El socavón, cuatro meses y medio después...

«Estará listo el próximo verano». Fueron las palabras ayer del delegado del Gobierno en Extremadura, Francisco Mendoza, para referirse al futuro puente que se habilitará entre Puebla de Obando y La Roca de la Sierra y que salvará el socavón que existe ahora mismo entre ambas localidades. Sobre el terreno se sigue trabajando. 

Realmente el anuncio de Mendoza no es nuevo, ya se sabía que la previsión era que la obra estuviera lista en época estival, pero sí se confirma que el arreglo de la carretera entre Cáceres y Badajoz llegará seis o siete meses después de que la borrasca Efraín dejara sus huellas en Extremadura.

Y se extenderá a ese tiempo a pesar de que el Ministerio de Transportes declaró las actuaciones de emergencia y movilizó más de 6 millones de euros para reparar todos los desperfectos, especialmente en la N-523

«Bastante avanzadas»

Actualmente, tras casi cuatro meses y medio, la vía continúa siendo una carrera de obstáculos en el tramo afectado por las intensas lluvias de mediados de diciembre. «Pese a que se hable de socavón tras la borrasca Efraín, se trató realmente del hundimiento de un puente, por ello se han tenido que encargar vigas específicas para impulsar el nuevo puente, una obra que progresa adecuadamente, con las tareas de cimentación y estructura bastante avanzadas», expresó el delegado del Gobierno a los medios de comunicación tras reunirse con el nuevo responsable de Demarcación de Carreteras, Antonio Ruiz. «Una vez que culminen los arreglos necesarios en la carretera Cáceres-Badajoz, se contará con la seguridad suficiente para restablecer el tráfico en condiciones normales», apostilló igualmente.

Esta obra se plantea como una solución definitiva al socavón que se abrió en la carretera. El citado puente contará con un tablero de vigas de 40 metros aproximados y una anchura de 12 metros.

A falta de autovía...

Lo cierto es que, a falta de una autovía que acumula años de promesas (solo está adjudicado un primer tramo a la salida de Cáceres de 13 kilómetros), la única carretera directa que une las dos capitales de provincia de Extremadura no resulta nada atractiva. 

La alternativa consiste en alargar el camino en kilómetros por Mérida para evitar los semáforos que regulan el paso por la N-523, los cuales hacen que el trayecto se termine eternizando.