La situación de la carretera N-523, la conexión entre las dos ciudades más pobladas de la región

Un periplo para viajar de Cáceres a Badajoz

Dos meses después del socavón, circular entre las dos capitales incluye 4 paradas por obras o desvíos. Las limitaciones al tráfico pesado y las esperas por los semáforos reducen el paso de vehículos en la N-523

Uno de los tramos en obras en la N-523, a la altura del km. 53, esta semana.

Uno de los tramos en obras en la N-523, a la altura del km. 53, esta semana. / Lorenzo Cordero

Viajar ente Cáceres y Badajoz ahora mismo requiere de cierta paciencia y poca prisa. La N-523, que une las dos localidades más pobladas de la región, quedó gravemente dañada el pasado mes de diciembre por las lluvias torrenciales que provocó la borrasca Efraín; y los desperfectos son evidentes aún dos meses después en algunos tramos, y molestos en aquellos puntos con daños más graves o en los que ya se trabaja en la reparación. Hay once zonas señalizadas por desperfectos, obras o desvíos en los 90 kilómetros que separan las dos ciudades, tres de ellos regulados por semáforos para dar paso alterno a un sentido y otro de la circulación en el único carril habilitado, y otro tramo en el que regulan el flujo dos operarios. Los principales problemas se concentran entre los kilómetros 28 y 59, y llegar a Badajoz lleva una hora y veinte minutos por esta carretera, habiendo hecho paradas de entre dos y cuatro minutos en esos tramos y reduciendo la velocidad (la de la vía es de 90 km/h) a 60 km/h o 30 km/h según la zona. No es una demora excesiva, pero las paradas disuaden a muchos conductores de optar por ese trazado, según lamentan algunos negocios cuya supervivencia depende del flujo de vehículos. «Se ha recuperado algo de tránsito desde que se habilitó el desvío, pero no hemos recuperado aún la normalidad; no estamos al 100%», dice Román Prior, que trabaja en la gasolinera que hay en la N-523 en la entrada a La Roca de la Sierra. «Los camiones siguen sin pasar por esta carretera y eso es mucho para nosotros», lamenta también. Habla no solo del volumen de clientes, sino también de la facturación, porque el depósito de un vehículo de gran tonelaje pueden suponer 600 euros en combustible.

Menos coches y sin camiones

En la gasolinera de Puebla de Obando la percepción es muy similar: «Se notan menos coches y hacía más de un mes que no llenaba el depósito de un camión, y eso que los camiones siguen pasando. Muchos atraviesan el desvío, y otros llegan hasta el puente y se dan media vuelta allí. Lo de los camiones es un caos», dice José Antonio Macedo, trabajador de la gasolinera de Puebla de Obando. Lamenta también que «lo de los semáforos es un rollo que echa a mucha gente para atrás». «Esta mañana me lo ha dicho un cliente, que tiene más cuenta ir por la autovía ahora mismo; porque son más kilómetros pero se viaja más tranquilo», explica. Como aprecia ese cliente, muchos siguen optando por hacer más kilómetros por la alternativa a través de la A-66 y la A-5, lo que está restando flujo a los 5.000 vehículos diarios que se estima que tenía la N-523. 

«Nosotros no nos hemos planteado ir por la autovía porque son muchos más kilómetros y 25 minutos más», responden Noelia y Adolfo desde el interior de su vehículo. Están detenidos en el semáforo que hay antes del desvío provisional en la zona del socavón; proceden de Aceituna y van camino de Badajoz por unas pruebas médicas. «El primer semáforo lo cogimos en verde, ahora sí nos ha tocado en rojo y hay que esperar», dicen resignados. 

José Antonio Macedo, echa combustible a un vehículo, en la Gasolinera de Puebla de Obando.

José Antonio Macedo, echa combustible a un vehículo, en la Gasolinera de Puebla de Obando. / Lorenzo Cordero

«Ha venido bien abrir el paso, pero no pueden circular camiones, que son nuestra clientela básica»

José Antonio Macedo

— EMPLEADO DE LA GASOLINERA DE PUEBLA DE OBANDO

El primer parón está a la altura del kilómetro 28. Está cortado el carril derecho por obras y en el izquierdo hay paso alterno regulado por un semáforo. La siguiente parada es en el kilómetro 44, el desvío alternativo habilitado por la antigua carretera para salvar el socavón. Hay otra parada a la altura del kilómetro 53. En este caso son obras de asfaltado que ya estaban programadas antes de que se produjeran los daños del temporal. Ahora se está asfaltando el carril sentido Cáceres y el tráfico se concentra en el que va a Badajoz, con paso alterno que regulan a cada lado dos operarios de las empresas que realizan las obras. De nuevo hay que parar a la altura del kilómetro 59, el tramo del arroyo Guerrero. Está cortado el carril sentido Cáceres porque el arcén se ha hundido en dos tramos y el único paso es por el carril derecho. Un semáforo a cada lado marca la prioridad de un sentido u otro. Además hay zonas con estrechamientos señalizados por hundimientos del arcén o la cuneta en los kilómetros 16, 48 y 69; o por daños en el quitamiedos a la altura del kilómetro 82, en la entrada a Badajoz. 

Con ese panorama, aquellos negocios que dependen del flujo de vehículos que tenga la carretera N-523 se resienten; y tras ellos van, en cadena, sus suministradores. «Si nosotros no vendemos, no podemos pedirles más productos», reconoce el trabajador de la gasolinera de Puebla de Obando. Coinciden allí los repartidores de una empresa de bollería y otra de golosinas. Comparten el trastorno que supone el estado actual de la carretera, pero aun así ven con alivio la alternativa que se planteó con el desvío, a pesar de las esperas en los semáforos. «Antes perdía más tiempo porque tenía que hacer 50 kilómetros más a la ida y otros 50 a la vuelta, y por otra carretera muy peligrosa», recuerda Juan Diego Izquierdo del mes que cubrió esa ruta circulando por la BA-5023. Para otros vecinos, los trabajos están yendo «muy lentos», dice Cipriano Villares, que vive en La Roca de la Sierra.

Juan D. Izquierdo, distribuidor de Confitex, con algunos de los productos que lleva en su furgón.

Juan D. Izquierdo, distribuidor de Confitex, con algunos de los productos que lleva en su furgón. / Lorenzo Cordero

«A pesar del semáforo, es mejor el desvío que hacer más kilómetros y por carreteras en peor estado»

Juan D. Izquierdo

— Distribuidor de Confitex

La próxima semana cumple un mes en funcionamiento ese desvío entre La Roca de la Sierra y Puebla de Obando, y acaban de cumplirse dos meses desde que se produjera el socavón, en las lluvias torrenciales del 13 de diciembre. La alternativa de paso se abrió tras 37 días con la carretera cortada y es la solución provisional hasta que se construya el nuevo puente sobre la carretera; pero tiene restricciones, porque la estructura del viejo puente que hay que cruzar no permite el paso de vehículos de gran tonelaje y se ha limitado a los de menos de 7.500 kilos. Los vecinos aseguran que eso no se está cumpliendo siempre a pesar de los paneles con advertencias y de que hay cámaras de vigilancia en el trazado. Según informó el delegado del Gobierno cuando se inauguró ese tramo, esas cámaras estarían conectadas con la DGT y podrían sancionar; pero la Delegación del Gobierno no ofrece ahora datos de si realmente lo están haciendo. «Esa información no se da. Solo cuando se hacen balances de tráfico», responden a las preguntas de este diario.

Los semáforos disuaden aún a muchos conductores, que optan por la alternativa de la autovía A-66

El desvío se mantendrá activo mientras se construye el nuevo puente que volverá a unir el trazado de la N-523. «Los obras han empezado ya», informan desde la Delegación del Gobierno sobre la infraestructura que devolverá la normalidad a esta vía. Esta semana no había operarios trabajando en ese lugar, pero sí se aprecia que han llevado a cabo ya tareas de limpieza de los restos que quedaron tras abrirse el socavón. La previsión que ha dado la Delegación del Gobierno es que el puente estará abierto a o largo del verano, tras una inversión de 1,3 millones.

A la espera de la autovía

La N-523 quedará en un futuro sustituida por una autovía, aunque no será a corto plazo porque acaba de adjudicarse el primer tramo: 13 kilómetros de los 90 que hay entre Cáceres y Badajoz. La infraestructura acumula 17 años de retrasos. 

El proyecto lo presentó en 2006 el entonces presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra. La carretera era entonces autonómica y en 2019 el Estado acabó asumiendo la dirección del proyecto tras la cesión del Gobierno regional de la vía. Quince años después arrancaron las primeras obras, con una ampliación de la rotonda de acceso a la capital cacereña y ahora se ha adjudicado el primer tramo, entre la A-66 y el río Ayuela, que construirá la UTE Rover Infraestructuras y Gévora Construcciones por 78,6 millones, con la previsión de que esté operativo a mediados de 2026.

Restricciones al tráfico pesado y cámaras

La carretera N-523 está abierta por completo desde el pasado 20 de enero, pero con limitaciones para vehículos pesados entre el kilómetro 42 y el 48, la zona del socavón. En las salidas de Cáceres y Badajoz hay carteles que advierten de la limitación y en el caso pacense, también de la existencia de cámaras para vigilar las infracciones. Ese desvío es uno de los tramos regulados por semáforo para dar paso alterno a cada sentido de la circulación.

3 tramos regulados por semáforos

Junto al tramo del desvío por el socavón hay otros dos regulados por semáforos. Uno está en el kilómetro 26, por obras de reparación en la cuneta sentido Badajoz. El otro está en el 59, donde se hundió parte del arcén del carril sentido Cáceres en las lluvias de diciembre. Hay otro tramo con paso alterno a la altura del kilómetro 53, por trabajos de asfaltado. El paso lo regulan ahí dos operarios.

Daños provocados por la borrasca Efraín

Los desperfectos en la carretera N-523 se produjeron en las lluvias torrenciales del pasado 13 de diciembre. El Ministerio de Transportes declaró las actuaciones de emergencia y movilizó más de 6 millones de euros para reparar todos los desperfectos en sus vías en Extremadura, especialmente los de la N-523. Se unen a los trabajos de pavimentación en la vía. 

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