Las heridas de la guerra en Oriente Próximo desde Extremadura

El viaje de Ángel de Gaza a Mérida: una dura travesía con un final (casi) feliz

Ángel Tawfik pasó casi 40 días atrapado en la Franja de Gaza en el último estallido del conflicto con Israel. Asimilando todavía lo que ha visto y acompañado por su familia en Mérida, cuenta a este periódico lo vivido 

Ángel Tawfik acompañado por dos de sus cuatro hijos, María y Ángel, en el salón de su casa en la capital extremeña.

Ángel Tawfik acompañado por dos de sus cuatro hijos, María y Ángel, en el salón de su casa en la capital extremeña. / JORGE ARMESTAR

Marian Rosado Gallardo

Marian Rosado Gallardo

Fumando en el balcón, mirando al horizonte. «Allí cada minuto que pasa no se sabe si vas a morir o vivir». Con ese resumen parece que más palabras sobran, pero no. Es el de Ángel Tawfik un testimonio duro, a veces parco en palabras para hablar de su dura travesía hasta volver a casa pero articulado para expresar el sufrimiento del pueblo palestino. Han pasado algo más de dos semanas desde que este extremeño regresara a su hogar en Mérida tras casi 40 días atrapado en Gaza, huyendo de los bombardeos israelíes y sobreviviendo entre muerte, destrucción y pena. 

Tawfik acaba su cigarro, entra y se sienta en la mesa camilla, decorada con una pequeña bandera palestina bajo el cristal y coronada con un cesto de bombones y polvorones en el centro, para contar a este periódico cómo se encuentra. A la pregunta de si se le antojan esos dulces dice que no, que el estómago se le ha acostumbrado a la experiencia vivida en la Franja. «Si te digo la verdad, allí la comida era lo de menos. ¿Qué comía? Latas de conservas, hubo varios días en los que una jartá de pepinos porque solo había eso, algo de pan de pita. En el sur la gente hacía lumbre. Comías cualquier cosa y ya. Allí la vida es estar en alerta para ver por dónde va a caer la siguiente bomba, encontrarte a gente muerta en el camino, ayudar entre los escombros, eso era», cuenta Tawfik. «Si bombardeaban de noche la gente huía a oscuras de sus casas, sin ver nada, los niños llorando, te puedes imaginar, horroroso», añade. 

Detrás de Ángel, su hija María y su nieta pequeña.

Detrás de Ángel, su hija María y su nieta pequeña. / JORGE ARMESTAR

Este gazatí de nacimiento que lleva más de 40 años viviendo en Extremadura llegó a Gaza el pasado 4 de octubre para visitar a su hermana enferma: «Hacía 20 años que no viajaba allí pero como parecía que la cosa estaba tranquila me fui. Y menos mal que yo solo, porque hablamos de ir toda la familia al completo… Si hubiera ido con ellos no sé qué habría pasado, porque moverse uno, bueno, pero todos…», dice señalando a dos de sus cuatro hijos, que le acompañan en ese momento en el salón. Lo cierto es que la odisea de Tawfik hubiera sido mucho más complicada si la hubiera tenido que hacer en grupo. «El día 7, cuando vimos en la televisión lo que había pasado, yo sabía que se iba a liar. Me puse en contacto con el Consulado, me tomaron los datos y a los dos días me dijeron que tenía que viajar al sur. No por lo que decía Israel de que fuera más seguro, porque eso es una gran mentira, sino porque era la manera de estar cerca de la frontera con Egipto para salir». Tawfik dejó en el norte a su hermana, sobrinos y más parientes que se negaban en aquel momento a dejar sus casas. «Según nos dijeron, pidieron permiso a Israel para que los españoles pudiéramos llegar al sur con Cruz Roja, pero Israel se negó. Entonces yo tengo un sobrino que es sanitario y me metió en una ambulancia en la que iban a llevar medicamentos a un hospital, cuando todavía quedaban algo de medicinas», narra. Una vez en el sur, Tawfik se quedó en casa de unos familiares de su cuñado hasta que a finales de octubre una bomba israelí destrozó justo el edificio de al lado: «No es que los bombardeos vayan a sitios localizados, a objetivos, no, las bombas caen en casas donde viven familias. Y como la gente está huyendo y quedándose en sitios de parientes, lo mismo en una casa hay 50 o 70 personas, tiran la bomba y los matan a todos» explica. A Tawfik se le entrecorta la voz en su relato mientras su mirada queda fija, reconoce que «psicológicamente es muy complicado» asimilar todo lo que ha visto. «Ellos lo saben –dice, mirando de nuevo a sus hijos--, que eran sus llamadas diarias las que me movían y me hacían querer vivir».  

Tras aquel bombardeo Tawfik y el resto de sus parientes decidieron abandonar la casa y separarse: «Yo no me podía ir muy lejos de Rafah y tengo un sobrino que trabaja en la UNRWA que me llevó a sus almacenes». La UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo, una de las principales proveedoras de ayuda humanitaria en la zona y el almacén en el que recaló Tawfik se situaba en una suerte de polígono en el que, según sus propias palabras, en el día en el que llegó se refugiaban unas 600 personas y cuando se fue ya eran 24.000: «Dormía allí, entre sacos de harina y arroz», cuenta mostrando en su teléfono una fotografía de él en una suerte de colchoneta rodeado por los sacos. «Es tremendo. La gente se va a sitios de la ONU por si están más protegidos, porque no avisan de los bombardeos, no se sabe a dónde van a ir, ni a quién ni nada. Había una táctica de los colonos para aterrorizar a la gente de llamar y decirles ‘va a caer una bomba aquí’, sin ser así. Israel le dijo a la gente que se fueran del norte al sur y da igual, porque te matan en cualquier lado», subraya. 

Ángel muestra una fotografía de él y su hermana, Nawal.

Ángel muestra una fotografía de él y su hermana, Nawal. / JORGE ARMESTAR

El conflicto

Tawfik recuerda que lo ocurrido desde el 7 de octubre hasta hoy no es más que un nuevo capítulo de un conflicto que dura ya 75 años: «Gaza era una cárcel al aire libre. Allí no había normalidad antes porque nada es normal. La luz eran cuatro o seis horas máximo al día, el agua llega en mal estado. No es una cosa solo del 7 de octubre ni de Gaza, porque también está pasando en Cisjordania. Acaban de matar a dos niños de 8 y 15 años. Arrestan a quien quieran, matan a quien quieran. Los gobiernos europeos no se cansan de decir que Israel tiene derecho a defenderse. Y a los palestinos, ¿quién nos defiende?», reclama. «Europa da un apoyo ciego a Israel y cualquiera que alce la voz es un terrorista, porque arrastra la culpa del exterminio, pero el exterminio al judío se hizo en Europa no en nuestra tierra. Nadie dice que los judíos se tengan que ir, solo que podamos vivir todos en paz», subraya.

«Dicen que Israel tiene derecho a defenderse. Y a los palestinos, ¿quién nos defiende?»

Ángel Tawfik

Tawfik rememora la expulsión de los palestinos de sus propios hogares, que ha vivido de primera mano: «Mis padres eran de otros pueblos y yo nací en Gaza porque tuvieron que refugiarse allí. Se decía que volverían a sus casas pero nunca pudieron hacerlo. Y ahora lo que se busca es mover a los palestinos de Cisjordania a Jordania y a los de Gaza hacia el Sinaí egipcio, crear un Sáhara de palestinos (en referencia al Sáhara Occidental). Lo que pasa es que con el bombardeo de los hospitales Egipto y Jordania se negaron a reunirse con Israel», asegura. 

Del mismo modo, también se muestra crítico con el tratamiento de la prensa occidental al conflicto: «Todos estamos en contra de que se mate a inocentes pero a los palestinos nos llevan masacrando desde el 67 y eso no es noticia», lamenta, a la vez que señala las perversiones del lenguaje: «Los israelíes son rehenes pero las mujeres y los niños palestinos son presos, ¿unos niños pueden estar en la cárcel? Yo creo que son rehenes también», expone.

Del mismo modo, Tawfik se refiere al conflicto diplomático Israel-España: «Han retirado a los embajadores, yo no me meto en política, ni digo que si izquierda que si derecha pero ¿qué de malo ha dicho este señor?», se pregunta en referencia a las declaraciones de Pedro Sánchez, «Lo mismo que diría cualquier persona, que matar a inocentes está mal pero también está mal masacrar a familias, a niños, en Gaza. Cualquier persona normal es lo que piensa», apunta. 

El retorno

Con todos estos pensamientos en mente, es lógico que el retorno de Ángel tenga un sabor agridulce. Fue el pasado día 14 de noviembre cuando por fin recibió la noticia de que iban a salir por el paso de Rafah: «El Consulado tenía creado un grupo de Whatsapp para informarnos de todo lo que iba pasando aquellos días y las novedades por ese canal. Del almacén al paso fronterizo en sí hay una distancia, pero mi sobrino consiguió que me pudieran llevar hasta allí en un jeep y nada, estaba muy contento, pero con sentimientos encontrados por lo que estaba dejando atrás», recuerda. 

Tawfik y ese grupo de españoles llegaron en autobús a El Cairo y, desde allí, esperaron a otro grupo de ciudadanos hispanos-palestinos para volar juntos hasta España: «Llegamos en un avión militar a Torrejón de Ardoz y, bueno, cuando yo les vi, a dos de mis hijos y dos de mis nietos, pues sentí una alegría inmensa», cuenta emocionado.

Y son sus hijos y sus nietos la mejor terapia para intentar recuperar su vida: «Poco a poco va volviendo a la normalidad. Todavía estamos en proceso, ahora mejor, pero al principio es difícil, lo notábamos un poco frío y, claro, te preguntas, ¿esto ha acabado ya realmente o todavía no?», detalla Ángel hijo.

«Yo estoy muy contento de estar aquí pero en la cabeza te queda lo que dejas allí. Justo ayer pude hablar con mi hermana después de muchos días. Dice que están bien, pero a ver, allí se dice eso pero no estás bien», expresa un poco abatido, pero recupera el ánimo cuando su nieta pequeña entra en el salón: «Le he dicho que nos vamos a ir de viaje los dos, y me responde que no, y le digo que entonces me voy yo solo y me dice ‘no abuelo, tú de viaje ya no te vas más’», sonríe.

«Le digo a mi nieta que nos vamos de viaje y responde ‘no, abuelo, tú de viaje ya no te vas más’»

Ángel Tawfik

Pero lo cierto es que la familia sí que planea una visita, al hermano de Ángel, que vive en Canadá: «Allí que es más tranquilo, aunque nunca se sabe», dice con triste sorna.

Por el momento, Tawfik ha vuelto a su trabajo como comercial, lo cual también le ayuda a distraerse: «Hay que volver a trabajar porque las facturas siguen y hay que pagarlas. La verdad es que el móvil algunos días no para, de mucha gente, muchos clientes que me conocen y se han enterado o me han visto en los medios y se preocupan, eso es muy bonito», admite.

Preguntado por este periódico, Tawfik confirma que no ha recibido ningún tipo de contacto u ofrecimiento de ayuda psicológica por parte de las instituciones: «Ni me han llamado ni yo tampoco he llamado a nadie, no tengo necesidad. Mi mejor ayuda son ellos», señala en alusión a su familia.

Una familia que ha recuperado la tranquilidad con él, de vuelta a casa tras una travesía larga y muy complicada pero que deja, al menos en cierto grado, un final feliz.

15.000

Es la cifra que ya se rebasa de palestinos muertos en Gaza desde el pasado 7 de octubre, a los que se suman otros 230 aproximadamente a manos del Ejército israelí y por ataques de colonos en Cisjordania y Jerusalén Este

puntos claves

LA ‘NAKBA’, 1967 O EL PAPEL DE LOS COLONOS

  • La ‘Nakba’, que se traduce del árabe como ‘catástrofe’, es un punto central en la memoria colectiva palestina. Se refiere al éxodo forzoso y violento en 1948 de más de 700.000 palestinos de sus hogares por la fundación del Estado de Israel. La incursión israelí en Gaza y la creciente presión de este Estado sobre Cisjordania hacen revivir los temores de una nueva ‘Nakba’ sobre el pueblo palestino. 
  • En 1967, fecha que menciona Tawfik en el texto principal, se produjo la Guerra de los Seis Días entre una coalición de países árabes frente a Israel que, apoyada por EEUU y el Reino Unido, ganó, expandiéndose y ocupando territorios más allá de las fronteras señaladas por las Naciones Unidas.
  • Varios relatores de la ONU han denunciado que colonos israelíes atacan e intimidan a la población palestina. Así, impiden que cultiven sus tierras, atacan al ganado y les prohíben circular libremente, incluso dentro de sus propios pueblos. El secretario general de la organización António Guterres ha reiterado en diferentes ocasiones que la política de expansión israelí de asentamientos de colonos supone «una violación flagrante del derecho internacional».