Se repitió en cada intervención, más allá de que la perspectiva fuera del hogar, el barrio, el pueblo o el planeta: el urbanismo como elemento de conexión de las personas y los territorios, con una mirada de reojo a la situación climática de cambio acelerado y un contexto geopolítico convulso. «Las ciudades y los pueblos pueden hacer cosas innovadoras para plantear soluciones a la confluencia de crisis a las que ahora hacemos frente; la sanitaria, climática y los conflictos. Hay que tener en cuenta el género, la infancia y la diversidad para hacer un mundo más equitativo», fue la reivindicación que lanzó en Cáceres Carmen Sánchez-Miranda, la jefa de la oficina de ONU-Habitat en España, en la conmemoración del Día Mundial del Hábitat. La efeméride proclamada por la ONU en 1985, pone el foco en un desarrollo sostenible e inclusivo de las ciudades; y convirtió ayer a Extremadura en núcleo del debate en torno a ese planeamiento urbanístico destinado a estrechar la distancia entre lo urbano y lo rural y cómo hacerlo: a través de nuevas perspectivas en el diseño y organización de las ciudades y los pueblos para un futuro «más justo, sostenible, seguro y resiliente», enfatizó. 

Todo eso condensa el lema de la jornada que ayer se celebró en Cáceres: Cerrando la brecha: abordando las desigualdades en el territorio sin dejar a nadie ni a ningún lugar atrás. El dato que maneja ONU-Hábitat es que en el año 2020, con la pandemia, entre 88 y 115 millones de personas experimentaron pobreza extrema en el mundo, y solo en 2021 hubo casi 163 millones de nuevos pobres derivado de la pérdida de ingresos o de vivienda a causa de los conflictos armados, de catástrofes naturales o de la pandemia.

Valverde de Burguillos, con un proyecto para atender a los mayores en sus casas, fue uno de los ejemplos en la cita

Con ese contexto, la receta para cerrar esa brecha, se pretende que sea válida para cualquier rincón del mundo y para todo tipo de territorios, ya sean urbanos o rurales; pero en las jornadas se abordó de forma más específica la situación de Extremadura y las iniciativas en las que ONU- Habitat y Junta de Extremadura trabajan conjuntamente en ese objetivo de urbanismo sostenible. 

Un derecho

 «El buen urbanismo debería ser un derecho para todas las personas», señaló en la apertura Begoña García Bernal, consejera de Agricultura, Desarrollo Rural, Población y Territorio. Puso en valor en ese sentido la importancia de que el urbanismo desvíe la mirada «de la economía a las personas en todas sus vertientes» y señaló los que deben ocupar el papel protagonista: «la persona con discapacidad, la persona que lleva un carrito de bebé, la que lleva un carrito de la compra... No mujeres, personas, aunque seamos las mujeres las que sigamos haciendo de forma mayoritaria todas esas cosas», resaltó. 

La consejera enfatizó las apuestas normativas «pioneras» que se han producido en la región para introducir la dimensión de género en la ordenación territorial, con el reglamento de la Ley de Ordenación del Territorio. «Porque las mujeres tenemos que poder llegar solas y a salvo a casa, como queramos», reclamó; pero también porque la permanencia de la mujer en la Extremadura «despoblada, no vaciada» es esencial para la región: «porque fija población».

En una mesa de trabajo posterior se recogieron además algunos ejemplos de desarrollo urbano, como el caso del proyecto ‘Envejecer en mi casa’ de Valverde de Burguillos, para ofrecer a los mayores una serie de servicios para mitigar la pérdida de autonomía y combatir la soledad. 

Precisamente la directora ejecutiva de ONU-Hábitat, Maimunah Mohd Sharif, puso en valor a través de un mensaje por vídeo que la acción local es la mejor manera de acelerar el camino hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): «No queda mucho tiempo hasta 2030. Tenemos que actuar ahora y hacer que nuestras ciudades sean lugares verdaderamente inclusivos para que nadie ni ningún lugar se quede atrás», fue su mensaje.