Lo importante es una valoración social, no las operaciones ni los genitales», dice Hugo Alonso, coordinador del Área de Transexualidad de la Fundación Triángulo Extremadura. Sin embargo, los trámites para cambiar de sexo en el Documento Nacional de Identidad exigen una serie de requisitos que en muchos casos se vuelven engorrosos y añaden un factor más a todos los obstáculos que las personas transexuales se pueden encontrar a lo largo de su proceso.

Así lo denuncia el colectivo LGTBI, que cree que muchas más personas darían el paso de cambiar de sexo en su DNI si no fuera por todos los trámites y escollos burocráticos.

«Los genitales no nos definen, sino el sentir de las personas», afirma Alonso.

En la actualidad, son cuatro los requisitos esenciales del Ministerio de Justicia para proceder al cambio de sexo del DNI en el Registro: tener la nacionalidad española, la mayoría de edad, disonancia de sexo diagnosticada y haber pasado un tratamiento hormonal de, al menos, dos años. Estos tres últimos puntos son de los más controvertidos.

Así, la ‘disonancia de sexo’, también conocida como ‘disforia de género’, ha dejado de ser considerada un trastorno durante la última década por los principales organismos médicos globales, incluida la Organización Mundial de la Salud: «No es considerada un trastorno. Y si no hay enfermedad, no es posible que haya un diagnóstico», reflexiona Alonso.

Del mismo modo es controvertido el requisito de tener que hormonarse durante al menos dos años, ya que no todas las personas trans buscan llegar hasta el final de su transformación.

«Debería ser algo libre, no tienes por qué estar siempre asegurando tu sentir. Hay personas transgénero que no se quieren operar, o no tienen por qué pasar por años de hormonas», dice Alain Álvarez, una joven pacense que inició hace año y medio los trámites para cambiar de sexo en su carnet de identidad.

Álvarez explica que un médico forense tendrá que certificar que es una persona trans y luego un juez tendrá que ratificarlo.

«Tienes un poco de miedo e inseguridad porque en muchos casos depende de si el juez es más abierto de mente o no. Tengo una amiga a la que por ejemplo se lo han denegado tres veces. Y no sólo se trata de que tengas un sexo u otro en el DNI, es un problema en tu vida diaria porque, por ejemplo, a la hora de buscar trabajo tienes un documento que no se corresponde contigo», dice.

Revolución trans

Sin embargo, y a pesar de las dificultades burocráticas, el número de personas que dan el paso para registrar legalmente su cambio de sexo se ha incrementado de manera espectacular en los últimos años.

Así, en España han sido más de dos mil en los últimos siete años las personas que han dado este paso, mientras que en Extremadura la Fundación Triángulo ha asesorado a 105 extremeños en los últimos cuatro años y medio.

«Estamos ante una ‘revolución trans’, en la que la gente se empodera y decide vivir su vida tal y como la sienten», asegura Alonso.

Así lo hicieron Laura Corbacho y Jonathan Fernández, ambos cacereños, que junto a Alain Álvarez contaron sus respectivas historias a este periódico.

Con todas sus diferencias, es curioso cómo los tres muestran patrones que se repiten en su recorrido: notar desde los 5 o 6 años que «había algo» y dar el paso en la temprana adolescencia, a los 11 o 12 años.

«Siempre he sentido que había algo. Desde los seis años. Me gustaban las barbies, el maquillaje... Con 11 años yo quería ponerme ropa de chica», recuerda Corbacho.

«Yo lo notaba desde los 5 o 6 años, pero no dije nada hasta los 12», dice Jonathan.

Alain, por su parte, asegura que «siempre he sabido que algo había. Con un poco más de edad llegué a pensar que era gay, luego empecé a investigar más y con la ayuda de un psicólogo vimos que yo era una persona trans», explica.

Para estos tres jóvenes extremeños el apoyo de la familia también fue fundamental.

«La comprensión de la familia es vital. El 90% del éxito de una persona trans está en ésta, como núcleo primario de socialización», argumenta Alonso. Del mismo modo, es importante que el entorno también tome una actitud abierta ante el proceso, que en muchos casos es llevado a cabo por niños y niñas. De hecho, más del 60% de las personas asesoradas por la Fundación Triángulo son menores de edad.

Se podría pensar que Extremadura, una región formada mayoritariamente por núcleos rurales, podría presentar más reticencias a estos cambios, pero este estereotipo no se ajusta a la realidad.

«En los pequeños núcleos rurales resulta mucho más sencillo, al socializar en círculos más pequeños», declara Alonso.

Este activista asegura que «podemos decir que Extremadura es una región con empatía».

No cabe duda de que la sociedad ha avanzado mucho en los últimos tiempos en la normalización y respeto a las personas trans, pero aún quedan muchos pasos por dar, así como la concienciación para evitar su vulnerabilidad, en especial en etapas complicadas como la adolescencia.

Alain, Jonathan y Laura coinciden en que esos fueron los años más difíciles de su transición.

Jonathan reconoce que sufrió bullying durante sus años de instituto mientras que Laura contrapone la buena aceptación de su familia y entorno con las habladurías de algunas personas.

«Mi familia lo ha sabido siempre, casi que me lo dijeron ellos. Mis amigos lo tomaron bien pero en la ciudad sí que un poco mal, porque a la gente le gusta mucho hablar», recuerda Laura.

A los posibles casos de acoso escolar se unen la conciencia en su sentir personal con la imposibilidad de la ley para cambiar su género hasta que cumplan la mayoría de edad.

De acuerdo a la normativa estatal, de manera general no pueden cambiar su sexo y, en cuanto al nombre, se pide que estos tenga un género neutro, como le ocurrió a Laura.

«Cuando eres menor de edad necesitas un nombre ambiguo. Yo me llamaba Alva, con v, para que fuera neutro. Es absurdo», lamenta.

Vías de salida

Sin embargo, al margen de la normativa del Ministerio de Justicia, existen otras vías que demuestran que la regulación jurídica de las personas transexuales avanza progresivamente cada día. Así, el pasado mes de marzo el Parlamento de la Comunidad Valenciana aprobó una ley integral de reconocimiento a la identidad y a la expresión de género que elimina el requisito de informes médicos o psicológicos que acrediten la condición trans de una persona.

Por ello, la tarjeta sanitaria de esta comunidad cuenta con el nombre sentido de la persona y no con el expedido en el DNI, cuya competencia es estatal. Además, estas personas tienen acceso directo a toda la cartera de servicios sanitarios relacionados con su transición.

También en la Comunidad Valenciana se sentó precedente el pasado año al aceptar una jueza de registro el cambio de sexo en el DNI de Dylan, un transexual de 12 años. La magistrada justificó su decisión aludiendo al trato discriminatorio que supondría la denegación por el hecho de ser menor de edad. En clave nacional, cada vez son más los jueces de registro que aceptan nombres claramente masculinos o femeninos para menores trans. Sin embargo, tal y como señalan los colectivos LGTBI esto evidencia dos taras legales: la primera, la discordancia entre el nombre del menor y el sexo recogido en su documentación. La segunda, la arbitrariedad a la que se exponen las personas trans en función del juez de registro que se les asigne.

Sin miedo

Al margen de trámites burocráticos, lo más importante para las personas trans es sentirse respaldadas. Por eso, Alonso recuerda que «lo complejo no es tanto la parte médica como la parte social, el que tu entorno te permita vivir como sientes». Y reitera que cada persona trans debe ser libre para decidir hasta dónde quiere llevar su transformación, que no siempre tiene que finalizar en una operación de reasignación de sexo.

Los tres jóvenes extremeños animan a dar un paso al frente: «A todas las personas que están en este proceso les digo que no tengan miedo, que no se acobarden porque no están solos», dice Jonathan. El mismo mensaje que quiere transmitir Laura: «Hay que luchar para ser feliz», sentencia.