1. Tras un nuevo recorte en la Universidad de Extremadura, ¿puede sostenerse el proyecto Uex tal y como se concebió?

Con menos dinero no podemos mantener los mismos servicios o, al menos, hacerlo igual. Pero, con independencia de los recortes, el proyecto Uex se basó en un análisis de la realidad social de Extremadura y la Uex en los 90. Parece lógico revisar las premisas sobre las que se sustenta y su validez en el escenario actual.

2. En más de 20 años, la sociedad ha cambiado, ¿debe también hacerlo la Uex?

La Uex ha cambiado mucho en los últimos 20 años, pero debe seguir haciéndolo porque las universidades están en un entorno más abierto y competitivo, de crisis. En este el reto es conciliar las demandas de títulos de interés regional con las posibilidades de financiación de centros universitarios de forma aceptable.

3. ¿Cree que la universidad se ajusta a las demandas de la sociedad? ¿Tenemos la universidad que necesita Extremadura?

La Uex debería ser uno de los principales agentes para propiciar la convergencia de esta región con Europa. Aunque hay disonancias y duplicaciones en la oferta académica, en buena medida sí se ajusta a lo que demanda la sociedad extremeña en titulados. Pero no se puede reducir la universidad a una mera academia de impartición de títulos.

4. ¿Cuál cree que es el principal problema que tiene la universidad en la actualidad?

La falta de salidas laborales para los titulados, porque produce una profunda desmotivación en los estudiantes y la sensación de inutilidad en los docentes, y la falta de financiación por objetivos, sin éstos los fondos se reparten por igual para buenos, malos y regulares.

5. La cuarta parte de los títulos de la Uex no cubren la mitad de sus plazas. ¿Hay que redimensionar la oferta?

Se ha hecho mucha demagogia política extra- e intra-universitaria al respecto. Y ahora es evidente que no se puede seguir así, por la gran frustración que genera en los jóvenes titulados y por la exigencia de una mayor tutorización y calidad. La adaptación Bolonia debería haber servido para corregir la elevada masificación de los centros universitarios. Sin embargo, ni se han reevaluado los números clausus, para aproximarlos a la demanda previsible de titulados, ni se han reducido los tamaños de los grupos de clases. ¿Cómo es posible que sea política y socialmente aceptado que un profesor tenga que impartir clases a grupos de más de 100 alumnos garantizando un alto rendimiento cuando con un año menos (bachillerato) estas exigencias recomiendan tamaños de grupos mucho más reducidos, de 30 alumnos?

6. El personal es el mayor gasto de la Uex. ¿Reducir títulos supondría un ahorro económico?

Es un error pensar en la reducción del profesorado como la vía para optimizar los gastos. La mitad del personal docente e investigador de la UEx no es funcionario, sino que son fundamentalmente jóvenes con contratos laborales o administrativos, muchos incluso a tiempo parcial. Si la reducción de titulaciones no se acompaña con medidas de reestructuración de las que persistan o incluso con implantación de otras nuevas, serán estos, y no los funcionarios, los que verán peligrar su puesto de trabajo.

7. ¿Ha sido acertado duplicar titulaciones y dispersar la oferta en cuatro campus?

En mi opinión fue un error de programación que, si bien inicialmente satisfizo a las pequeñas burguesías locales de las ciudades que cuentan con centros universitarios, a la larga es un lastre, porque la fragmentación hace inviable alcanzar una masa crítica necesaria para aspirar a la excelencia universitaria.

8. En cuánto a la investigación, ¿está aprovechado el potencial de la Uex?

Hoy no es concebible una universidad que no cuide la investigación y la transferencia de sus resultados. Y la nuestra, por la fragmentación y dispersión anteriores, tiene complicado hacer investigación de alta calidad y transferencia a los denominados sectores productivos, exceptuando una docena de grupo.

9. ¿Cómo valora la evolución de la institución en estos años y cómo vislumbra su futuro?

La Uex desde 1973 ha crecido considerablemente y ha prestado un servicio público digno. Pero el futuro, incluso el inmediato, pasa por un profundo rediseño en el que nos impliquemos todos. Estoy convencido que sabremos hacerlo, no sin sacrificios, en la dirección de hacer auténtica universidad: la que investiga, aporta soluciones a la sociedad que la mantiene y tiene autoridad moral para enseñar.