Como todos los niños musulmanes, Ahmed llevaba ayer en sus manos un juguete. "Me lo han regalado", alcanzó a decir el sonriente niño de 7 años mientras andaba con su padre por la ciudad vieja de Jerusalén. Pero a diferencia de los otros niños, Ahmed celebraba rodeado de soldados el fin del Ramadán, una fiesta musulmana tan importante como la Navidad para los cristianos.

Ayer fue el primer día de fiesta para los palestinos musulmanes y para los más de 1.000 millones de fieles de la religión de Mahoma en todo el mundo, aunque algunos países lo empezarán a celebrar hoy. En las ciudades palestinas fue el primero de cuatro días festivos, el Eid el Fiter, cuando se pone fin al sacrificio y purificación del Ramadán. Pero es una fiesta bajo ocupación.

Es un día familiar, en el que hombres y niños recorren las casas de los familiares y comparten copiosas comidas. Las mujeres se quedan en casa para recibir a sus allegados. También es tradición estrenar ropa nueva y que los niños reciban dinero y juguetes.

DECORACION EN GAZA

"En Gaza hay bombillas decorando las calles, los escaparates están llenos de juguetes y la gente está más contenta de lo habitual", explicaba ayer por teléfono desde Gaza una cooperante española. Iguales noticias llegaban de otras ciudades palestinas, como Ramala, donde el bullicio se mezclaba con la música y los petardos.

Los musulmanes de Belén, bajo toque de queda, no pudieron unirse a la celebración. Si la Navidad cristiana peligra en la ciudad bíblica, los musulmanes ayer no pudieron celebrar el Eid el Fiter. Y Yenín celebra pero no olvida. Al amanecer, unos centenares de personas rezaron en el solar que hay en el centro del campo de refugiados, escenario de la sangrienta ocupación israelí del mes de abril. No faltaron las lágrimas.