Una niña tiene que saber que puede ser una buena deportista o una excelente policía, ingeniera o investigadora, lo que ella quiera hacer, pero tiene que saber que lo puede ser todo y eso tiene que estar en el sistema educativo». Porque la formación académica que adquiera acabará marcando su proyección en el mercado de trabajo, donde hoy en día la mujer solo encuentra más desventajas. Lo dicen las estadísticas: la tasa de desempleo femenino en Extremadura es superior al masculino, del 28,7% frente al 18,5% (según la última EPA). Ellas también tienen salarios más bajos y contratos más precarios. Y el problema se acrecienta entre los jóvenes, donde la tasa de paro (hombres y mujeres de hasta 34 años) llega al 40%.

Detrás de estos datos hay muchos factores, entre ellos el sistema educativo. «Es el único que puede solucionar la desigualdad laboral». Así lo pone en evidencia un informe de la consultora Price Waterhouse Cooper (PwC) -Mujeres jóvenes ante el empleo-, que reflexiona sobre si los jóvenes de ambos géneros están adquiriendo en igual medida las nuevas competencias demandadas o si, por el contrario, la diferencia en su desarrollo podría constituir un nuevo factor que agrave la especial vulnerabilidad que padecen las mujeres jóvenes. «Quien no sea digital y no tenga formación tecnológica tendrá más dificultades para encontrar un trabajo», señala Jesús Díaz de la Hoz, presidente de la Fundación PwC.

La OCDE lleva tiempo alertando del sesgo de género en la educación y sus consecuencias. Los estudios sobre la evolución del mercado laboral apuntan que un número significativo de los puestos de trabajo que se crearán en el futuro requerirán de conocimientos en ingeniería y tecnología. Sin embargo, las mujeres no alcanzan ni una cuarta parte de los alumnos matriculados en carreras de este tipo y eso puede lastrar su empleabilidad en el futuro y perpetuar la desigualdad laboral. En Extremadura, las estudiantes de ingenierías son el 25% de estos títulos, aunque el porcentaje varía según la disciplina. Los grados de la Escuela Politécnica de Cáceres tienen este curso 1.111 matriculados de los que 219 son mujeres (19,7%). Ocurre algo similar en la Escuela de Ingenierías Industriales de Badajoz: de 738 alumnos solo 129 son mujeres (17,4%), según datos de la Universidad de Extremadura.

La brecha es mucho menor en el caso de la Escuela de Ingenierías Agrarias, donde hay un 45% de alumnas y también en las ramas de la ingeniería del centro universitario de Mérida, donde la tasa femenina supera el 32% (son 133 alumnas de 408). Solo en Ingeniería Química Industrial se cuentan más mujeres: 51 de 95 matriculados.

Sin embargo, no hay que olvidar que las mujeres representan el 55,5% del total de los matriculados en estudios de grado en la UEx. Ellas tienen una presencia mucho mayor en carreras del ámbito sanitario y del sector educativo, principalmente. No dejan de ganar terreno en Medicina, donde suponen el 67% de los matriculados, también superan el 60% en Biología o Química y la paridad es casi total en Matemáticas (93 alumnas y 97 alumnos) mientras que en Física también son una minoría.

¿Pero por qué no se avanza igual en las ingenierías? «Es algo que viene de atrás y está relacionado con el papel de la mujer a lo largo de los siglos», apunta Concha Monje, doctora en Ingeniería Industrial y docente e investigadora en la Universidad Carlos III de Madrid.

La extremeña considera que además existe un doble error con este tipo de carreras: «no son solo para inteligentes porque aunque tienen una cierta exigencia son abordables para muchas personas, y por otro lado, la mujer está igualmente capacitada para superarlas aunque al final sigue perviviendo ese mensaje subliminal sobre el papel de hombres y mujeres que termina por reorientarnos hacia unas profesiones u otras». Y esos «estereotipos» solo se pueden romper desde la infancia y con formación: «Aprendemos jugando y el papel del formador a las pequeñas edades es vital; además, las herramientas que se manejan en el colegio para abordar este tipo de profesiones se enseñan mal y materias como matemáticas se acaban viendo como algo abstracto e incomprensible y eso cierra la puerta a un abanico impresionante de posibilidades laborales», lamenta.

Así, «son varios los factores que hay que atacar, pero por suerte se están dando pasos importantísimos y ya son muchos los centros que incorporan en sus actividades docentes el aprendizaje del lenguaje computacional». Esto, afirma, es vital no solo desde el punto de vista formativo sino también laboral. Los índices de empleabilidad de las ingenierías de la UEx superan el 80% en su mayoría y llega al 100% en el grado de Ingeniería Informática en Tecnologías de la Información, según las estadísticas.

La baja presencia femenina en estas titulaciones «deja a la mujer fuera del mercado de trabajo, pero hay otras consecuencias: el entorno laboral ahora es sumamente tecnológico y eso significa que el reto general de la sociedad va a girar en torno a un papel en el que nosotras no tenemos voz ni voto», advierte Monje, que en la UEx llegó a ser la única chica de su clase en algún curso. Ahora, además de investigar en temas de robótica y de impartir clases en el campo del control de sistemas en distintos grados de la Carlos III, está muy concienciada con la visibilidad de la mujer en la Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM en sus siglas en inglés). «Es un momento de transición fundamental».