La diplomacia estadounidense ha acelerado las gestiones para tratar de encontrar una salida a la revuelta popular que mantiene arrinconado al régimen egipcio desde el pasado 25 de enero.

Según publicó ayer The New York Times , el plan propuesto por Washington contempla la dimisión del presidente Hosni Mubarak y la apertura de un proceso de transición que sería liderado por el vicepresidente, Omar Suleiman, con el apoyo de los militares. No es la única opción política barajada, pero sí la más viable. La oposición egipcia estaría dispuesta a aceptarla, según aseguró ayer a este diario uno de sus líderes.

Estados Unidos sabe que sin la dimisión de Mubarak no hay salida posible a la crisis, ya que ninguna de sus artimañas represivas ha logrado quebrar la tenacidad de sus opositores, que ayer volvieron a convocar a cientos de miles de personas en todo el país para reclamar su dimisión. El presidente, Barack Obama, se lo dejó ayer claro, recomendándole públicamente que escuche a la gente y opte por una transición "ordenada e inmediata" para que los egipcios puedan decidir libremente su futuro.

PRESIONES A SULEIMAN Enfrentado a la aritmética de conjugar una fórmula que preserve sin demasiados riesgos los intereses estadounidenses en el país y responda a las aspiraciones democráticas de la mayoría de egipcios, Washington trata de convencer a Suleiman para que pilote la transición que, de manejarla bien, podría bastarle para preservar el poder en unas elecciones libres y democráticas.

Aun siendo parte esencial del régimen, el exjefe del espionaje, que es también un avezado diplomático, es bastante popular en la calle. A estas credenciales, suma unas excelentes relaciones con el liderazgo israelí. Suleiman ha ejercido de intermediario con Hamás y su política en Gaza raramente diverge de los criterios de Tel-Aviv. Todo esto le convierte en el candidato idóneo para Israel y EEUU.

NEGOCIACIONES CREIBLES Tanto el vicepresidente, Joe Biden, como la secretaria de Estado, Hillary Clinton, han hablado esta semana con Suleiman para que inicie negociaciones "creíbles e inclusivas" con toda la oposición, incluida la ilegalizada Hermandad Musulmana, el grupo más organizado de la débil y difusa oposición egipcia. El nuevo Gobierno nombrado por Mubarak ya ha invitado a los islamistas a sentarse a negociar, algo impensable hasta que comenzó esta revuelta.

Pero, de momento, no hay negociaciones. Los grupos opositores, que están coordinando su estrategia y han hecho del premio Nobel de la Paz, Mohamed el Baradei, su cabeza visible, no se sentarán a dialogar con el Gobierno hasta que se vaya Mubarak, según reiteró ayer el dirigente de Kifaya (Basta ), George Ishaq. "Nuestro plan es darle a Suleiman seis meses para cumplir nuestras demandas: la cancelación de la ley marcial, la disolución del Parlamento y la creación de un grupo encargado de reformar la Constitución. Si no cumple, volveremos a manifestarnos", dijo Ishaq.

REVOLUCION DE LOS "JOVENES" Uno de los problemas que tiene la oposición es que no necesariamente representa a la revuelta. Esta es una de las razones por las que todos los dirigentes de la oposición se están cuidando mucho de mantener un perfil bajo en la protesta. Y es que nadie quiere parecer un oportunista. "Esta revolución es de los jóvenes. Ellos la lanzaron, y lo único que estamos haciendo nosotros es apoyarles desde la retaguardia", asegura Ishaq.

Tal es la concienciación para no robar lo que no es suyo o trabar el triunfo de la revuelta que la Hermandad Musulmana dijo ayer que, ante unas eventuales elecciones libres, no presentará ningún candidato a la presidencia. "No es una retirada", dijo ayer Mohamed el Beltawi, uno de sus líderes, "sino una forma de desactivar la táctica del miedo que Mubarak emplea para engañar a los egipcios y los extranjeros convenciéndoles de que debe quedarse en el poder".

Mientras tanto, el fiscal general ha prohibido salir del país a varios ministros y gerifaltes caídos en desgracia la semana