El primer día que Julia Curiel y Gloria Díaz pisaron la Escuela Politécnica de Cáceres su director las recibió dándoles la enhorabuena. A ellas y a las pocas chicas que iniciaban el primer curso de Ingeniería Informática del Software. «Ese año la presencia femenina superó el 8% y el año anterior no llegó al 5%», cuentan. «No deja de sorprenderte un poco llegar a una clase donde prácticamente solo hay chicos. Te preguntas por qué, si supuestamente estamos arreglando el tema de la igualdad, ¿por qué tan pocas chicas estudian ingeniería?». Y tienen claras las razones: «Primero porque desde pequeños la sociedad sigue inculcando que las mujeres están preparadas para unas cosas y los hombres para otras y nos va mandando mensajes subliminales desde la infancia con el tema de los juguetes; luego porque la ingeniería es una carrera difícil y vivimos en un mundo machista que nos hace creer, aunque no de forma explícita, que somos menos capaces, y también porque falta información y formación en el sistema educativo: se le da mucho valor a la optativa de Biología, por ejemplo, pero poco a la Informática o la Tecnología, de esa forma sabemos lo que estudiaremos en Medicina pero no en una ingeniería», coinciden. A Gloria, de Jerez de los Caballeros, le ocurrió: «no tenía información suficiente, me metí en este grado por probar y resultó que me gusta. Te tienen que enseñar desde pequeños bien todos los campos para que tengas información suficiente con la que puedas elegir con total libertad. Yo antes de llegar aquí no sabía lo que era programar, por ejemplo».

«Faltan en los colegios y en los institutos asignaturas más directamente relacionadas con las tecnologías», explica Selene Sánchez, estudiante de Ingeniería Electrónica y Automática Industrial en la Escuela de ITI de Badajoz. «En mi pueblo una mujer mayor me llegó a decir que si eso no era carrera de hombres», cuenta María Moreno, alumna de Ingeniería Eléctrica. «Yo me empecé a reír y le dije que ahora hombres y mujeres podemos estudiar lo que queremos».

«Te sientes más sola»

Y al final la sola presencia mayoritaria de chicos también hace que otras alumnas se retraigan: «Te sientes un poco más sola al principio, más insegura porque se sigue viendo como un mundo de hombres. Una compañera del instituto me reconoció que no se metía en una ingeniería porque se vería muy sola. Estas cosas ya dependen luego de la forma de ser de cada uno, pero es cierto que a muchas chicas les cohíbe esta situación», dice Gloria. Así, la mayoría de sus amigas han acabado en otras carreras. «Todas excepto una están estudiando Medicina», espeta Julia. Otra de las causas, apuntan, es la falta de referentes. «La mayoría de los profesores que tenemos aquí son hombres, hay mujeres pero imparten Física, Economía...».

Recuerdan que de pequeñas les encantaba jugar con los juguetes que tenían sus hermanos: «le quitaba los coches y los legos», dice Julia, que siempre tuvo claro que tiraría por alguna ingeniería. A Mercedes de Prado, de Cáceres, le ocurría lo mismo y a la hora de ir a la universidad también influyó su padre: «Me decía que hiciera alguna ingeniería y se lo agradezco mucho». Este curso ha empezado Ingeniería de Sonido e Imagen en Telecomunicación y, «aunque todavía no hemos entrado mucho en materia, me gusta bastante». Ella es una de las tres mujeres que hay en una clase de 40 estudiantes. «Al final te sientes un poco especial es un sector tan masculinizado», que ellas están contribuyendo a cambiar.

A Julia le encantaría trabajar con robots, a Gloria dedicarse al mundo de los videojuegos y Mercedes todavía no lo tiene claro, pero todas quieren llegar lo más lejos posible y dejar huella en este campo. «Ojalá nuestros nombres se estudien en las facultades porque hayamos hecho cosas significativas». Por qué no.