Nieta mía: ahora que las nieves del tiempo clarean mi sien, ahora que la factura de mi vida la tengo medio pagada y que me sobra mucho mes a final de pensión, aquí del salón en un ángulo claroscuro, ¿cómo no voy a escribir de tu primavera cuando enfilo el otoño de mi vida? ¿Cómo no te voy a juntar unas letras que son nada, pero una nada con sentido, una nada enamorada?

Escucha: habrá muy poca gente en tu vida que te quiera como te queremos tus abuelos y eso será así hasta que la parca nos aleje y más allá, porque te queremos con el alma y el alma nunca muere. Ahora que te veo andar con el ‘tumbao’ que lleváis las guapas al caminar hago preces porque vayas siempre así por la vida: recto y cuando caes volverte a levantar. 

No hagas planes aún, no vaya a ser que la vida sea aquello que te ocurre mientras estás pensando que hacer con tu vida. Si algún día te hace daño mala gente, de esa que es más fea que una nevera por detrás, perdónales, no hay nada que les enfade más que tu perdón. No intentes quedar bien con todos porque eso es el principio del fracaso, ni sigas a los que en las encrucijadas de la vida saben cuál es el camino correcto, pero nunca lo toman. ¿Sabes por qué? Porque es vereda estrecha. 

Si haces un viaje y no deja huella en tu corazón jamás será un viaje, por eso es mejor ir de dos en dos. Oye, y hagas lo que hagas, ámalo, sonríelo, alégralo; no estés triste aunque tengas penas (que las tendrás, nadie se libra); la vida sin humor no tiene gracia; la tristeza, Merceditas, es la escoria del egoísmo. La alegría, alegra. La alegría, sana. Y, sobre todo, ‘Merceduqui’, si quieres que la tristeza se convierta en alegría, no dejes, por favor te lo pido, de saludar a María. 

¡Vale la pena; vaya que si vale la pena! Dame la mano y bailaremos / dame la mano y nos amarás / como Flores seremos / como Flores nada más (¿lo de Flores te suena, verdad?).