidió por este destino en Polonia porque «me apetecía un Erasmus más tipo cultural y que fuese barato para poder dedicar más dinero a viajar luego», señala. El alojamiento, una residencia en la universidad «y con todo al lado» le costaba apenas 80 euros. Así que pudo viajar no solo por Polonia y a la cercana Ucrania, también aprovechó estos meses para desplazarse a Budapest, Praga, Londres, Belfast o, Košice (Eslovaquia).

«Es algo que le recomendaría a todo el mundo, es una experiencia muy enriquecedora», afirma. Además, añade, «me ha ayudado bastante a madurar y, aunque ya me consideraba una persona independiente, al final estás en otro país completamente sola y eres tú quien tienes que tomar las decisiones, no están tus padres allí para hacerlo por ti».

Los polacos, reconoce, «tienen un carácter más frío, pero éramos cuatro españoles y los demás Erasmus de Turquía y entre nosotros hacíamos piña. Estábamos todo el día juntos». También recibían las clases juntos, en inglés. «Mi nivel de inglés era muy bajo y ahora puedo tener una conversación en él sin ningún problema».