"A mis amigos cazadores..." como decía nuestro maestro de Valladolid. Eso, a mis amigos cazadores les dedicaremos estas crónicas domingueras, que irán apareciendo el domingo siguiente a cada jornada de escopeta y perro. Pero a los cazadores de buena voluntad, no a los de Sarasqueta repetidora , que son la mayoría, o a los de leguis charolados ; de eso nada, a los de botas goretex, que antes fueron las sencillas segarra, y a ser posible a los de canana y mochila, que el chaleco está muy bien, no decimos que no, pero allá cada cual.

Y para ir abriendo boca, ayer inauguramos cazadero, que siempre es un aliciente, y un hándicap también, porque o uno no se explica o los muchachos no atienden, porque cazaron de arriba abajo y nosotros en el carril esperando a Godot, que no llegaba nunca. Total que las perdiganas se salieron por una esquina, las rabonas por otra y Monsieur Renard se fue como llegó, sin que nadie le mandara el recado de plomo caliente.

Eso sí: desde marzo no llovía en condiciones y tuvo que ser el primer día de caza el que nos amolleciera tres veces en la mañana. Que manda huevos la cosa. No nos quejemos, que el agua de lluvia buena falta hace, para que limpie un poco esos campos anegados de las malditas bostas del omnipresente y pertinaz vacuno.

Dicho lo cual, la bóveda celeste fue un jolgorio de luces toda la mañana, por mor de esos nublados que llegaban, descargaban y se iban, de ese sol que asomaba su luz de vez en menos y del viento sur alocado que si ahora te daba de pico, al momento te refrescaba el pestorejo.

Y a la postre, ¿usted mató mucho? Pues que con su pan se lo coma. Nosotros cazamos poco y aunque ya lo hemos repetido hasta la saciedad, ahí va otra vez: Cazar no es matar. Y si no lo entiende, estúdielo a ver si acaso. Ari, bien; pero ya empiezan a notársele los años. Habrá que dosificarle las jornadas. Y hasta la próxima.