SOLIDARIDAD EN LOS SANTOS DE MAIMONA

‘Refugiados’ en casa de Ana, la ‘mamá’ extremeña de los hijos de Luz Mila

Llegaron justo antes de la pandemia, pero regresaron a Ucrania porque no fueron capaces de encontrar trabajo. Volvieron cuando estalló la guerra y Ana Vergara los acogió en su domicilio. Al poco, a esta ucraniana le diagnosticaron lupus y ella se encargó de los menores. Acaba de recibir un premio solidario de Cadena 100

La ucraniana Luz Mila, con sus tres hijos en una de las visitas al centro en el que se recupera.

La ucraniana Luz Mila, con sus tres hijos en una de las visitas al centro en el que se recupera. / EL PERIÓDICO

Ana Vergara (50 años, Los Santos de Maimona) conoció a Luz Mila y a sus tres hijos cuando daba clases en el colegio José María Calatrava de Mérida. Ella es profesora técnico de Servicios a la Comunidad y el centro llevaba a cabo un programa a través del que detectaban las necesidades que podían tener las familias. Ahí estudiaban dos de los hijos de esta ucraniana, que había venido a España a finales del 2019 en busca de un futuro mejor. Entonces tenían 11 y 4 años. Llegaron a la capital extremeña justo antes de estallar la pandemia, por lo que le fue imposible rehacer su vida y encontrar un trabajo. No le dio tiempo porque a los pocos meses de instalarse comenzó el confinamiento.

Cuando el programa del centro empezó a trabajar con ellos, en el curso 2020/2021, se encontraban ya en una situación crítica, en proceso de desahucio y sin posibilidad de pararlo. Cruz Roja les ofreció entonces un piso donde vivir, pero Luz Mila lo rechazó. Después esta extremeña les consiguió otro en Navalmoral de la Mata, pero tampoco lo aceptó. A última hora, después de tener ya todo preparado e incluso las maletas hechas, Luz Mila le dijo que no podía irse. Nadie entendía lo que sucedía. Emocionalmente Luz Mila no se encontraba bien. Había estado ingresada en el hospital, pero creyeron que se trataba de una crisis de ansiedad por lo que estaba pasando. «Fue el principio del fin porque ya no podían tener acceso a nada», recuerda esta extremeña. Y en julio del año pasado decidieron regresar a Ucrania.

Los dos menores, con Ana Vergara, su ‘mamá’ extremeña.

Los dos menores, con Ana Vergara, su ‘mamá’ extremeña. / EL PERIÓDICO

Volvieron por la guerra

Permanecieron poco tiempo en su país porque en febrero, a los siete meses de estar allí, estalló la guerra. Ana Vergara seguía manteniendo contacto con la familia, sobre todo con el hijo mayor, que tiene 25 años. «Me dijo que su madre quería volver a España», comenta. Lo lograron, pero esta vez solo pudieron salir de Ucrania la madre con los dos hijos menores, el mayor fue obligado a quedarse para servir al país por la invasión rusa. A través de los corredores humanitarios consiguieron llegar a Polonia, donde conocieron a los miembros de una asociación valenciana que había fletado varios autobuses para trasladar a España a refugiados.

Y desde allí mismo llamaron a Ana Vergara. Esta extremeña vive con su madre, de 76 años, así que lo primero que hizo fue pedirle permiso a ella para poder acogerlos en casa. No puso ningún tipo de objeción. Luego, junto a su pareja, cogió el coche y emprendieron el viaje para irlos a buscar a Valencia. Pudieron entrar en territorio español como refugiados; de no haber sido así no habría sido posible porque, cuando los extranjeros que reciben ayudas del Estado las rechazan y solicitan el retorno voluntario a su país, como fue el caso, directamente aceptan el compromiso de no regresar a España en un periodo de tres años. En casa de Ana estuvieron diez días, hasta que consiguieron alquilarles un piso en Los Santos de Maimona, que pagaban con la solidaridad del pueblo y del colegio de Mérida en el que Ana les conoció.

«Hay 32 millones de desplazados en la última década. Esta gente necesita ayuda urgente»

Ana Vergara

— LA EXTREMEÑA QUE LOS ACOGIÓ

El municipio recaudó también comida y ropa y un voluntario les enseñaba español. Pero todo volvió a torcerse. Luz Mila había venido débil de salud de Ucrania y los que estaban con ella observaban comportamientos extraños. Ana la animó varias veces a ir al médico, pero nunca quiso. Hasta que un día tuvo una crisis de fiebre muy alta y accedió a acudir a la consulta. «Nos dijo que tenía anemia, pero que no era nada grave, que se pusiera a trabajar y que se despejara porque lo que tenía era consecuencia de la situación que vivía», recuerda esta extremeña.

Después de esa crisis vinieron otras dos más. Hasta que el pasado 30 de junio, en mitad de las oposiciones a maestros a las que se presentaba Ana, la llamó uno de sus hijos asustado. «Me dijo que su madre no podía hablar ni andar. Me fui corriendo», cuenta. Había sufrido un ictus agudo y la trasladaron a la unidad que hay en Badajoz para este tipo de dolencia. Allí estuvo 15 días ingresada. Después se la llevaron a Casa Verde, para comenzar una rehabilitación porque tenía afectación neurológica. A los dos meses empeoró e ingresó en el hospital de Mérida, donde dieron al fin con su diagnóstico: Lupus. «Me dijeron que todo venía de ahí, tenía afectación neurológica y renal. Lo que nos decían era malo, malísimo, pero por lo menos empezó a tratarse», recuerda.

"La situación en la que están es muy grave, necesitan trabajar para poder tener una vida normal. Me quedo con la cara de felicidad de esos niños cuando vieron a su hermano"

Ana se llevó a su casa a los niños aquel 30 de junio. Gestionó con Infancia y Familia la guarda de hecho de los menores, que han estado con ella hasta que han conseguido arreglar los papeles para que su hermano mayor pudiera salir de Ucrania. Regresó con su novia hace un mes, con un permiso concedido por el gobierno por el estado de salud de su madre. «Le prometí que hasta que él no viniera no se movían de mi casa», señala. Le pagó los billetes de avión y de autobús y un hostal, en el que ha estado viviendo hasta que han encontrado una vivienda.

Han decidido quedarse en el pueblo y ahora buscan trabajo. «Todo el mundo aporta: El grupo de catequistas, Cáritas, el colegio Alcalde Juan Blanco, particulares, … La situación en la que están es muy grave, necesitan trabajar para poder tener una vida normal», reconoce. Aunque se queda con la felicidad del reencuentro entre hermanos: «Desde que ha venido su hermano a esos niños se les ve la felicidad en la cara, es su familia», asiente.

Perdió las oposiciones

Ella perdió las oposiciones. Pasó el primer examen pero no pudo presentar la programación porque tuvo que acompañar a Luz Mila en el hospital. Estaba sola. «No me daban justificante porque no era familiar directo, en el hospital me decían que quién era yo. ¡Pues era la única persona que tenían aquí!», dice resignada. Está en lista de interinos pero lleva todo el trimestre en el paro. Mientras, Luz Mila sigue en Casa Verde. Ha mejorado, pero aún necesita tiempo para recuperarse.

Por esta labor esta extremeña acaba de recibir el premio ‘¡Buenos días Javi y Mar! Por un mundo mejor’, que cada año entrega Cadena 100. La nominó una amiga suya. «No me lo pensé, los conocía, me llamaron en una situación súper penosa, en un país en guerra. Ha sido una enseñanza muy grande. Esto le puede pasar a cualquiera en cualquier momento, la única diferencia es que ellos son refugiados y no tienen ayuda de nada», señala. «Parece mentira -añade- que hayan salido 32 millones de personas de sus hogares esta última década: Sirios, venezolanos, ucranianos, … Esta gente necesita ayuda de forma urgente. Cuando se llama a la puerta hay que abrir a la primera porque a lo mejor a la segunda ya es tarde. Ojalá nuestros hijos no tengan que pasar estas cosas», advierte. Su dedicación sigue, ahora centrada en buscarles un futuro estable. 

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