Hace 100 años el Teatro Romano de Mérida y su contiguo anfiteatro estaban enterrados bajo toneladas de tierra y escombros. En la superficie se sembraban garbanzos y del monumento solo sobresalían algunas centímetros de las columnas más altas, que el pueblo atribuía a las sillas de siete reyes moros. Y de ahí se gestó el nombre del lugar: Las siete sillas.

Los ancianos afirmaban que quien excavase encontraría los siete tesoros de los reyes, y por eso los niños de todas las épocas han buscado galerías y 'piedras escritas' que ofreciesen pistas de alguno de ellos. A finales del siglo XVI corrió la noticia de que debajo de una de las galerías había un tesoro escondido. La noticia tuvo tanto alcance que el ayuntamiento de la época tuvo que intervenir para poner coto a las excavaciones clandestinas que estaban realizando algunos particulares, pero sobre todo, en un "por si acaso", para que el tesoro fuera a parar a manos del consistorio, ya que era el dueño del terreno.

Finalmente, el tesoro no apareció, pero los cuatro guardias que pasaron esa noche vigilando el supuesto tesoro se hubiesen quedado de piedra si hubieran sabido el verdadero "tesoro" que se ocultaba bajo sus pies: uno de los mejores teatros romanos del mundo. Sin embargo, todavía harían falta tres siglos más para que se descubriese esta maravilla de mármol. Las excavaciones del teatro comenzaron en 1910 dirigidas por el arqueólogo José Ramón Mélida y en la actualidad es Patrimonio de la Humanidad según la Unesco como parte del conjunto arqueológico.