Aunque la violencia sí tiene género, no tiene edad. El maltrato machista se da también entre las jóvenes y de múltiples formas. Según el informe más reciente del Ministerio de Igualdad --de 2020--, de todas las chicas jóvenes entrevistadas, reconocieron que las situaciones de violencia de género en el ámbito de la pareja que habían vivido, alguna vez o con más frecuencia, eran las de abuso emocional («insultar o ridiculizar», en el 17,3% de los casos), el control abusivo general («decidir por mí hasta el más mínimo detalle», el 17,1%) y controlar a través del móvil (el 14,9%). 

Asimismo, el 11,1% afirmó «haberse sentido presionada para situaciones de tipo sexual en las que no quería participar», al 9,6% le han hecho «sentir miedo», al 8,7% le han dicho que «no valía nada» y en un 8% de los casos el chico que la maltrató «presumía de dichas conductas». 

Psicólogas especializadas en violencia de género, asociaciones que luchan contra el maltrato y testimonios corroboran que una mujer maltratada no es una víctima, sino una superviviente.

El chantaje

Desde la Asociación de Derechos Humanos de Extremadura (Adhex), situada en Cáceres, su presidenta Flor Fondón, explica que el maltrato entre mujeres jóvenes ha aumentado en los últimos años. «Las redes sociales han dado lugar a nuevas formas de abuso hacia las jóvenes, como el groomping, que consiste en chantajear a las chicas con fotos comprometidas suyas para obligarlas a quedar con hombres adultos o a mantener relaciones con ellos», señala Fondón. 

El mito del amor romántico favorece la ‘lluvia mansa’, se asumen las vejaciones

La dirigente de Adhex dice que el maltrato en las relaciones de pareja durante la adolescencia tiene connotaciones especiales respecto al resto de edades: «Entre la juventud surge de manera paulatina y la mayor diferencia que existe son las herramientas que emplea el agresor». 

Fondón explica que el mito del amor romántico favorece el efecto de «lluvia mansa», en la que la víctima va asumiendo las vejaciones y los comportamientos de control poco a poco, y que por ello cuando aparece la violencia física la mujer ya es vulnerable a las formas de maltrato. «Todo empieza con un ‘si puedes estar conmigo por qué vas a irte con tus amigas’, ‘si confías en mí por qué no me enseñas tu Instagram…’ Luego llegan las llamadas constantes, el ponerse nervioso cuando estás rodeada de chicos en un lugar e incluso presentarse en el sitio en el que estás», apunta Fondón. 

Ella dice que uno de los mayores riesgos de la violencia de género en las relaciones afectivas de pareja adolescente es el componente familiar: «En la juventud existe una tendencia a alejarse más de los padres y cuando estos intentan aconsejar a su hija acerca de su pareja, los agresores aprovechan la situación para tergiversar la historia defendiendo que se portan así porque no la quieren ver con él y asumiendo un papel de víctima porque no le aceptan».

«Se romantiza el rol de chico malo con películas como ‘A tres metros sobre el cielo’»

Fondón señala que una técnica muy común que siguen los maltratadores es la conocida como «luz de gas» a través de la cual intentan hacer creer a la víctima que está loca y que todo lo que percibe es producto de su imaginación. «Esto convierte la vida de la chica en una auténtica pesadilla, sobre todo porque la mayoría de las adolescentes no poseen elementos para reconocer la violencia machista y al ser jóvenes suelen presentar poca madurez emocional», recalca la presidenta de Adhex. 

Además, explica que la única forma de erradicar la violencia de género es educando en igualdad tanto en el hogar como en el ámbito académico, tratando de abolir conductas sexuales «que emanan del porno y corrigiendo la concepción del sexo que se tiene desde edades tempranas». 

La psicóloga y sexóloga de parejas de Badajoz Ana Parra. EL PERIÓDICO

La psicóloga y sexóloga de parejas de Badajoz Ana Parra también considera primordial avanzar en educación para alcanzar la igualdad. «Todavía necesitamos trabajar y seguir cuestionando los estereotipos de género», dice. «Se sigue romantizando el papel de chico malo, a través de películas como A tres metros sobre el cielo o 50 sombras de Grey y otras muchas donde el chico malo es el que tiene éxito amoroso mientras es la chica vulnerable y dócil la que sufre por él», agrega. 

La autoestima

Parra comenta que aunque hay casos de violencia sexual y física en la adolescencia, la más común es la psicológica. «El maltrato psicológico se pone en marcha a través de la manipulación, haciendo creer a la víctima que está loca, que se inventa o que no recuerda lo que ocurrió realmente», apostilla Parra, y añade que otros ejemplos de ello son el chantaje emocional, la intimidación, los insultos o las humillaciones que hacen que la autoestima de la persona agredida se vea afectada.  

«El maltrato psicológico se pone en marcha a través de la manipulación»

Igualmente explica que el estado de ánimo de las chicas jóvenes que han sido víctimas de violencia de género y llegan a su consulta suele ser la apatía, la desaparición de las ganas de salir y habitualmente dejan de hacer actividades que antes les apasionaban como el deporte o practicar el arte porque su novio está disconforme con esto. «Un mal entendimiento de las relaciones de pareja lleva a ciertas personas a considerar que la otra es de su propiedad, y no pueden tolerar ningún acto por parte de ella que implique un ejercicio de su libertad: salir con sus amigos, trabajar, ponerse una determinada prenda, etc.», apunta la psicóloga. 

Ella dice que la mayoría de las mujeres que llegan a terapia lo hacen por recomendación de un amigo o un familiar y que en casi todos los casos llevan más de un año con el agresor y les da miedo no poder salir de ahí. «Habitualmente, la violencia psicológica es la que más tratamos entre las jóvenes y a la vez la más difícil porque muchas de ellas acuden a nuestras clínicas sin saber que están siendo maltratadas psicológicamente», expresa esta profesional de la salud. 

Por último, Parra acuña: «Como psicóloga, estoy obligada a denunciar la situación de maltrato que sufre mi paciente en cuanto soy conocedora de ello. En el ámbito terapéutico trabajo con la víctima la reconstrucción de su autoestima con herramientas para sentirse cada vez más fuerte y segura de sí misma. Es fundamental la ayuda psicológica para salir de estas situaciones de maltrato, son cada vez más las mujeres que piden ayuda gracias a la cuarta ola feminista».

LOS TESTIMONIOS

«Guardé silencio porque no quería asumir la etiqueta de mujer maltratada»

La extremeña María Gómez (nombre ficticio) a sus 45 años relata los múltiples episodios de violencia machista que sufrió por parte de su novio «de toda la vida». Gómez dice que empezaron con 15 años en el pueblo y que él siempre había tenido comportamientos agresivos. «Solía morderse el labio llegando a hacerse hasta sangre, algo que a día de hoy sigue haciendo, y se apretaba los puños cuando algo le enfadaba», relata. «Cuando eres joven y estás enamorada siempre piensas que le puedes cambiar, incluso que él necesita tu ayuda pero no es así, ese tipo de personas no cambia y necesita una ayuda que tú no puedes darle». Se casó con su ex pareja a los 24 años y ahí comenzaron las humillaciones y los insultos más severos, algo que la llevó a retrasar su maternidad hasta los 32. «Nunca terminé de fiarme del todo, le amaba pese a que sabía como era, pero siempre me agarré a esa esperanza de que podría mejorar». Argumenta que no decía nunca nada, que permanecía en silencio porque no sabía a quién acudir: «Tenía que denominarme mujer maltratada y yo no quería esa etiqueta, no quería asumir que era eso». 

Gómez recibió sus primeras palizas cuando acababa de nacer su segunda hija, e incluso la mayor llegó a presenciar una cuando tan solo tenía tres años. A sus 39 años, una de estas agresiones propició que saliese en ambulancia de su domicilio. «Me arrastró de los pelos, me pegó múltiples patadas y rompió cristales sobre mí, llegó a reventar el televisor de nuestra casa sobre mi cuerpo», narra conmocionada la superviviente que acabó con tres costillas rotas, golpes alarmantes por todo el cuerpo y desviaciones en la columna vertebral que aún le perduran. Después de eso necesitó asistencia psicológica ya que sufrió severa depresión y llegó a poner hasta 20 kilos. A pesar de haber denunciado, él nunca entró en la cárcel alegando un problema de esquizofrenia que padecía y los abusos continuaron: se saltaba órdenes de alejamiento y lanzaba sillas contra ella cuando la veía, la agarraba del cuello para sacarla de establecimientos e incluso rompió a patadas su vehículo y timbró a su telefonillo para decirle que «reventaba su coche porque no podía destrozarla a ella». La extremeña le describe como a un hombre «aparentemente normal», alto, guapo, comprometido con su trabajo y señala que desde fuera siempre se les había visto como «la pareja perfecta». Él tenía celos de todo el entorno de Gómez y trataba de hacerles la vida imposible a las personas que quería. «Ha sido protagonista de escenarios de violencia vicaria porque ha pegado palizas a mis hijas y ha empleado la violencia verbal contra ellas, que solo son unas niñas». 

«He tenido mucho miedo, pero llegó un momento en el que me dije que ya no quería tenerlo más», dice Gómez. «El valiente es valiente hasta que el cobarde se lo permite; yo ya no tengo miedo». Ella critica la existencia de denuncias falsas que les hacen un flaco favor a las mujeres que han sufrido violencia machista y considera que no se está luchando lo suficiente por parte de la Administración y que las mujeres que han sido maltratadas no están protegidas. «Esto no se queda en denunciar y fin de la pesadilla, esa persona está obsesionada contigo, te odia y desea destruirte», advierte la mujer. Cuando le preguntan por su presente, ella hace una pausa y dice: «Estoy bien, mis hijas no están al tanto por completo de lo sucedido porque aún son pequeñas y no quiero ponerles prejuicios sobre su padre. Yo decidí mudarme y empezar de cero por ellas, son la fuerza que me impulsó a ir hacia delante. Eso y el creerme que yo puedo sola, esto no se olvida nunca pero yo puedo sola. Sola y con ellas, adonde sea».

«Mis hijos no ven como una pobrecita sino como a una luchadora»

La cacereña Nely (diminutivo de su nombre real) ha sufrido violencia de género reiteradas veces por parte de parejas distintas. A sus 57 ya ha vivido tres episodios de violencia machista distintos. Ella cuenta que la primera vez que la sufrió apenas tenía 33 años, «a esa edad aguantas porque no te queda otra, no sabes qué está pasando ni qué hacer». El padre de su hijo comenzó con humillaciones, insultos verbales, prohibiciones a la hora de vestirse o salir de casa y terminó con una brutal paliza que la llevó a la cama de un hospital durante ocho meses. «Cuando desperté a mí me dieron una oportunidad para volver a nacer, porque yo no sé ni cómo estoy viva», comenta Nely, «me rompió una pierna, varias costillas y me desfiguró la cara por los golpes recibidos». La mujer no denunció a su expareja hasta que su entorno le abrió los ojos y fue tras esta agresión física cuando entró en prisión. «No ha dudado en golpear a mis hijos para hacerme sufrir», señala. «Llegué a ponerle 17 denuncias hasta que ingresó en la cárcel». Pero antes aguantó mucho tiempo por miedo, mis hijos eran pequeños y mi madre había fallecido, yo no tenía ni donde caerme muerta», señala la mujer. «Antes no había tanto apoyo ni casas de acogida como hay ahora, que existan es todo un avance». Cuando logró recuperarse con la ayuda de asistencia psicológica, aspiró a buscar el amor en otra persona a sus 50 años. «Todo iba bien, era una persona muy normal pero comenzaron los celos», dice Nely. «Después llegó el confinamiento y se convirtió del todo, las amenazas aumentaron hasta que un día me lanzó un objeto y me rompió varios dientes». Ella relata su experiencia como un terror durante la pandemia, ya que no podía salir del hogar y permanecía encerrada con el agresor. Finalmente, salió de la casa con ayuda de los cuerpos de seguridad y se puso de nuevo en manos de los psicólogos, momento en el que se enteró que ese agresor tenía antecedentes de otras denuncias por violencia de género. Desafortunadamente, Nely conoció hace unos meses al último maltratador que tiene una orden de alejamiento que ha quebrantado en varias ocasiones y quien le ha insultado y amenazado con cierta agresividad. «Este último maltrato fue psicológico, y no es menos doloroso», apunta la cacereña. Ella está en una asociación de mujeres maltratadas a quienes cree deberles todo, y se siente muy orgullosa porque se está formando en cursos de asistencia a víctimas de violencia de género. «Yo le diría a las chicas que lo sufran desde jóvenes, como lo sufrí yo, que no se lo piensen y denuncien. Denunciad, pero directamente, no debéis tregua al maltrato. No miréis atrás, hay mucha gente que va a ayudaros y podéis salir de ahí, yo sé que se sale, yo he salido. Un hombre no te humilla ni te maltrata, y es que ellos no son hombres, son malas personas» comenta Nely. La cacereña se siente feliz ahora mismo, pese a que los múltiples maltratos no los haya olvidado y siga recibiendo ayuda de distintos tipos. Pero se siente afortunada con sus hijos y su entorno que la cuida: «mis chicos no me ven como una pobrecita, me ven como una luchadora».

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