Radiografía del ladrillo en la región

La falta de mano de obra lastra desde 2008 al sector de la construcción en Extremadura

El mercado negro, los sueldos y la necesidad de más cualificación laboral, entre las debilidades del gremio

Aunque sea un área muy masculinizada, cada vez más mujeres se dedican a este oficio

Trabajadores de la construcción en Badajoz.

Trabajadores de la construcción en Badajoz. / SANTI GARGÍA

Cada vez es más complicado encontrar mano de obra cualificada. Así está el sector de la construcción en Extremadura y en España. «Se necesitan muchos profesionales en la región en el corto y medio plazo para atender la demanda en rehabilitación de viviendas, obra pública y obra nueva sostenible que creará la llegada de fondos europeos y nacionales. No hay apenas jóvenes que quieran trabajar en este sector y cada vez es menos llamativo. Faltan albañiles, carpinteros, encofradores, electricistas, fontaneros... Otro de los principales problemas es que no se adoptan políticas y procedimientos eficaces para dar una solución real, salvo en contadas actuaciones puntuales. Se debería llevar a cabo más oferta de formación correlacionada con el empleo y puestos fijos, controlar el fraude en la subcontratación y trabajo en negro. Se estima que en la comunidad autónoma un 30% de las faenas de pequeña entidad y en reformas se ejecutan fuera del mercado legal», asegura a este periódico Pedro Pérez Francia, el que fuera gerente regional de la Fundación Laboral de la Construcción (se ha jubilado hace un mes).

«Desde la crisis de 2008 muchos profesionales han abandonado el sector de la construcción, ahora falto de personal. La necesidad se hace más acuciante a medida que va pasando el tiempo. No es un problema solo en Extremadura o de nuestro país. La Unión Europea ya dijo que necesitará miles de inmigrantes para cubrir la carencia de profesionales. Además no hemos hecho que el sector sea lo suficientemente atractivo. Muchos albañiles de toda la vida están en edad de jubilarse y va a ser difícil darles relevo. Actualmente un albañil en la región cobra unos 1.200 euros al mes, pero debería ganar más en función de las condiciones del convenio: desplazamientos, horas extraordinarias, manejo de maquinarias... Para lo que haría falta que fuesen más competitivos, conocedores de los nuevos métodos, procedimientos y materiales moderno, eficiencia energética, competencias verdes, capacidad formativa y actualización constante a lo largo de su vida profesional». Es esencial, apunta Pérez, «apostar por la enseñanza continua ya que se van a necesitar cientos de trabajadores que sepan construir con criterios medioambientales».

«Toda la burocracia que conlleva traer profesionales de fuera de España, que muchos de ellos sí que cuentan con experiencia, agrava la problemática. Hay que destacar que el 30% de los asistentes en Extremadura a los cursos de la Fundación laboral de la Construcción son trabajadores inmigrantes. La mayoría suele tener resultados muy buenos. Sin personas preparadas un país no va adelante», subraya Pedro.

La construcción se merece este cambio cualitativo. «Aunque sea un sector muy masculinizado y gremial. Cada vez son más las mujeres que se dedican a este oficio. En 2022 se alcanzó el mayor porcentaje de trabajadoras desde 2016, con un 11,1% de mujeres trabajando en la construcción a nivel nacional. Antes los padres que trabajaban de albañiles llevaban a sus hijos a las obras para que los cogiesen y empezasen a trabajar, pero ahora la mayoría no quiere eso para ellos», explica. «Hay que cambiar la imagen negativa que se tiene de este oficio, que requiere cada vez más de mano de obra cualificada. Es clave para poder solucionar el grave problema de relevo generacional que atraviesa. Solo así podremos ilusionar a los chavales para que opten por trabajar en esto», concluye Pérez.

En primera persona

El oficio de la construcción tiene sus propios rostros. En casa de Ismael Martín siempre saltaron chispas. Desde bien pequeño vio cómo las radiales, maquinillos, palas, martillos, ladrillos, sacos de cementos, botes de pinturas... formaban parte del día a día de su hermano mayor (José María) y eso marca. Aunque su formación profesional, en un primer momento, se decantó por un FP Superior de Informática, pronto se dio cuenta de que lo suyo era el andamio y el soplete. «Estoy encantado con mi profesión y de trabajar con mi hermano en su empresa (Reforman). Es un trabajo duro, pero al final ves que los resultados están ahí para siempre», expresa el joven cacereño. Anima a los de su generación a formar parte de un relevo más que necesario para los albañiles que llevan toda la vida. Lo hace por varios motivos. El primero, porque es una salida laboral muy buena y el segundo, para que aprendan de los veteranos. Y lo disfruta tanto que es oírlo hablar y contagia esa pasión que siente.

Los hermanos Martín.

Los hermanos Martín. / CARLA GRAW

Otro testimonio lo aporta Manuel Rey (Cáceres, 1962). De él se puede decir que prácticamente nació con una paleta bajo el brazo. Domina el sonido que hace una hormigonera al girar y se mueve como pez en el agua encima del andamio. Un enamorado de la construcción. ¿Para poner ladrillos vale cualquiera? «No. El albañil es una especie casi en peligro de extinción. Es un profesional que sabe hacer una casa desde que se empieza hasta que se termina. Por desgracia están quedando sólo en los pueblos, pero en las ciudades, muy poquitos», concluye a este periódico junto a Saúl Sánchez, un nuevo discípulo al que -manifiesta- «le enseño todos mis conocimientos técnicos sobre el oficio». 

Saúl y Manolo. Aprendiz y capataz juntos en una obra.

Saúl y Manolo. Aprendiz y capataz juntos en una obra. / CARLA GRAW

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