Declaración ante el tribunal

Daniel Sancho ratifica que la muerte de Arrieta fue un accidente: "Descuarticé el cuerpo porque estaba en 'shock'"

El acusado ha respondido este martes a las preguntas de su abogado y mañana lo hará a las de la acusación

El actor Rodolfo Sancho, padre de Daniel.

El actor Rodolfo Sancho, padre de Daniel. / EFE

Adrián Foncillas

El 30 de abril fue el Día D. Daniel Sancho empezó a declarar este mediodía tras dos semanas largas de proceso, docenas de testigos, retrasos y adelantos, puestas cerradas y filtraciones, denuncias de enjuagues y averías. A las puertas de la Corte Provincial de Koh Samui se intuía una jornada grandiosa. El fiscal abandonaba sus titubeos recientes y anticipaba un interrogatorio inquisitorial para demostrar la premeditación. Los representantes de la familia Sancho en España, Ramón Chipirrás y Carmen Balfagón, arropaban por primera vez al acusado sobre el terrenop. El grueso de la sentencia descansará en lo convincente que sea Sancho. Durante cuatro horas ha respondido esta tarde a las preguntas de sus abogados, una sesión de baño y masaje ante lo que le espera mañana, cuando le lleguen de la Fiscalía y la coacusación.

Su declaración, como tantos otros asuntos en este proceso, fue una sorpresa. El plan de la defensa consistía en que hoy desfilaran tres policías en la sesión matinal y el padre del acusado, Rodolfo Sancho, en la vespertina. Este ha rehusado ejercer como testigo, como estaba previsto, para que el tribunal no le cierre la puerta durante la declaración de su hijo. Es la última baja del listado de la defensa, muy afeitado respecto al plan original, lo que facilita que el proceso concluya este viernes. Ni las partes ni el tribunal quieren alargarlo más allá de las cuatro semanas previstas. 

Sin perdón

Poco ha trascendido hasta ahora de la declaración de esta tarde. Ha alternado el inglés con el castellano, siempre asistido por una intérprete tailandesa, y fuentes presentes en la sala sostienen que Sancho dijo “haber sentido” la muerte del cirujano colombiano Edwin Arrieta durante la reconstrucción de los hechos en varias ocasiones pero nunca pidió disculpas a la familia. Preguntada una fuente próxima a la defensa por la ausencia de disculpas ya que, planeada o espontánea, una muerte es una muerte, responde que ya llegará el momento. “Tanto Daniel como Rodolfo lo harán a su tiempo”, avanza. La misma fuente describe la jornada como muy positiva y niega el paseo entre las flores. “El juez ha sido muy meticuloso y exigido los documentos probatorios que apuntalaran lo declarado por Sancho”, dice. Menciona el pago mensual en un gimnasio que demostraría la ausencia de premeditación o, al menos, de su intención de huir. 

La acusación ha juzgado su intervención de sincera en algunos pasajes y de fabricada por sus abogados en otros. Su intervención se centró en lo ocurrido durante esas tres horas en aquel hotel de la costa septentrional de la vecina isla de Koh Panghan. Sancho ha insistido en el accidente. Si descuartizó al colombiano, fue por su "estado de 'shock'"; si no acudió a la policía antes, fue por su confusión y miedo. 

El fiscal, mañana

A Sancho le preguntará mañana el fiscal, descrito como tenaz y agresivo, por las incógnitas del caso: la naturaleza de su relación con el cirujano colombiano Edwin Arrieta, si de él recibió dádivas o préstamos y, de nuevo, por las circunstancias de la muerte. La premeditación es la clave. A un lado, homicidio imprudente, sentencia liviana en la esponjada cárcel de Samui y pronto traslado a España; en el otro, pena capital o cadena perpetua en las temibles penitenciarías de Bangkok. El orden del día, sujeto a cotidianos cambios, incluye también a un perito forense y un psicólogo llamados por la defensa. El último intentará explicar qué empuja a un tipo presuntamente racional a trocear un cadáver en lugar de llamar a la policía.

Sancho se declaró culpable en el inicio de la fase oral de la destrucción de documentación ajena y ocultamiento del cadáver, delitos que acarrean castigos asumibles, y negó el asesinato premeditado. No siempre fue así. Sancho lo había confesado ante todo el que quiso escucharle durante las primeras semanas: policía, fiscalía, prensa… El teniente coronel Somsak Noru recordaba recientemente en el estrado aquellas detalladas declaraciones de Sancho en comisaría y durante la reconstrucción de los hechos. Los vaivenes declaratorios son en España una inocua parte del juego; en Tailandia, insisten los expertos, destruyen la credibilidad.

Retractación

El caso se deslizaba por la casuística tailandesa porque la sombra del cadalso recomienda la asunción de culpa y arrepentimiento cuando se amontonan las evidencias. Pero dos meses después, y aconsejado por su nuevo bufete madrileño, Sancho se retractó. Un intento de violación generó una pelea que acabó con el colombiano desnucado contra el lavamanos, dijo.

A su favor juega que no ha podido demostrarse la cuchillada que defiende la policía porque no ha sido encontrado el tórax. En su contra juega el febril acopio de armas cortantes y punzantes en las vísperas. Tendrá que convencer Sancho al tribunal del fin culinario de aquellos cuchillos y sierras cuando no compró más comida que fruta y de que aquellas confesiones fueron aceitadas con promesas de extradiciones y otras triquiñuelas. Se antoja una tarea ardua así que la defensa había planeado destinarle una jornada completa antes de que se conociera su intervención en la sesión vespertina de hoy.

Las vaporosas acusaciones sobre el proceso han dominado las últimas horas. El abogado de la familia Arrieta, Juan Gonzalo Ospina, aludió tan pronto aterrizó en España a elementos extraños que sugieren una intervención en la sombra y ha interpelado a la embajada española en Bangkok por su presunto trato de favor al acusado. No está Tailandia a salvo de la corrupción, por decirlo con tacto, ni tampoco parecen responsables esas denuncias al aire en un letrado.