Ya me disculpará el tono compadre Sr. Mark Hefferman, que no es desconsideración ni falta de respeto, pero comprenderá que tras sesenta años ubicando mis posaderas en tribuna del Romano uno no está para diplomacias y por antigüedad emeritense se puede permitir estas licencias (y otras). Soy de aquellos amantes del fútbol a la antigua que veían a Daniel el Sordo fumarse un puro (tras otro) apalancado tras la portería de fondo norte mientras vertía delicados comentarios al portero del equipo contrario. Aquello sí que era un antecedente escutin (léase scouting) pues el Sordo analizaba debilidades, citaba familiares, seleccionaba lugares (a la salida te espero) y entrenaba léxico (joputa) consiguiendo así mejorar y potenciar el rendimiento del Mérida vía faltas tontas o goles. 

Por lo visto quiere hacer esto en plan moderno, le aconsejo que llame a Pepe Fouto. ¿Cómo, que no sabe quien es Pepe Fouto? Pues mal empezamos, Markitos. Este que firma es, para que modestia a estas alturas, de la flor, nata y espuma (de Cruzcampo) de los ‘cérrimos’. ¿Cómo, que no sabe lo que es un cérrimo? Pues ya van dos. Vuélvale a preguntar a Pepe Fouto. Yo Markitos he visto su gentil continente, su discreto segundo plano en el Hornito y en el balcón de ARO, su gravedad, paso y presencia y, sinceramente, me cae bien, pero en el fútbol de aquí (no sé cómo verá por California) los ascensos, los contentos y alegrías pasan como sombra de Nemo, como sueño de siesta, o se marchitan como flor en tórrido junio (este sin ir más lejos). 

Me dicen que tienes experiencia como entrenador y buscador de talentos, estupendo, pero no hay mejor divisa que ‘vale quien sirve’ y como dato (este no te lo encontrarán en vídeos) te diré que en nuestro Mérida (los dos pagamos, yo como abonado, tú como presidente) llevamos años en que los talentos se echan a perder antes de empezar a rendir, algunos porque les cuesta madrugar (tras estar en la plaza de España a las tantas) y otros porque la indolencia, falta de compromiso y coraje ha sido santo y seña las últimas temporadas. No sé si esto se inocula desde el escutin. A los cérrimos nos gusta ver futbolistas que luchen, que suden las camisetas, que sean soldados defendiendo nuestros colores.